Casa Solariega (clace)

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Clary escuchó un agudo golpeteo por todas partes alrededor de ella. Por un sorpresivo momento pensó que había comenzado a llover. Entonces se dio cuenta que eran escombros y suciedad y vidrios rotos: los restos de la mansión destrozada siendo esparcidos alrededor de ellos como granizo mortal.

Jace la aplastó más duro contra el suelo, su cuerpo plano contra el de ella, su corazón casi tan audible en sus oídos como el sonido de la mansión remitiéndose en ruinas.

***

Mas tarde, Jace recordaría poco sobre la destrucción de la mansión el mismo, la explosión de la única casa que él había conocido hasta que tuvo diez años. El recordaría únicamente la caída desde la ventana de la biblioteca, retorciéndose y rodando hacia abajo sobre el paso, y agarrando a Clary, volteándola hacia abajo y debajo de él, cubriéndola con su cuerpo mientas las piezas de la mansión llovían alrededor de ellos como granizo.

Podía sentirla respirando, sentir la carrera de su corazón. La rapidez de su corazón, le recordó a su halcón, la manera en que se acurrucaba ciego y confiado en su mano. Clary estaba sosteniéndole por el frente de su camiseta, aunque el dudaba que ella se diese cuenta de eso, su cara contra su hombro; el estaba desesperadamente temeroso de que no hubiera suficiente de él para cubrirla completamente, para protegerla enteramente. El imaginó, rocas tan grandes como elefantes, rodando a través del suelo pedregoso, listas para aplastarlos a ambos, para aplastarla a ella. El suelo temblaba debajo de ellos y él se aplastó más duro contra ella, como si eso fuera a ayudar de algún modo. Era un pensamiento mágico, él sabía, como cerrar los ojos para no ver el cuchillo que venía hacia ti.

El rugido se había desvanecido. El se dio cuenta para su sorpresa que él podía escuchar de nuevo: pequeñas cosas, el sonido de los pájaros, el aire en los arboles. La voz de Clary, sin aliento.

—Jace, creo que se te cayó tu estela en algún lado.

El se hizo hacia atrás y la miró fijamente. Ella se encontró con su mirada, quieta. En la luz de la luna sus ojos verdes podrían haber sido negros. Su cabello rojo estaba lleno de polvo, su cara manchada con hollín. El podía ver el pulso en su garganta. Dijo la primera cosa en la que pudo pensar, deslumbrado

—No me importa. Mientras no estés herida.

—Estoy bien—ella extendió su mano, los dedos acariciando ligeramente a través de su cabello; su cuerpo, súper sensible por la adrenalina, lo sintió como chipas contra su piel—Hay pasto en tu cabello—dijo ella.

Había preocupación en sus ojos. Preocupación por él. Recordó la primera vez que la besó, en el invernadero, como él finalmente lo había captado, como finalmente había entendido la forma en que la boca de alguien contra la tuya podía deshacerte, dejarte dando vueltas y sin aliento. Que cualquier experiencia que tuvieras en todo el mundo, cualquier técnica que conocieras o hubieras aprendido, se iban por la ventana cuando era la persona correcta a quien estabas besando.

O la incorrecta.

—No deberías tocarme—dijo él.

Su mano se congeló donde estaba, la palma contra su mejilla.

—¿Por qué no?.

—Tú sabes por qué. Tu viste lo que yo vi, no es así? El pasado, el ángel. Nuestros padres.

Sus ojos se oscurecieron.

—Lo vi.

—Tú sabes lo que pasó.

—Un montón de cosas pasaron, Jace.

—No para mi—las palabras salieron en un angustiado suspiro—Tengo sangre de demonio, Clary. Sangre de demonio. ¿Entiendes eso, no es así?!.

Cazadores De Sombras (Contenido Extra) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora