Capitulo 8.

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Habían pasado exactamente 11 días desde que pasó aquello en el departamento de Thomas, 7 desde el día en que le miró comerse los labios con aquel chico lindo de los ojos grises y Thomas no le había dirigido la mirada ni una sola vez, a pesar de que sea habían encontrado varias veces en el ascensor y en el pasillo. Mino estaba calmado por eso y a la vez decepcionado, le gustaba el médico y aunque sabía que las cosas que hacía con él estaban mal, anhelaba verlo y tener su atención.

Por su parte, Thomas estaba evitando al pelinegro como parte del castigo que le había impuesto sin que el susodicho lo supiese, sabía que tarde o temprano le necesitaría e iba a acudir a él, pero no iba ser fácil pues Mino no le tenía confianza, por el contrario, le temía.

Cubrió su rostro con ambas manos y tras revisar que las cosas estuvieran en orden se levantó de su lugar en el sofá y tomó el pequeño sobre que se encontraba en la mesita de noche, un sobre color crema de tamaño mediano, lo suficientemente grande como para que cupiese en la palma de su mano, pero no tanto como para que éste saliera de ella, un moño color rojo lo atravesaba de lado a lado y sobre el doblez una rueda con pegamento en color dorado, impidiendo de ese modo que el contenido saliera. Caminó a la puerta de su propio hogar y salió por la misma, para volver a entrar un minuto después tras haber pasado el sobre por debajo de la puerta del pelinegro. Sabía que la había cagado aquella noche, pero Mino le había dicho todas aquellas cosas y le había sacado de sus casillas, lo único que había querido en aquel momento era dañarlo de alguna forma y lo consiguió, pero ahora el chico de piel blanca le tenía menos confianza que nunca, y quería remediarlo.

*

-Mino, hay algo para ti –Gritó Paolo, sosteniendo con una de sus manos el sobre que pasó por debajo de la puerta hace un momento, estaba seguro que había sido su vecino quien lo había enviado. Caminó a paso lento a la habitación de su amigo medio asiático, quien se encontraba sentado en el piso de su habitación con la laptop sobre sus piernas y tecleaba enérgicamente, terminando alguna tarea de la universidad. Se acercó a él y cuando el pelinegro tomó el sobre, Paolo salió de la habitación- Me cuentas.

Mino miró extrañado el sobre que se encontraba ahora sobre una de sus manos y sin poder contener su curiosidad, lo abrió y sacó del interior una pequeña nota, no contenía demasiado texto, pero si el necesario como para sentir su corazón estrujarse.

<Lamento lo de la otra vez, no, realmente no lo lamento tanto, pues he disfrutado cada instante, cada una de las sensaciones que tu cuerpo produjo sobre el mío, sin embargo tú no lo disfrutaste y es por eso que mereces una disculpa, aunque la disculpa que te ofrezco no es sincera. Dúchate y cámbiate,  voy a pasar por ti hoy a las 7 de la noche e iremos a un lugar que te va gustar, el día en que hemos hablado sobre los términos bajo los cuales mantengo mis relaciones sexuales estabas demasiado ebrio y dudo que recuerdes algo, voy a decírtelos de nuevo, al igual que las ventajas que tienes estando conmigo. Esto no quiere decir que te dejo en libertad, quiere decir que únicamente te voy a aclarar algunas de las dudas. Por cierto, no te estoy invitando a que vengas conmigo esta noche, es una orden, si no estás listo te llevaré a rastras hasta el coche sin importar si estás en bóxer.

-Tom>>

Abrió los labios cuando releyó la nota por cuarta vez, pero si sería hijo de puta. Gruño, sin embargo no le quedó de otra más que levantarse y caminar al baño para tomar una buena ducha, eran ya las 5 y apenas iba alcanzarle el tiempo para alistarse como debía de ser.

Tras la ducha,a la cual se extendió hasta los casi 20 minutos, salió del cuarto de baño con el cabello ya seco gracias a la secadora y se sentó frente al espejo que se encontraba en su habitación, donde se vistió con diferentes conjuntos de ropa hasta que encontró el que más le gustó y peinó su cabello una media coleta, dejando un pequeños mechón libre cerca de su rostro, no le gustaría verse mal, no para Thomas, aunque este no se lo mereciera. Cuando quedó satisfecho con sus ojos tomó de la mesita de noche un bálsamo para labios sabor a cereza, el cual colocó sobre sus labios con cuidado de no embarrarse y que el brillo quedara uniforme sobre éstos, tiró un beso al aire luciendo completamente satisfecho con el reflejo que el espejo le devolvía.

No love, no pain. (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now