Capitulo 11

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            —¿Estas despierta?

            El sonido de una voz cerca de mi oído me despertó bruscamente y me incorporé, sintiendo un dolor agudo en el costado.

            —¡Uy!

            —Vuelve a tumbarte —me ordenó Eisheth, frunciendo el ceño—. Sólo conseguirás estropearme el trabajo y tendré que empezar de nuevo.

            Obedecí sin pensármelo dos veces y sin comentar que la culpable de que me hubiese levantado y despertado era suya. Preferí optar por morderme la lengua. Apoyé la cabeza en la almohada y traté de averiguar qué estaba haciendo. Eisheth tenía las manos sobre mi costado desnudo y, sin llegar a rozarme la piel, las mantenía encima de la herida.

            —¿Qué haces?

            Traté de levantar un poco la cabeza para averiguar de donde provenía aquel cosquilleo y picor que sentía en el centro de la herida.

            —¡Túmbate! ¡Y no te muevas!

            Esta vez obedecí de mala gana.

            —¿Qué haces? —repetí.

            —Curarte. Deberías darme las gracias en vez de molestarte por ello —me reprochó intentando mostrarse inexpresiva. Lo conseguía fatal.

            —Gracias —solté ásperamente, aún sin saber qué estaba haciendo exactamente.

            Permanecí quieta, matándome la curiosidad y la desconfianza. Viniendo de ella me temía cualquier cosa, pero Belial ya había comentado en alguna otra ocasión que Eisheth echaría un vistazo a la herida y la curaría. Aún así... Esperé paciente, soportando el cosquilleo y el picor y comencé a tantear en la oscuridad, intentando averiguar donde me encontraba.

            —Ah.

            —¿Qué?

            Eisheth parecía querer asesinarme.

            —Nada.

            No había querido decir nada, pero me sorprendí al comprobar que me encontraba en la habitación del ático. De frente no había notado nada distinto, ya que todas las habitaciones eran semejantes, pero al fijarme en el techo comprobé sin esfuerzo que la luz de las estrellas y la luna menguante se filtraba por la cristalera de la claraboya.

            —¿Qué te hace tanta gracia?

            Me llevé una mano a los labios y comprobé que estaba sonriendo. La aparté rápidamente al ver la mirada asesina de Eisheth.

            —Lo siento.

            —No entiendo qué encuentra Belial de interés en ti.

            Me sorprendí y una pequeña esperanza se iluminó en mi interior. Intenté no pensar en ella y no alimentarla por miedo a lo que ocurriría si luego eran falsas esperanzas. Me hundiría; lo sabía.

            Permanecí tumbada, contemplando la poca luz que se filtraba de la pequeña ventana del techo e intenté no quejarme del cosquilleo y el picor que poco a poco fueron menguando hasta desaparecer. Eisheth apartó las manos y se levantó, alisándose la falda larga y oscura con un movimiento mecánico y de suficiencia.

            —¿Ya? —pregunté con la esperanza de poder incorporarme.

            Me miró mal.

Silence (Silence 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora