Capítulo 11

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Capítulo 11

Abrazó la almohada contra su pecho y un suspiro escapó de sus lastimados e hinchados labios. Tom se había comportado más sádico que nunca la noche anterior, incluso le había gritado sin motivo aparente y como consecuencia ahora le dolía el trasero, las piernas, el cuello, le dolía todo el cuerpo. No había asistido a su cita de las 9 porque realmente no tenía ganas de ver a Tom a la cara, en parte porque le generaba una mínima cantidad de miedo y en parte porque le daba vergüenza, porque a pesar del trato había vuelto a comportarse como una puta, ¿A quién engañaba tratando de hacerse el difícil? ¿Por qué perdía el tiempo intentándolo, sí de todas formas terminaba cediendo ante las caricias del doctor?

-¡No voy a ir! -Gritó el pelinegro desde el interior de su casa, resguardado en la seguridad que ésta le ofrecía.

-¿Quién mierda toca la puerta con tanta fuerza? Joder, que la va tumbar -Gruñó el chico platinado, caminando hacia Bill con solamente un bóxer puesto a modo de pijama. Caminó hacia la puerta para mandar callar al animal que le había despertado, pero la mano de Bill le impidió que siguiera caminando.

-No...Andy -Negó un par de veces, no pudiendo evitar saltar en su lugar a causa del fuerte golpe que se escuchó en la puerta- Tom, ¡Que me vas a tumbar la puerta!

-¡Te dije que a las 9! ¿Con quién mierda hablabas hace un momento? -Escuchó el gruñido proveniente del barbudo y no pudo evitar la pequeña risa que se escapó de sus labios- y no me vengas con que es el gordo rubio, porque él y Georg están felices de la vida follando por ahí. -Pudo notar la amargura en su voz y posteriormente un nuevo golpe contra la madera de su puerta- ¡¡Que abras, joder!!

Bill se mantuvo en silencio, esperando pacientemente a que Tom se cansara de golpear la puerta y terminara por irse, pero pronto escuchó como el golpe se extendía por la pared. Tom acababa de impactar su puño contra la pared, una, dos...tres veces.

-Abre la puta puerta si no quieres que la tumbe, pedazo de maricona mal hecha -Otro golpe en la puerta, otro salto por parte de Bill y otra mueca por parte del platinado- ¡tú y las otras putas me tienen hasta los cojones, van a terminar provocándome un derrame cerebral por tanto puto coraje que me hacen pasar!¡Abre la puta puerta! ¿Por qué no pueden cumplir con las reglas?¡¿Ah?! ¡Dímelo! ¿No pueden entender que no puedo estar siempre detrás de ustedes? -Un gruñido, seguido de otro sobre la pared.- Un bebé, ¡Un puto bebé! -Escuchó el grito lleno de rabia que emitió Tom, ¿De qué mierda estaba hablando el barbudo?-Todos son iguales, ninguno puede cumplir con las reglas del juego..

-Ya, estoy harto Bill -Sin que Bill pudiera evitarlo, su amigo Andreas caminó hasta la puerta y la abrió de par en par, frente a ellos apareció un furioso Tom, que lo primero que hizo fue repasar con la mirada la escasa vestimenta de ambos, los ojos de Bill se abrieron demás, se pusieron completamente redondos ante la sorpresa y la preocupación, pues los nudillos de Tom se encontraban rojos, completamente llenos de sangre y desde ahí podía ver de dónde provenía todo aquel liquido escarlata, sus nudillos estaban completamente abiertos, en largas heridas no muy profundas pero tampoco superficiales. Levantó la mirada a los ojos del barbudo tras unos segundos y pudo ver como los mismos se ponían incluso más negros de lo que ya se encontraban, tragó saliva, pues en ellos no pudo leer sino un sentimiento: la furia, Tom se encontraba más furioso de lo que había estado al llegar a la puerta de su departamento y él sabía por qué.

Gruñó, apretó los puños con fuerza y clavó su mirada sobre el chico pelinegro frente a él, justo después de haber repasado la escasa vestimenta del chico rubio que se encontraba al lado de Bill. Estaban follando y él les había interrumpido, Bill había estado follando con otra persona, es por eso que no le había abierto la puerta, es por eso que ni siquiera había asistido a su casa y había desobedecido su orden, por estar follando con un rubio que tenía más finta de maricona que incluso el mismo Bill. Dio un paso hacia el de las rastas blancas, mismo paso que el susodicho retrocedió, no se había dado cuenta en que momento había empezado a temblar, pues Tom había cambiado su mirada de furia a una de completa indiferencia, no mostraba algún tipo de emoción y de sus ojos había desaparecido la chispa de furia, como si hubiese puesto un escudo para que no pudiera leerlo. El más grande se acercó a Bill de nueva cuenta y le tomó por la cintura, colando sus dedos dentro de la tela del bóxer, sabiendo de ante mano que la larga camisa que llevaba puesta el más chico iba cubrir lo que hiciera y sin siquiera detenerse a pensarlo acarició entre sus nalgas por un par de segundos y posteriormente clavo tres de sus dedos dentro del cuerpo ajeno, con fuerza, con saña, por lo que Bill no pudo hacer más que apretar los labios en una fina línea y abrir un poco sus ojos, incluso más de lo que ya se encontraban abiertos.

No love, no pain. (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora