34. "Entrometida"

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—Ve a vestirte, preciosa, te tengo que dar una sorpresa.

—¡Basta con las sorpresas, Connor! —Golpeó su hombro, juguetonamente.

Él la jaló hacia sí, tomándola por la cintura y acercando sus rostros.

—Me gusta hacerte sorpresas —reveló Connor.

—Te gusta fastidiarme, eso es lo que pasa, profesor Hurst.

—Mm... Es posible que esa también sea una opción.

Astrid alzó la cabeza hacia atrás, riendo con gusto y dejando que los labios de Connor besaran su cuello mientras lo hacía.

—Eres un idiota.

—Tu idiota, amor.

—Sólo mío —dijo ella, besando sus labios y luego saliendo del baño para vestirse.

Bebió su té observando cómo Connor preparaba sus tostadas con mantequilla en el sartén. Le gustaba como sus manos se movían al cocinar y cómo los músculos de sus brazos se tensaban al tomar con fuerza en mango del sartén, se veía sexy cómo algunos cocineros que estaban en las mañanas por la televisión preparando un rico Crème brûlée, pero lo más exquisito de ese programa no era el postre sino los chefs. Relamió sus labios antes de beber nuevamente de su té, sintiendo la cómplice sonrisa por parte de Connor.

—¿Por qué me miras así? ¿Me quieres desnudar con la mirada, querida? —preguntó Connor, mirándola de reojo.

Le guiñó un ojo, posterior sonrió como siempre lo hacía. En una de sus mejillas se marcó un prominente hoyuelo que Connor no dejó pasar, por lo que volteó a verla.

—¡Nunca te había visto eso! Mon amour, sonríe de nuevo.

—No, Connor. Prepara tus tostadas.

Apagó el gas y se sentó frente a ella.

—Se pueden ir al demonio las tostadas. Quiero que sonrías. Sonríe para mí, por favor.

Hizo lo que pidió, provocando que el juguetón hoyuelo se asomara.

—No es nada del otro mundo...

—Qué sexy ese hoyuelo, sin duda mi favorito.

Ella se rio, escondiendo su rostro entre sus manos intentando evadir la mirada por parte de suya. Alejó sus manos de su rostro y besó el puente de su nariz.

—Me encanta, me fascinó tu hoyuelo.

—A mí me gustan los que tú tienes.

Él rodeó los ojos.

—No es lo mismo, a las mujeres se les ve mucho más adorable.

—Oh, cállate. Ve por tu tostada se te quemará o sabrá mal, Hurst.

Las risas salían por ambos por cada paso que daban hasta llegar a la famosa torre Eiffel. Subir hasta el último piso le producía miedo y nada más que miedo y vértigo, creer que vería toda la ciudad de París de una altura ideal. Odiaba las alturas, le aterraban, pero la curiosidad por conocer la ciudad en otras dimensiones era mucho más fuerte que el sentimiento contradictorio que sentía en su interior.

Jadeó en cuanto su turno se acercaba. Apretó con fuerza los dedos de Connor y se recargó en su hombro, sonriendo nerviosa. Su corazón golpeaba con fuerza su caja torácica por cada paso que daban hasta llegar al ascensor y aumentó más cuando las puertas metálicas se cerraron frente a sus ojos. Connor acarició el dorso de su muñeca y besó sus nudillos para que se tranquilizara, pero ni con ello era capaz de relajar su acelerado corazón.

Across ParisWhere stories live. Discover now