Capítulo 8: Rumbo al distrito 11

En başından başla
                                    

—Debería haber seguido las normas, si usted quería ganar, haber acabado con sus dos compañeros. —Dice con dureza.

—Lo lamento presidente, en ningún momento lo consideré con la intención de desafiar a nadie, y menos al Capitolio o a usted, siempre fui movida por la supervivencia, mía y de mis compañeros. —Le aclaro.

—Hay muchos Distritos, los más desfavorecidos, que el acto de sacar las bayas no lo han visto como un acto de amor, de amistad o como usted quiera llamarlo, sino que lo han visto como un desafío, como un acto de revolución. —Esas palabras me alarman.

—De nuevo, lo lamento, nunca ha sido esa mi intención, como ya le he dicho, siempre fue con la intención de salvar a mis compañeros. Ciertamente no es mi culpa que haya Distritos que lo hayan interpretado de forma errónea. —Insisto. Se que esta conversación no me va a llevar a nada bueno. Nada que venga de él lo es.

—Con o sin intención, su acto ha causado levantamientos en esos Distritos. —Me dice seriamente y con amenaza en su voz. —¿Sabe por qué? Porque pensaron que, si una simple colegiala del Distrito 12 podía desafiar al Capitolio y salir impune, nada les impedía hacer lo mismo.

—¿Realmente ha habido levantamientos? —Digo con temor y preocupación.

—Ninguno que no se haya podido controlar por ahora. Pero si se extiende, si se generaliza, puede que no haya retorno y se inicie una revolución. Entonces al Capitolio no le quedará más remedio que tomar medidas drásticas. —La amenaza en su voz está presente constantemente. —Piénselo, ¿cuánta gente cree que moriría? ¿Qué pasaría con los supervivientes? ¿Quiere eso? Yo creo que no. Si el Capitolio actuase y liberase su agarre sobre los Distritos, el sistema colapsaría.

—Debe ser un sistema muy frágil si un puñado de bayas es capaz de tirarlo abajo, ¿no cree? —Le digo contratacando. Sé que lo que me está diciendo es serio, muy serio, pero no puede responsabilizarme de todo como está haciendo. No es mi culpa que mantengan tan descontentos a los Distritos que a la mínima aprovechen para batallar. Quizás no debería empeorar las cosas, callarme y hacer todo lo que me diga, pero teniendo en cuenta que desde el primer momento no le hago mucha gracia al presidente, no puedo evitar ponerme a la defensiva y protegerme al escuchar sus acusaciones.

—Es frágil, pero no en la forma que supone señorita Smith.

—De nuevo lo lamento, no pretendía que nada de eso ocurriera. —Repito queriendo que le quede claro. 

—Te creo. No importa, lo hecho, hecho está. —Dice restándole importancia. —¿Sabe? Creo que su estilista se equivocó con la elección de vestuario de usted y la señorita Everdeen. (TN) la reina del hielo, sin embargo, usted es la chica que ha proporcionado la chispa que, si queda desatendida, puede salirse de control volviéndose un infierno que destruya Panem.

—¿Y por qué no me mata y ya? Eso lo solucionaría todo, ¿no? —Digo rendida.

—¿Públicamente? Eso solo añadiría más leña a las llamas señorita.

—En ese caso, haga que parezca un accidente. —Insisto.

—¿Quién creería eso? Usted no, si estuviese mirando.

—Entonces dígame que quiere que haga y lo haré.

—Si fuera tan sencillo... —Dice con una sonrisa maliciosa. —¿Aún le quedan de esos pastelillos que hicieron Peeta y usted? —La pregunta y el cambio de tema me desconcierta. —Digo, ya que los hicieron con mucho amor, me gustaría probarlos, en su entrevista anoche dejaron a muchos queriendo degustarlos.

—Si, todavía queda alguno. —Todavía desconcertada y temerosa de lo que pueda salir de ahí, me levanto y me dirijo a la cocina, siendo vigilada por un agente de la paz. Pongo en un plato algunos, todos de sabores diferentes y regreso a la oficina colocándolos frente suyo. —Aquí tiene. —Le ofrezco. Coge uno, el de betún blanco y le da un bocado.

En llamas (Peeta Mellark y Tu )Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin