7.Viva la vida... lujosa

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Naya salió corriendo de la cafetería, miró en todas direcciones buscando a Doug, el chico era escurridizo y el hecho de tener que averiguar por su cuenta dónde estaban ocurriendo las cosas no le agradaba para nada. Metió la mano en su bolso dispuesta a hacer una llamada al pelirrojo para que le dejara claro si todo aquello era una maldita broma, y pobre de él donde se tratara de aquello... Cuando escuchó el rugido de un motor que se acercaba descendiendo a toda velocidad. Levantó la vista para ver el momento en que el Buick Skylark 1953 se detenía delante de ella; la pintura roja resplandecía bajo el sol de la mañana. La única razón por la que conocía el auto era porque su abuelo tenía uno igual en Inglaterra. Aunque estaba estacionado en el aparcamiento de la vieja granja y, muy a pesar de que corría como si fuese nuevo, el viejo hombre se negaba a sacarlo a menos que se tratara de una ocasión especial. Había sido ese el auto con el que se había enseñado a conducir, siempre con su abuelo vociferando que si le hacía un solo rasguño al esmalte rojo terminaría las vacaciones durmiendo en el cobertizo.

En el asiento del piloto se encontraba Doug, con una mano recargada sobre el volante y el codo del otro brazo apoyado perezosamente en la ventanilla. Se las había arreglado incluso para conseguir un par de viejos lentes de sol. Naya volvió a repasar el auto con la mirada, que a diferencia del conductor era impresionante en un millón de aspectos. Se cruzó de brazos frente a la portezuela del copiloto.

—¿De dónde has sacado esto? —preguntó con tono acusador.

—Lo he encontrado por ahí ¿No vienes?

—¿Lo encontraste por ahí? ¡Esto es un auto de colección! ¡No puedes simplemente encontrarlo por ahí! Lo has robado, esta cosa vale millones.

—¿Has escuchado aquello de que el fin justifica los medios? llegar a donde se encuentran los Tenebras es nuestro fin— Doug colocó ambas manos sobre el volante—, y este es nuestro medio.

—Pudiste tomar cualquier auto para eso.

—Bueno, bueno, el otro fin es que me vea espectacular cuando lleguemos ahí. ¿Subes o no? Estamos perdiendo tiempo.

Naya lo fulminó con la mirada, le costaba comprender todas aquellas tonterías del bien mayor, para ella sólo podías ser el héroe o el villano. El malo no hacía nada bueno y el bueno definitivamente no se montaba en un auto robado, pero su atolondrado amigo tenía razón, tenían que llegar y tenían que hacerlo ya. Apoyó las manos a los costados de la ventanilla, y usando la fuerza de sus brazos se impulsó para saltar por encima de la portezuela y aterrizar con gracia en el asiento continuo al de Doug. El chico sonrió, metió primera y piso el acelerador a fondo.

***

El piso de linóleo gris claro resonaba con cada paso de sus tacones altos de aguja; a pesar de todas las personas que se encontraban en el lugar, la presencia de Azula parecía ser tan llamativa como las plumas de un pavorreal lo serían en medio de una habitación completamente blanca. ¿Sería por su inmaculada y espectacular apariencia, con ese vestido rojo carmín y con su cabello castaño ondeando detrás de ella; o por su aún más hermosa Thompson, la cual sostenía ostentosamente sobre su hombro? La gente le abría el paso de la misma manera en la que una vez se abrió el Mar Rojo.

Lance, quien se encontraba con ella, luciendo un impecable traje italiano azul marino que bien le quitó el aliento a varias chicas mientras pasaba, tampoco se quedó atrás para causar impresión, llevaba una pistola mucho más discreta que la de ella en la mano, una simple beretta 92fs, la cual relucía con las luces que colgaban del techo.

Azula se detuvo en el mostrador, haciendo caso omiso de la mirada atónita y sorprendida del cajero y de los clientes que acababa de rebasar con descaro; la chica sonrió abiertamente, como cualquier persona normal que inicia una conversación con algún amigo; le guiñó un ojo al cajero y después se giró hacia la multitud de personas que seguían sin quitarle los ojos de encima.

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