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Tenía solamente dos días para disfrutar de la mejor manera a mi novia, aprovechar cada segundo a su lado porque sabía que se venía una semana complicada, en la que ni siquiera iba a ser capaz de estar tanto tiempo con el celular.

Me hubiese gustado tenerla las cuarenta y ocho horas que nos separaban del día en que debía irme, pero obviamente eso no iba a ser posible aunque le rogara para que se quedara, tenía responsabilidades, sus hermanos en principio y su mamá que cada vez emporaba más su situación.

De todos modos, ella era mucho más madura que yo, me trataba de convencer de que iba a ser poco tiempo y que pronto nos veríamos, aunque me regalara sus mejores sonrisas y sus convicciones fueran las más lindas, yo sabía que probablemente no iba a ser así. Pablo estaba tan enojado que ni pagándole extra me dejaría hacer la rehabilitación en Argentina.

Logré que Uma se quedara a pasar la tarde conmigo y usamos el tiempo para armar las valijas que tenían que preparar, siempre era un desastre armándolas y tener su ayuda me facilitaba un montón.

—Te tengo un regalo. —anunció después de un rato y agarró a Copito para irse fuera de la habitación, la esperé mientras seguía ordenando las cosas y ella entró minutos después con una bolsa blanca. —Lo prometido es deuda.

Fruncí el ceño y abrí la bolsa para sacar una remera, me remonté al momento que le había pedido que me hiciera una, tardó un montón pero no pudo ser más adecuada la situación, la prenda tenía su perfume y por ello pensaba que podía ser más soportable las noches sin ella.

—Sos tan hermosa. —la atraje a mí para abrazarla con Copito en el medio, se quejó ladrando un poco y nos reímos por lo que lo dejó en la cama y me abrazó fuerte. —Va a ser un infierno no verte una semana.

—Sí para mí también, pero estoy aprendiendo muy rápido a usar el teléfono así que nos vamos a poder comunicar.

—Lo sé, todo el tiempo que pueda. —dije y la miré para darle un beso en los labios. —gracias por acordarte, ahora me la voy a poner.

—Usala para dormir por favor, como pijama. —sugirió con pavor y negué incrédulo.

—Ni loco, voy a llegar a España con ésta.

Hice que la sostuviera para poder sacarme la que tenía y ponérmela, me quedaba bien o al menos no tan ajustada como pensaba.

— Dios Alec, qué vergüenza. —se rió pasando sus brazos por mi cuello para acercarse a besarme. —te queda hermosa, pero deberías considerar dormir con ella.

—Probablemente también lo haga, porque tiene tu perfume. —le dije y ella sonrió para volver a besarme, la seguí atrayéndola mucho más a mí y acariciando su espalda que por el formato de su remera estaba abierta y podía sentir su piel.

Sentirla me hizo vibrar el cuerpo y suponía que a ella también porque se estremeció y profundizamos mucho más el beso, mi mente se puso en blanco por un momento, más estuve al tanto de mis acciones y de las suyas, ya que dejó que la llevara hacia atrás para acostarnos en la cama que, estaba un poco ocupada aunque enseguida fuimos haciendo lugar.

La deseaba más que a nada y no quería que su primera vez pasara desapercibida, pero me moría por sentirla y si me lo permitía iba a tener que ahogar mis pensamientos, porque mi idea de hacérselo lo más romántico posible no funcionaría si cedía, lo cual estaba haciendo.

Sus manos se metieron por debajo de la remera y acarició mi espalda, todas sus caricias enviaban esa chispa que de a poco me encendían, la prioridad era ella aún así y mientras acariciaba con sus finas uñas mi cuerpo, bajé mis besos por la suave piel de su cuello, inspirando el perfume que tenía impregnado y haciéndome marear por lo dulce que era, pero me encantaba.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora