Capítulo 5.

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Sonrió internamente cuando salió del ascensor y se encontró con su vecino esperando a que las puertas fueran abiertas, hizo un movimiento de cabeza como una manera silenciosa y cínica de saludarle y no pudo evitar el contener una extraña risa, apenas audible, cuando aquel abrió demás los ojos, los labios, y sus mejillas se tiñeron de un escarlata que, en cualquier otro momento de su vida le habría parecido tierno, hoy solo se le antojaba demasiado caliente.

-Mino..-Caminó directo a la puerta de su apartamento sin dedicarle otra mirada, con el rostro lleno de completa indiferencia, justo como hacía las primeras veces que sus caminos se habían cruzado.

Mino había pasado los últimos dos días encerrado en su habitación, completamente solo, ya que Paolo, cuando no estaba fuera haciendo algún trabajo de la universidad, estaba con Geo en alguna cita romántica. Salía de la cama solamente para ir mear o picar algo en el refrigerador, golpeándose mentalmente por haber aceptado la proposición de su vecino aquel día, por haber aceptado entrar a su departamento y beber más de la cuenta; ahora le caía el veinte, Thomas lo había hecho a propósito, le había invitado a beber únicamente con la esperanza de emborracharle y poder llevarle a la cama y como consecuencia de eso ahora era otra de las putas de su vecino, había sido tan imbécil, se había dejado engatusar desde un principio, pensando que el idiota maniático pervertido sexual de su vecino iba a tratarle bien porque él era de su agrado y le interesaba tener algo serio con él, ¿pero en qué cabeza cabía? Thomas era guapo, sexy, tenía una hermosa profesión, un apartamento fantástico con una hermosa vista a la playa, y, debía de admitirlo, era en un maestro en lo que al sexo se refiere. Pero también tenía dos grandes defectos o cualidades, dependiendo del punto de vista de cada quien: era un manipulador, sabía cómo sonreír falsamente y fingir un encanto que tal vez alguna vez tuvo, pero ya no, Thomas era capaz de hacerte hacer cosas que no querías en un principio, pero siempre encontraba la manera de hacer que hicieras esas cosas, y la número dos; parecía no tener sentimientos, era como si siempre estuviera en un estado medio, como una línea recta que nunca subía o bajaba. Mordió el interior de su mejilla para evitar las lágrimas que amenazaron con salir de sus ojos cuando miró el rostro indiferente de Thomas, muy en el fondo de su ser había guardado la esperanza de que tal vez comenzara a sentir cosas por él tras haber tenido sexo dos noches antes, pensaba que tal vez se había dado cuenta de que le quería, pero no, su vecino solo le veía como un agujero, no, como dos agujeros calientes en los cuales meter la polla cada que se le antojara, pero Mino no estaba dispuesto, había pasado una vez y no pasaría de nuevo, no pensaba humillarse de nueva cuenta frente a Thomas.

*

Tronó los huesos de su espalda, cerrando la puerta detrás de la pelirroja que acababa de salir: Alexandra. Acababa de tener una fantástica sesión de sexo duro y ahora se encontraba exhausto, con ganas de dormir lo que restaba del día, pues al día siguiente tenía turno de mañana en el hospital y necesitaba estar bien descansado para funcionar bien, y por lo tanto, dar un buen servicio a sus pacientes. Caminó, directo a su habitación, sin embargo, el timbre sonó y un gruñido escapó de sus labios, maldiciendo mentalmente a la persona que osara interrumpir sus planes. Dio media vuelta sobre sus pies y caminó de regreso a la puerta, maldijo por un par de segundos más y giró la manija, abriéndola de golpe. Un gemido de pura sorpresa quedó atorado en su garganta cuando miró a la persona que se encontraba parada delante de él, con la ropa completamente empapada y los ojos grises un poco llorosos a causa de la misma, mordió el interior y de su mejilla y contó mentalmente hasta diez, luego fingió una sonrisa.

-Danny, ¿Qué haces aquí? –Recargó su cuerpo en el marco de la puerta, observándolo detalladamente, desde sus tenis completamente mojados, hasta su rostro y luego a su pecho, no pudo evitar el abrir demás sus ojos al ver la camisa que Danny llevaba puesta, una camisa que se le hacía demasiado familiar, pues era suya, la había comprado hace al menos tres años en un viaje que ambos hicieron a España y Danny siempre usaba para dormir, haciendo a Thomas maldecir cuando quería hacer uso de ella, y se encontraba con que su amado la tenía puesta.

No love, no pain. (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora