Ángel mecánico

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Escena del ático punto de vista de Will.

Will Herondale estaba ardiendo. Ésta no era la primera vez que había consumido sangre de vampiro, y conocía el patrón de la enfermedad. Primero llegaba el sentimiento de mareo y euforia, como si uno hubiera bebido demasiado gin. El breve período de agradable borrachera antes de que se establezca el morbo. Después el dolor, empezando en los pies y las yemas de los dedos, trabajando su camino arriba como si líneas de pólvora hubiesen atravesado su cuerpo y estuviesen quemando su camino hacia el corazón.

Había oído que el dolor no eran tan bueno para los humanos: que su sangre, más fina y débil que la sangre de los Cazadores de Sombras, no luchaba contra la enfermedad demoníaca como lo hacía la sangre de los Nefilim. Apenas se dio cuenta vagamente cuando Sophie entró con el cubo de agua bendita, salpicándolo con el agua fría y dejando los cubos en el sueño y marcharse otra vez. El odio que Sophie sentía por él era tan fiable como la niebla de Londres, podía sentir que provenía de ella cada vez que se acercaba a él. La fuerza de ello hizo que se levantara sobre sus codos. Acercó un cubo más cerca de él y lo vació encima de su cabeza, abriendo su boca como una golondrina tanto como pudo.

Por un momento, le roció el fuego quemando completamente a través de sus venas. El dolor retrocedió, excepto por las palpitaciones en su cabeza. Se volvió a tumbar, cautelosamente, doblando un brazo sobre su cara para bloquear la luz oscura proveniente de las ventanas bajas. Sus dedos parecían traer luz así como los movía. Escuchó la voz de Jem en su cabeza, regañándolo por arriesgarse a sí mismo. Pero la cara que vio a través de sus parpados no era la de Jem.

Ella le estaba mirando. La voz más oscura de su consciencia, el recordatorio de que él no podría proteger a nadie, ni siquiera a sí mismo. Mirando la manera en que lo hizo la última vez que la había visto; ella nunca cambió, por lo que con eso sabía que ella era fruto de su imaginación.

—Cecily—susurró—Cecy, por el amor de Dios, déjame en paz."

—¿Will?—eso lo dejó sorprendido; ella se aparecía ante él a menudo, pero raramente hablaba. Acercó su mano, y él habría llegado a ella también, a no ser por el estruendo y estrépito de metal que le hicieron volver de su ensueño. Se aclaró la garganta.

—¿Ya has vuelto Sophie?—dijo Will—Te dije que si me traías otro de esos infernales cubos.

—No soy Sophie—le dijeron en respuesta—Soy yo. Tessa.

El martilleo de su propio pulso se filtró en sus orejas. La imagen de Cecily se descolorió y desvaneció contra sus párpados. Tessa. ¿Por qué la habrán enviado? ¿Le odia tanto Charlotte como para hacer eso? ¿Tenía esto que ser algún tipo de clase objetiva para ella en las indignidades y peligros del submundo? Cuando abrió los ojos la vio de pié enfrente de él, parada en su vestido de terciopelo y guantes. Sus rizos oscuros eran asombrosos contra su pálida piel y sus mejillas eran pecosas, manchadas ligeramente con sangre, probablemente de Nathaniel.

Tú hermano, sabía que debería decir. ¿Cómo está? Debe de haber sido un shock verlo. No hay nada peor que ver a alguien a quién amas en peligro.

Pero han pasado años, y ha aprendido a tragarse las palabras que quería decir. De alguna manera estaban hablando de vampiros, sobre el virus y como se transmitía. Ella le dio el cubo con una mueca - bien, tenía estar disgustada con él - y lo usó de nuevo para aplacar el fuego, para parar la quemazón en sus venas y cuello y pecho.

—¿Te ayuda?—preguntó ella, mirándolo con sus claros ojos grises—¿Derramarlo sobre tu cabeza de ésta manera?.

Will se imaginó cómo debería verse ante ella, sentado en el suelo con un cubo sobre su cabeza, e hizo un sonido estrangulado, casi una risa. Oh, ¡el glamour de los Cazadores de Sombras! ¡La vida del guerrero en la que había soñado cuando era un niño!

Cazadores De Sombras (Contenido Extra) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora