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La alacena ya está vacía y, cuando Woo Hyun abre la nevera, observa que sólo hay dos huevos para desayunar esa mañana. No ha comido nada desde la tarde anterior y aquello lo hace suspirar mientras se encoge de hombros, pues se siente tentado a tomarlos porque en verdad está hambriento. Su estómago no deja de recordárselo con todos los ruidos raros que hace, sin embargo, le importa más que su madre coma un poco antes de pensar en llevarse algo de alimento a la boca, así que los toma para revolverlos en un tazón y preparar un rollo para la mujer.

Camina con el plato en la mano mientras se dirige a la habitación de ella, deseando que no se encuentre tan ebria y le acepte la comida. Abre la puerta y niega suavemente con la cabeza al observarla en la cama, envuelta entre las cobijas, con varias botellas de alcohol a su alrededor y otras más desperdigadas en el piso.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que su madre se volvió alcohólica? Woo Hyun no quiere pensar en eso, pero le es imposible no sentirse un desecho de persona por la culpa y la impotencia de no poder hacer nada por ella.

—Mamá —la llama mientras se acerca con cautela a la cama.

Woo Hyun suspira en silencio e identifica el hombro de su madre bajo las mantas, lo sujeta despacio y luego mueve su cuerpo con lentitud.

—Mamá, despierta.

La mujer se remueve sobre el colchón y se queja un poco. Él alza el pedazo de tela que le tapa el rostro y la mira. Ella frunce el ceño cuando entreabre los ojos y la poca luz del día le molesta demasiado.

—Te preparé el desayuno. Es un...

—Vete —lo interrumpe y se da la vuelta para seguir durmiendo.

Ansioso, Woo Hyun aprieta los labios y se acerca un poco más para tomar a su madre del hombro otra vez.

—Mamá, tienes que comer...

—¡Lárgate! —grita al incorporándose de pronto.

Ella toma una almohada, la lanza sobre Woo Hyun y le tira el plato de las manos. El muchacho abre más los ojos por la infortunada sorpresa y su madre lo observa, hastiada.

—¡¿Cuántas veces te he dicho que no me molestes?! —le reclama con los ojos irritados y con la voz entrecortada al mismo tiempo que su lengua se arrastra por los efectos de la embriagues—. ¡No quiero nada! ¡No quiero verte! ¡¿No entiendes?! —espeta con enfado y frustración entre lastimeros sollozos antes de dejarse caer otra vez sobre la cama.

La mujer toma de nuevo las cobijas para taparse. Woo Hyun aprieta los labios y no puede evitar que varias lágrimas abandonen sus ojos. Se agacha entonces y comienza a limpiar el piso. La comida se ha desperdiciado, pero lo que más le duele es ver a su madre en ese estado tan deplorable.

No puede creer que ya no quede nada de la mujer que lo ha criado durante toda su vida. Incluso en ocasiones parece que lo odia. A veces piensa que su madre lo culpa por la muerte de su padre. Y, por varios momentos, Woo Hyun también lo creyó así, pero es más fuerte su deseo por cuidar de ella que su tristeza por haber perdido a una de las personas más importantes de su vida.

Se talla los ojos con la manga de su chaqueta y levanta los pedazos del plato y la comida del piso para llevarlos a la cocina. Los deposita en el cesto de basura y luego toma su pequeña mochila, la cuelga en su hombro y sale de la casa, cabizbajo, pero con algo de esperanza de encontrar por fin un empleo.

En un par de meses cumplirá dieciocho años y el ánimo se le levanta un poco cuando piensa que la edad ya no será un impedimento para que pueda conseguir un trabajo. Tiene varias semanas buscando y casi había perdido todas las esperanzas, hasta que, la noche anterior, el dueño de la tienda a donde va a comprar con regularidad (y quien además lo conoce desde pequeño), le dio un volante de un Resto-Bar, en el centro de la cuidad, que solicita camareros.

Se arregla la camisa y el cabello antes de intentar dar el primer paso hacia el interior del local. Es un lugar muy grande pintado de blanco y con adornos dorados en la puerta, que por un momento lo hace sentirse nervioso y con ganas de dar la vuelta.

El inmueble es lujoso y ya sabe lo que pasa en esos sitios cuando los empleados lo miran. Algunos tienen la costumbre de estudiarlo de pies a cabeza varias veces antes de negarle la entrada, mientras que otros sólo lo miran con desprecio por la forma tan menesterosa de vestir que tiene.

Pero Woo Hyun comprende que, siendo un lugar ostentoso, la paga será muy buena, así que respira profundo al localizar la puerta trasera y se dirige hacia ella para buscar a la persona encargada.

Se detiene en el marco de la entrada y observa los movimientos de varias personas que parecen muy atareadas. Se interna un poco más y de pronto abre los ojos con sorpresa cuando nota a un muchacho caminar hacia él con varios paquetes en las manos, y el cual está a punto de tropezar con unas cajas que yacen tiradas a medio camino. Woo Hyun corre hacia él al mismo tiempo que le advierte del peligro y el otro joven se detiene justo antes de que sus pies se atoren con los obstáculos.

—¡¿Quién demonios dejó esto aquí?! —grita el joven un tanto enfadado por la situación.

—¡Fue usted! —dice una voz a lo lejos.

Y Woo Hyun no puede evitar ver cómo la expresión molesta del muchacho se convierte en una de vergüenza.

—¿Y tú que haces ahí parado? ¡Toma eso y sígueme! —le ordena a Woo Hyun, mirándolo a los ojos.

El muchacho parpadea varias veces, un poco desconcertado, pero de inmediato hace lo que el joven le ha pedido. Llegan hasta la calle y el otro joven le da varias indicaciones que Woo Hyun no duda en cumplir.

—Bien. Sólo falta eso y todo estará listo.

Woo Hyun asiente y toma unos paquetes del suelo para acomodarlos en la camioneta de carga antes de escuchar los pasos apresurados de alguien a su espalda.

—¡Señor, perdón! Se me hizo tarde —dice el recién llegado.

Al darse la vuelta, Woo Hyun mira al muchacho alto de cabello rojizo que se inclina frente al otro mientras trata de tomar aire para normalizar su agitada respiración. Aspira con fuerza varias veces y el otro joven se cruza de brazos al tiempo que niega con la cabeza.

—Tú quieres que te despida, ¿verdad? ¿Cuántas veces has llegado tarde esta semana, Sung Yeol?

—Lo siento, señor Jang, pero mi hermano menor está enfermo y mis padres tuvieron que salir de la cuidad. ¡No me despida, por favor! —suplica el pelirrojo, juntando sus manos.

—De acuerdo, pero, trata de llegar más temprano, ¿sí? Hoy tenemos demasiado trabajo —pide con voz amable, y el pelirrojo dibuja una gran sonrisa en sus labios al tiempo que asiente con rapidez.

Woo Hyun no puede evitar ser contagiado por su blanca sonrisa y luego ve cómo el joven Jang se adentra de nuevo al local. Parpadea con la intención de seguirlo y de repente gira su cabeza cuando siente una mano tomarlo por el brazo.

—¿Quién eres? —pregunta Sung Yeol con el ceño fruncido.

Inclinándose, Woo Hyun lo saluda con cortesía.

—Nam Woo Hyun. Vengo por el empleo de camarero —responde con un tono firme—. ¿Tú sabes a quien le puedo preguntar sobre el trabajo? —cuestiona mientras en su rostro se refleja la expectación.

—El dueño es el joven que estaba con nosotros hace un momento. Se llama Jang Dong Woo —le aclara el pelirrojo.

—¿En serio?

—Sí. Pero, creo que no será necesario que le preguntes si te da el trabajo.

Woo Hyun levanta ambas cejas y la decepción se instala en su pecho.

—¿Por qué lo dices? ¿Acaso todas las vacantes ya han sido ocupadas? —inquiere mientras se muerde el labio inferior con nerviosismo.

—Tú cargaste las cosas, ¿no? Está de más decir que ya tienes el empleo. 

Sorprendido, los ojos de Woo Hyun se iluminan por la felicidad. De pronto se lanza sobre el muchacho pelirrojo y lo abraza con fuerza para comenzar a dar pequeños saltitos que le sacan una suave risita al otro chico. Un par de lágrimas se deslizan por sus ruborizadas mejillas y un sentimiento de alivio le invade por completo el pecho.



1. La esperanza es mi estado de ánimo...

Reality | WooGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora