1. Carácter agrio.

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Un pent-house en ese altísimo edificio fue su elección cuando vendió aquella casa que le hacía revivir cada dos segundos lo imbécil que fue por confiar en esa mujer.

Pero nunca más. A su corazón y su alma jamás volvería a escucharlos, no cuando lo alentaron a, sin saberlo, ser partícipe de la infelicidad del ser que junto con Fabiano, más amaba; su hermana. No, no confiaba en ellos y eso era lo mejor.

Se mudó de ropa ahí mismo, prendió el televisor y comenzó a trotar en la caminadora mientras escuchaba las noticias en CNN Internacional.

A las nueve en punto le recibieron el Jaguar XJ uno de los empleados del Conglomerado, mientras el jefe de su escolta personal lo seguía a distancia reglamentaria.

Saludó al guardia con gesto frío mientras este le abría el ascensor marcando el número al que sabía se dirigía.

-¿Carolina te dijo que carriola deseaba? -preguntó con indolencia.

Roberto, su guardaespaldas, asintió a su lado. Esa no era parte de su labor, no obstante, su asistente no era la indicada para la tarea, y el escolta contaba con personal a su cargo, por lo que gestionar la adquisición de algo como eso, no era problema. Ya se encontraban solos. Solía acompañarlo hasta la última planta, donde estaba su despacho y ahí se ponía de acuerdo con su mano derecha para empatar las citas del día.

-Sabe que no es fácil esa mujer... pero logré que Blanca le sacara la información. -Cristóbal sonrió sacudiendo la cabeza. Sí, era testaruda y además de Andrea, que hacía lo que quisiera de él, Caro también era la otra mujer en la que confiaba pues llevaban años laborando juntos y le demostró siempre ser leal, recta, sobre todo en aquel momento donde todo parecía desmoronarse sin poder evitarlo como un castillo de naipes que se le sopla y no dilata en caer por completo.

-Si lo sabré yo. Bueno, encárgate de que le tenga la más equipada y cómprale no sé, todas esas cosas para bebés -le pidió revisando su correo electrónico. Era un adicto al trabajo, más aún desde que todo eso ocurrió. Roberto asintió con formalismo. Se llevaban muy bien. Su relación laboral comenzó desde que Mayra, la exesposa de Cristóbal, entró a prisión. Por obvias razones despidió a todo el equipo anterior y ese hombre fue recomendado por Gregorio, su abogado y hombre de absoluta confianza. Así que dos años era el tiempo que llevaba de conocerlo en los cuales, si bien no intimaban, pues él no lo hacía ya con nadie, sí mantenían esa corta distancia que se debía tener con alguien tan vital para su seguridad.

-Cuente con ello. Aunque créame, tiene tiempo.

-Lo sé, pero prefiero que ese pendiente desaparezca. -Así era; controlador, planeador, nada podía salir de ese horario que se estipulaba, de lo que debía y tenía que ser.

-Buenos días... -lo saludó una chica rubia, de rasgos suaves justo cuando entraba a su despacho. Caro, su asistente, a pesar de rondar los seis meses de embarazo se mantenía delgada y aunque fatigada, era la mejor en lo que hacía.

-¿Qué tal la mañana? -preguntó su jefe al tiempo que se servía café en su taza de siempre que se encontraba a un costado de la entrada de aquel inmenso y moderno lugar.

-Los mismos kilos, pero más cansada -admitió su asistente sonriente mientras bebía zumo de naranja que solía llevar para que la presión se mantuviera en sus niveles adecuados, según ella. Cristóbal sonrió negando.

-Creí que todas las embarazadas comían, dormían y engordaban sin límite -expresó yendo a su silla que se encontraba tras un enorme escritorio de vidrio grueso. Ella volcó los ojos al tiempo que Roberto hablaba por el móvil. Rutina.

-En la época de nuestras abuelas, ahora es distinto y lo sabes, Andrea apenas si subió. -El hombre se recargó en el respaldo de su mullida silla con desgarbo sorbiendo de aquel líquido caliente que jamás debía faltar en su sistema a esas horas de la mañana y la observó asintiendo. Ella era bonita, agradable y asombrosamente inteligente. Llevaba casi ocho años de matrimonio, a sus treinta y dos años decidió buscar su primer hijo, cosa que trastocó no solo la vida de esa buena y eficiente mujer, sino la propia también.

Atormentado Deseo  © ¡A LA VENTA!Where stories live. Discover now