Capitulo 4

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Me negué a salir de casa. Mi abuela pareció escandalizarse primero y, cuando vio que sus amenazas no surtieron efecto, decidió preocuparse. Margaret trató de hablar conmigo, sonsacarme, cuando su madre no estaba cerca, qué me había ocurrido para que cambiase tan repentinamente. Alegué que lo único que ocurría era que tenía muchísimos deberes, dos trabajos de ciencias, un comentario de texto y leerme un libro para el primer día después de vacaciones, y que, dado que mi idea original había sido ir allí a descansar, iba a cumplir con mi propósito inicial y dedicarme a relajarme, hacer las tareas con calma y no a perder el tiempo. Cuando susurró algo acerca de cierto chico que me gustaba, le cerré la puerta en las narices.

            Agradecía el esfuerzo de mi tía, una mujer sin problemas, independiente y con la mentalidad de una adolescente, por ayudarme, pero no necesitaba que nadie me levantase el ánimo o me diera falsas esperanzas. En tan poco tiempo había tenido tantos bajones y subidas que a esas alturas estaba agotada, física y mentalmente. Ya había tenido suficientes dosis de amor para toda la eternidad. Enamorarse no era sano.

            Me dediqué a hacer los deberes, a leer, incluso comencé a ver los culebrones con mi abuela; hacía cualquier cosa que me mantuviese la mente ocupada y lejos del exterior. Al tercer día de negarme a coger el teléfono, Sandy y Graze fueron a verme a casa de mi abuela. No me importó. Me caían bien y si no me obligaba a salir a la calle, su compañía era bienvenida. Sandy insistió en saber qué me pasaba, pero dándose cuenta de mis evasivas, Graze salió una vez más en mi ayuda y pidió a su amiga que no me presionara. No creía ser capaz de tener el suficiente tiempo para agradecerle todo lo que había hecho por mí en esos días. Y desde ese día, acudieron a verme como una rutina. Sandy dedicaba esos momentos para confidenciarme sobre los progresos que hacia con Andy, siempre atenta a ver si Graze, que por supuesto se enteraba de todo, fingía bien estar ocupada o, en un libro o, incluso, en los deberes que había comenzado a traer.

            Después de diez días, cuando sólo faltaban cinco para que volviese a casa, llamaron por teléfono, sorprendiendo a todos la voz tímida de mi madre que, como debía haber supuesto, Sarah no había dado mi recado y no habían sabido nada de mí desde que me había marchado. O, más bien habían tardado diez días en darse cuenta de que no estaba en casa y peor aún, que no sabían nada de mí desde entonces. Era deprimente, tal vez por eso en el resto de los aspectos de mi vida me fuera igual de mal. Aunque aquello tuvo algo bueno. Mi madre estuvo un rato hablando con mi abuela, algo que no ocurría desde hacia doce años. No me quedé a escuchar la conversación, pero algo debió ocurrir, porque aquella noche mi abuela no abrió la boca, permaneciendo ausente, y dejándonos disfrutar de la velada con una agradable conversación en la que hasta el abuelo se animó a participar, dejando el periódico a un lado. En vistas de lo ocurrido, decidí que tendría que fugarme de casa con mayor frecuencia.

            El último día, la víspera de mi partida el ambiente a mi alrededor estaba un poco cambiado. Mi abuela, que desde la llamada se había vuelto soñadora, insistió en que desayunara más de la cuenta, atiborrándome de tostadas con mantequilla y tortitas recién hechas para que acompañase al tazón de cereales que me había puesto delante. Resistí la tentación de recordarle que aquella no iba a ser la última vez que comería en mi vida. Mi tía no habló nada y ni se peleó con su madre cuando le puso delante un desayuno casi tan copioso como el mío. Incluso mi abuelo desayunó sin leer el periódico. Casi abracé a mis amigas cuando entraron por la puerta, pero me contuve a tiempo cuando vi la expresión taciturna en sus semblantes. Sandy se pasó todo el rato asegurando lo mucho que me echaría de menos, pidiéndome que la enviara emails, dándome su número del móvil y hablando de todo lo que habíamos hecho juntas o lo que haríamos cuando volviésemos a vernos. Graze, por su parte, no intervino en el parloteo de Sandy, pero cuando se marcharon, se giró unos instantes, permitiendo que Sandy se adelantase a llamar al ascensor.

Silence (Silence 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora