Capitulo 2

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Mi primer día de vacaciones había estado cargado de muchas y diversas emociones. El segundo día amanecí con un humor espléndidoa pesar del dolor de cabeza, y no conseguí disimular una sonrisa cuando entré en la cocina para desayunar. Margaret me miró inquisitiva, mi abuelo me saludó a través del periódico matutino y una taza de café, y mi abuela me ordenó que me sentase en la mesa.

—¿Volviste sola a casa? —preguntó, dejándome un plato entero de tortitas. Lo cogí con la intención de protestar. No podía comerme todo aquello. Aún tenía el estomago contraído y agitado por las últimas emociones de la noche anterior. Sonreí al recordarlo y volví a dejar el plato sobre la mesa sin ánimos de iniciar una discusión. Al final ganaría ella, ¿para qué molestarme?, pensé distraída.

—Volvimos en grupo —expliqué—. Me dejaron de paso.

No había tenido la oportunidad de decirle a Sandy que había conocido a Andy, pero tampoco estaba segura de querer contárselo. Esa parte de la historia me ensombrecía un poco los ánimos. ¿Cómo se tomaría lo ocurrido? En realidad no había pasado nada, pero ella podía interpretarlo de otra forma y si Jennifer o Verónica metían un poco de cizaña perdería a una amiga que merecía un poco la pena.

—Te lo pasaste bien por lo que veo —interrumpió Margaret, acomodándose en la silla con los brazos cruzados.

Su expresión era tan clara como si lo estuviera escribiendo en una pancarta y con letras grandes y negras. O se lo contaba después, a solas, o comenzaría con el interrogatorio, incomodo y para nada recomendable, delante de mis abuelos —de mi abuela en realidad—.

—Fue divertido —acepté, sin dejarme intimidar—. Hacia tiempo que no conocía a gente tan simpática.

—Eso está genial —continuó mi abuela. Se sentó a mi lado y comenzó a desayunar—. Vamos, niña, come algo. ¿Has quedado hoy?

Agarré una tortita aún caliente y la mordisqueé sin mucho entusiasmo.

—Sí, hemos quedado para almorzar algo.

No era del todo cierto. Habíamos quedado. Esa parte era verdad; pero no para almorzar. La idea me había surgido de pronto y tenía la esperanza de que me librase del copioso y exagerado desayuno de mi abuela. Si me obligaba a comer aquello, vomitaría. No creía que pudiera tragar nada. Al volver a casa, se había comentado que Andy bajaría hoy. Estaba ansiosa por volver a verle.

—Oh —Mi abuela parecía haber caído en la trampa—. Supongo que entonces es mejor que no desayunes mucho.

—No —acepté de buen grado.

Tomé la leche precipitadamente, atragantándome en dos ocasiones y salí de la cocina antes de que mi abuela tuviera la ocasión de arrepentirse. Abrí el armario para buscar algo que ponerme, pero antes de comenzar a sacar toda la ropa, la bolsa con el vestido que había comprado el día anterior llamó mi atención. Lo cogí y saqué el vestido, sosteniéndolo entre las manos con cariño. Aquella era una de las pocas ocasiones en las que deseaba arreglarme y que los demás me vieran guapa, bueno, en realidad sólo quería que una persona me viera bonita. ¿Qué pensaría de mí? Aún me costaba respirar cuando pensaba en él, con su rostro cerca del mío, sus labios... Tiré el vestido sobre la cama y busqué las botas altas que recordaba haber metido en la maleta y me vestí tan deprisa como pude.

—¿Con quién has quedado exactamente?

La voz de mi tía me devolvió a la realidad y enrojecí sin poder evitarlo. Me giré, tratando de mostrarme lo más indiferente que podía.

—Con Sandy y los demás.

Mi voz sonó tal y como había pretendido, pero mi tía, que sólo había asomado una cabeza tras la puerta medio abierta, le dio un empujón y entró en la habitación con pasos lentos, examinándome el rostro.

Silence (Silence 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora