Cap. 1: El hijo perfecto

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      Yugo era el hijo perfecto que todo padre pudiese tener. Era amable, inteligente e intuitivo. Desde muy joven, mostró su dulce y bondadoso corazón a todo quien tenga la suerte de conocerlo. No había maldad que cupiera en su pequeño de orbes miel.
      Jamás se sintió digno de ser llamado en los primeros años. Y es que ese pequeño, con solo cuatro años, comenzó a leer libros de recetas. No infantiles, tampoco académicos, sino de cocina. Todo aquel que le preguntara, incluso a extraños, les respondía sus deseos de ayudar a su padre en su negocio.

      Su orgullo se fue afectado cuando estas palabras llegaron a sus oídos. Adoptar a un niño a su edad joven sin el apoyo de una pareja no fue fácil. Cuidar a un bebé requería una gran responsabilidad y un costo grande; pero por su pequeño, gastó su fortuna para ellos tener un lugar en donde quedarse. En cambio, el costo seguía siendo mucho y su habilidad en la cocina no era de las mejores, por ello, se sentía avergonzado. Su pequeño, quien solo quería ayudar, le hizo darse cuenta de que no era apto para cuidarle cuando no era capaz de mantener el negocio a flote.

      Es increíble como un hijo puede cambiar tu vida. Lo que antes jamás imaginaste hacer, terminas haciendo. Sacrificar toda tu vida solo por su felicidad. Alibert no podía creer el amor que sentía por su hijo, cuya sangre no compartían, lo había cambiado.
      Tantos sentimientos pudo conocer al cuidar a su amado hijo que crecía lentamente con las mismas energías de cuando lo rescató. Tan gentil y bondadoso, su hijo Yugo.

      Por doce años vivieron una vida de padre e hijo. Una simple vida tan tranquila, la cual nunca se sintió aburrida. Cada día teniendo a su lado a su talentoso hijo.
Por doce años Yugo no fue más que un niño ordinario ante sus ojos a quien amar y proteger. Deseaba verlo, crecer, enamorarse. Tener familia aquí en Emelka.
      Su mayor alegría y profundos deseos es siempre ser el padre de Yugo, el hijo del alcalde de la aldea. No Yugo el selatrop huérfano. Solo Yugo, el hijo del anutrof Alibert.

      ¿Acaso fue su deseo de vivir una simple vida la que trajo desdicha?
      Con doce años, su hijo descubrió sus orígenes y salió a buscar a su verdadera familia.
      Oh, la culpa que creció desde sus entrañas. Tal vez si ese deseo en esos doce años no hubiera pasado por su cabeza, tal vez ahora su perfecto hijo no estuviera sufriendo.
      La vida de su primer hijo cambió. Pasó de ser el único hijo, al ser el mayor de cuatro hermanos. Un viejo como él, quien únicamente conocía la dulzura y el cariño experimentado con su primero, debía de abrir su corazón para tres niños que debió adoptar.


      Jamás se arrepintió de cuidar al mellizo de su hijo, Adamai. Tampoco del pequeño Chibi y del rebelde Grougaloragran. Pero sin duda eran experiencias nuevas. Un dragón adolescente quien mínimo podía verlo como un mentor y dos pequeños tan diferentes a los gustos de su primer hijo.
      Aceptar el cambio fue duro cada noche que cerraba sus ojos. Su hijo tuvo que pagar muy caro para conocer su verdadera familia. Pero lo peor es tener que aceptar que su hijo no lo necesitaba más y que podía independizarse.
      Y tal vez, este dolor que ahora sentía, ¿era porque deseó nuevamente que su hijo volviera a su lado?
      Que ahora su hijo de veinte años sufriera, ¿era acaso nuevamente por su avaricia de que su hijo volviera a depender de él?
Más destruido que nunca estaba su hijo. Luego de regresar de su última aventura y de salvar el reino de los doces, su hijo regresó a casa solo.
      Desde que conoció a su mellizo, su hijo jamás regresaba sin su compañía. Era costumbre ver a los mellizos regresar a casa en brazos del otro e ir a buscarlo para darle la noticia que ya estaban en casa. Yugo siempre fue feliz sosteniendo el peso de su mellizo. Aun cuando estaba cansado y con el último aliento, sonreía radiante para todos.
      Pero en esa noche catastrófica, Yugo regresó con los brazos vacíos. No hubo señal de Adamai. Cuando quiso preguntar, su hijo se derrumbó en sus brazos y rompió en llantos. Por primera vez en diecinueve años, su hijo rompió en llantos. Todo su cuerpo tembló al calor de las gruesas lágrimas de su hijo mayor. Se sentía débil. Quería llorar con su pequeño y quitarle ese dolor que estaba cargando.

Espera por mi [Yugo x Character]Where stories live. Discover now