Propuesta

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Una semana después...

—¡Astrid! ¿Puedes venir arriba, por favor?

—¡Enseguida subo!

Cuando subió, se encontró a Hipo bastante feliz haciendo leves movimientos con el brazo.

—Creo que ya estoy mucho mejor ¿No crees? —sonrió.

Ella se acercó a él y lo abrazó con fuerza.

—Me alegro de que te hayas recuperado...

Este sonrió y la miró.

—Y todo gracias a ti, por cuidarme y no dejar de preocuparte por mi.

Ella desvió la mirada algo sonrojada, pero con una gran sonrisa en su rostro.

—No ha sido para tanto...

El castaño se acercó a ella y la besó tiernamente.

—Bueno, ahora que ya te recuperaste... Supongo que tendrás que ir a ayudar a los demás —dijo intentando ocultar lo triste que estaba.

Su novio lo notó y tampoco pudo evitar sentirse mal.
Recordó que en toda esta semana no le presto atención a Tormenta ya que quería estar por él, cuidándolo.

Pero por más que ambos quisieran estar juntos... Hipo era jefe de Berk, no podía hacer nada al respecto.

—No te pongas triste, Astrid. Sabes que no me gusta verte así —la toma de las manos —. Te prometo que intentaré no volver tan tarde como siempre, no dejaré de prestarte atención ¿Sí?

Astrid tuvo unos fugaces pensamientos... Y no pudo evitar que sus ojos derramaran un par de lágrimas. Lo rodeó por el cuello con lentitud y lo besó.

Hipo se sorprendió un poco ante las lágrimas de la oji celeste, supuso que el castaño... No podría cumplir su promesa.

... Tuvo una semana para poder preparar algo, lo cual fue difícil ya que Astrid siempre estaba pendiente a él. Tampoco le prestó atención a Chimuelo, lo cual le daba lástima ya que el dragón quería volar, pero no podía ir a ninguna parte sin su jinete.

En fin, Astrid se separó de Hipo y se secó las lágrimas restantes.

—Voy a... Decirle a Bocón que ya te recuperaste —dijo casi susurrando.

—De acuerdo, yo iré a buscar a Chimuelo —contestó colocándose su armadura.

Ambos salieron de casa tomando direcciones distintas. Hipo se fue a buscar a su dragón, y Astrid a buscar a Bocón.

Supuso que se encontraría en la herreria, así que empezó a caminar.
En el camino no pudo evitar... No pudo evitar volverse a sentir triste. Hipo se recuperó, ya no era necesario cuidarlo, al contrario, el trabajo lo estaba alejando de ella por mucho que el hubiera prometido que intentaría estar más en su hogar...

¿Para qué engañarla? Esa era la realidad.

Al llegar, Bocón la vió acercarse y paró de trabajar.

—¡Astrid! ¿Que tal? ¿Qué te trae por aquí? —preguntó acercandose a ella —. ¿Cómo está Hipo?

—A eso vine, eh... Hipo ya se recuperó, así que ya podrá volver a dirigir.

—¡Qué bien! Ya me estaba comenzando a sentir solo —sonrió —. ¿Y dónde está?

—Fue a buscar a Chimuelo, creo que no tardará mucho en llegar.

—¡De acuerdo! Pues cuando venga lo estaré esperando.

—Bien, adiós —se despidió con pocas ganas.

Astrid se fue a buscar a Hipo, pero pasó aproximadamente media hora, y no lo encontraba por ninguna parte.

—... ¿Dónde se ha metido? —se preguntó fastidiada.

Poco después logró visualizarlo, estaba a punto de entrar a casa acompañado de Chimuelo.
Se le notaba nervioso, y la rubia desconocía la razón. Así que se acercó a él y lo llamó.

—Hipo.

Este volteó a verla y sonrió.

—¡Astrid! —la agarró delicadamente de la cintura y la besó.

¿Por qué está tan nervioso? Se preguntaba la rubia.

Al separarse, Hipo se rascó la nuca provocando que la oji celeste estuviera más confundida.

—Astrid, a-antes de que no vuelva a tener tanto tiempo como me gustaría... Hay algo que quiero preguntarte —dijo mientras le tomaba las manos con nerviosísmo.

—¿Y... Qué es? —preguntó confusa.

—Pues...

En ese momento, Hipo se arrodilló ante ella mientras sacaba una pequeña caja de madera, este la abrió lentamente, dejando expuesto un pequeño anillo de oro acompañado de una hermosa perla blanca en medio.

Astrid comenzó a abrir sus ojos cada vez más.

—Astrid Hofferson ¿Me harías el honor de convertirme en el vikingo más feliz de todo Berk? ¿Te gustaría... Casarte conmigo?

La nombrada no podía formular palabra alguna, sentía que en cualquier momento se ahogaría con sus propias lágrimas.

Lentamente, se fue acercando a él hasta finalmente abalanzarse encima suyo sin poder dejar de llorar.

—¡SÍ, SÍ QUIERO! —exclamó con una felicidad indescriptible.

Hipo no pudo evitar sonreír, la tomó de la mano y, lentamente, le colocó el anillo en el dedo anular de Astrid.

Ella se dedicó a contemplarlo sin borrar su enorme sonrisa.

—Me haces tan feliz, Hipo —lo abraza fuertemente —. Gracias... —susurró al oído del castaño.

—No, gracias a ti por hacerme el hombre más feliz de todo Berk ¿Qué digo de todo Berk? Soy el hombre más feliz del mundo —confesó acercándose a ella para finalmente besarla.

En eso, Chimuelo se acercó a ellos y empezó a lamerles la cara, sin duda estaba feliz por ellos.

—¡Chimuelo, no! —se reía el castaño intentando cubrirse al igual que su prometida.

El dragón sólo se reía con ellos.

—Bueno, tenemos que quitarnos estas babas de encima ¿No crees? —propuso el jefe ya más tranquilo.

Ella asintió, se levantaron y así, los prometidos y Chimuelo entraron nuevamente a casa.

Historia de amor: Hiccstrid♡Where stories live. Discover now