Capítulo 18: Papasito, que no es pintura, Pedro. (CAPITULO MÁS WTF)

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Capítulo 18: Pedro

Tras dejar a Pablo durmiendo, Pedro había ido a casa a recoger unos papeles que necesitaba para le reunión de aquél día. Al entrar en el coche siempre tenía la manía de sacarse la corbata por encima del cinturón, pero esta vez, al hacerlo, no la encontró. Su corbata roja la tenía ahora Pablo. Pablo. Vaya noche habían pasado. Ahora se sentía raro, no sólo por la resaca. Le había besado y eso le parecía extraño, pero no le disgustaba. Sin embargo, por otro lado, creía que había cometido una locura, que aquello no había estado bien y no sabía cómo había dejado que las cosas llegaran tan lejos. Sabía que no fue por la borrachera, si no que fue por la gran comprensión que Pablo le mostraba, pero aún así no podía pensar demasiado en ello, pues tenía otros problemas que solucionar relacionados con el partido, el futuro cara a cara con Mariano y, sobre todo, qué le diría a su mujer cuando llegara a casa.

Y es que ella también había estado extraña. Sólo tenía tiempo para él justo en las horas que debido a horarios de partido era más difícil quedar. Sólo le hablaba para decir lo que hacía mal. Le echaba de casa cuando podía, o no le hablaba adecuadamente. Ya no le decía lo atractivo que era o la suerte que tenía de estar con el político más guaperas de todos según las señoras de su edad...Pedro estaba confundido por todos lados. Sentía que estaban jugando con él.

Casi al llegar a casa, buscó el móvil para escribir a Bego, pues tenían como norma avisar antes por si las niñas estaban dormidas, alguno de los dos no estaba aún en casa para abrir o había algún otro problema. Pero al coger el móvil, recordó que ayer se había quedado sin batería, por lo que optó por continuar el camino sin avisar aunque sabía que si llegaba a casa sin decir nada su mujer se enfadaría aún más.

Al llegar a su chalet adosado a las afueras de Madrid vio una gran furgoneta blanca aparcada justo en frente de su casa. Dentro, un hombre con gorra, moreno y pinta de conductor de camiones jugaba al Piano Tiles. Pedro lo veía por el movimiento de sus dedos. El hombre, al percatarse de que Pedro estaba allí, se sobresaltó y cogió el móvil de una manera hipersónica para hacer una llamada.

Pedro, maletín en mano y traje, le observaba con cara extrañada, pues no creía que su presencia implicara tales acciones. Terminó de cruzar la calle y se dispuso a abrir la puerta de su casa.

De repente, el hombre de la furgoneta bajó a toda prisa y se dirigió a Pedro.

Conductor: - Perdone papito, buenos días, resulta que su mujer no está en la casa.-

Pedro: - ¿Bego no está?¿Y cómo sabe usted eso?

Conductor: - Pues verá, yo les vengo a pintar la casa y nadie me respondió.

¿Pintar la casa? ¡Pero si hicimos reformas de todo gracias a mi primer sueldo como número uno de partido! Qué cosas más raras tiene Bego.

Pedro: - Ah, pues si quiere le abro yo. ¿Qué habitación va a pinar y en qué colores? Por curiosidad.

Conductor: - Vale, ábrame papito y luego váyase que yo me ocupo de todito. Pues un repaso a la cocina y ya sabe, lo típico.

¿Este hombre está loco?¿Piensa que le voy a abrir la casa y dejarle solo? Igual es uno de estos hombres que te viene con la historia de revisor de gas y luego trincan lo que quieren. Creo que lo mejor será esperar a que llegue Bego en casa.

Pedro: - Mire, mejor vuélvase a su furgoneta y espere a que llegue mi mujer y ya hablamos todo los tres. Yo tengo un poco de prisa, así que necesito entrar en mi casa para coger unos papeles y luego marcharme...

Conductor: - Pero papito, yo más tarde tengo otros encargos...

Pedro: - No, si tiene prisa váyase y ya le llamaremos.

Conductor: - No, no, está bien, esperaré.

Acto seguido Pedro abrió la puerta de su casa. Todo estaba en un silencio casi hasta inquietante, tal vez porque casi siempre se oían gritos entre él y su mujer, las niñas jugando o la televisión para ver cómo veía la prensa a su partido.

Fue a la cocina, donde había una cena para dos a medio terminar. Seguramente su mujer había estado marujeando con Susana Díaz... Acto seguido fue a su despacho, cogió los papeles de la reunión de aquél día y salió de la casa. El hombre seguía allí, hablando de nuevo por teléfono desde dentro de la furgoneta. Pedro cerró la puerta, pasó del hombre, se metió en el coche y se dispuso a conducir hacia la sede del PSOE.

Qué raro esa ese hombre, ¿Por qué estaría tan nervioso con el teléfono en cuanto me ha visto? Lo más probable es que tenga más cosas que hacer hoy y necesite localizar a mi mujer lo antes posible... Ay, esta Bego, qué desastre es a veces para elegir horarios o ser puntual...

A mitad de camino, Pedro se dio cuenta de que había olvidado coger otra corbata roja.

¡Mierda! La corbata, joder. Puf, y voy a tener que volver. Ya me han dicho mil veces en la sede que ir sin ella me hace parecer demasiado informal, demasiado Pablo... Ay, Pablo. Mierda, ahora tengo que volver... Espero que el hombre se haya ido...

Pero el hombre seguía allí. Y no estaba sólo, no. También estaba su mujer, sólo vestida con un albornoz. Y no, no estaban sólo el conductor y ella tan sólo tapada por un albornoz. También estaba Pablo Echenique. Sí, Pablo Echenique. Siendo transportado a la furgoneta y despidiéndose de su mujer con un beso.











Peblo, un amor imposible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora