38 - Ella

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Ella

El día termina y no veo la hora de salir de la universidad.

Pero algo me detiene en cuanto me pongo de pie para salir del aula. Un pequeño papel cae al suelo y, cuando lo junto para leer, toda la felicidad que sentía se desmorona.

Me quedo congelada con la nota en mis manos sin saber cómo reaccionar. Tan congelada que ni siquiera escucho los pasos de Julieta que se acercan a mí.

Escucho que habla, pero no logro distinguir sus palabras. Siento que me saca el papel de las manos y noto una mueca en su rostro.

—¿Es cierto? —logro pronunciar.

Se encoge de hombros.

—Eso dicen...

No agrega nada más. Sólo me dice que si necesito algo que la llame. Luego se retira. Segundos más tarde lo hago yo también.

Es imposible lograr evadir mis pensamientos de esa nota. Tan pequeña y tan potente. Capaz de sumergirme en la duda en tan solo unos segundos.

"Ten cuidado con Mauricio. Las mentiras son su fuerte."

Se repite una y otra vez en mi mente mientras trato de llegar a la parada.

Sé que no tengo que dudar, sé que hay mil motivos para ignorar esa nota. Pero no logro hacerlo.

Llego a la parada y agradezco que no haya mucha gente; seguro es por la hora. Me acerco al asiento y me dejo caer allí, incapaz de mantenerme en pie.

No logro dejar de pensar.

"Ten cuidado con Mauricio. Las mentiras son su fuerte."

¿Es un aviso? ¿Tratan de ayudar? ¿O de hundirme? Porque en estos momentos me siento bastante hundida.

De repente las ganas de llorar se hacen presentes.

Las ahuyento.

Veo que el autobús llega y antes de que logre frenar por completo, me abalanzo hacia éste dispuesta a buscar un asiento y distraerme con las imágenes que pasarán por la ventanilla. Pago y cuando recibo el boleto me encamino hacia el último asiento.

Pero su voz me detiene. ¿Ha dicho mi nombre? ¿El chofer sabe mi nombre?

Entonces veo que tiene una tarjeta en su mano y me acerco para ver de qué se trata. Y resulta ser mi documento de identidad. No me entero de su pérdida hasta este momento.

—Gracias, no me di cuenta que lo había perdido —le digo tratando de fingir una sonrisa. Pero lo cierto es que me cuesta sonreír, me cuesta demasiado. Sin darme cuenta me topo con sus ojos negros y por un momento no logro procesar mis acciones—. Gracias —murmuro nuevamente y me alejo por el pasillo sin lograr escapar del huracán que me produjo encontrarme con su mirada.

No sé qué es lo que me sucede, por qué me quedé tildada. Lo único que sé es que quiero creer que se debe a la sensibilidad que me ha atacado luego de la nota... la cual no logra disiparse por completo.



Amor al volante (Amor sobre ruedas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora