— No eres la única persona que tiene horarios específicos para su medicina.

Una amargura llegó a mi garganta, había sonado egoísta, y el médico tenía razón: no era la única en sonríe. Planeé disculparme, pero sus palabras atropellaron las mías.

— De cualquier manera Emma, duplicaremos tu dosis nuevamente. Tenemos que recuperar tu salud emocional, a pesar de todo, seguiremos de cerca tu salud física... Y lo más probable, es que te derivemos a un psicólogo especializado en suicidas.

Fruncí el ceño, pero nuevamente no dije nada.

— ¿Ya despertó? — Logan Meson entro en la habitación, corriendo las cortinas color verde agua. Me alarmé rápidamente ¿qué demonios hacía él aquí? — Parece que sí.

— Despertó hace muy poco.

Además de la nariz rota y todos los vendajes que cubrían su rostro, noté que su labio estaba roto, hinchado y manchado con sangre seca.

Comencé a balbucear:

— ¿Q-qué haces aquí?

El médico me miró por un segundo, y luego declaró: — Los dejaré un segundo solos para que conversen en privado. Luego, revisaré tus vendajes Emma.

Sin más que decir, él se retiró, dejándome con Logan.

¡¿Qué acaso él no sabía que Logan me odiaba?! Joder, él me prefería muerta. ¿Cómo es que me dejaba sola con él? ¡Había tratado de matarme!

— No tienes que mirarme cómo si fuera un fantasma, enana. — Gruñó él. Rápidamente baje la mirada, apretando los labios con fuerza. — Por Dios, eres rara. ¿Cómo te lías con el rarito de azul y me temes a mí?

Junté un poco de valor, y respondí:

— Su nombre es Jason. Y él no trató de ahorcarme.

Él soltó una risa ronca, pero no se reía porque yo fuera divertida.

Logan se reía con amargura.

— Con que ese es el nombre del bastardo... — Masculló él, sacudiendo su cabello. — De cualquier manera, iba a soltarte.

Negué con la cabeza, y por primera vez, fui directa:

— ¿Qué estás haciendo aquí?

— Vaya que eres amable. — Se burló.

— No eres el más indicado para decírmelo, ¿sabes?

Pensó un momento, y luego musitó: — Bien dicho.

Nuevamente, yo insistí. — ¿Qué estás haciendo aquí, Logan?

— Yo fui quién te trajo cuándo te estabas ahogando.

No supe que contestar. Y él no se calló.

— La perra casi me mató cuándo me vio acercarme a ti. — Aclaró. Deduje que por "perra" se refería a Aline. Sabía muy bien que defenderla, o exigirle respeto de su parte no iba a funcionar; por lo que solo me dediqué a escucharlo. — Ella pensó que iba a matarte o algo. No la culpo de nada, pero demonios, ¡qué mujer tan histérica!

— ¿Por qué me ayudaste? Creí que me odiabas.

Logan frunció el ceño. — ¿Enserio me crees tan cretino cómo para dejar que te mueras en el suelo?

— Si.

— Eres una perra, ¿sabías? — Esta vez me tocó fruncir el ceño a mí, y él volvió a reírse. — Pero no. Para tu suerte, no soy así de hijo de perra.

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