5. Caminando entre estrellas

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Cuando regresó a la Tierra la noche había caído. La verdad era que el peso sobre sus hombros le comenzaba a parecer mayor. En parte porque no era la clase de persona que veía a los demás como peones de los cuales podía prescindir, para empezar, si se ponían a pensar las cosas, en la actualidad no era como si los Animas cayeran del cielo todos los días, la humanidad estaba cada vez más podrida. Así que en su humilde opinión no podían desperdiciar soldados sin importar lo importante que fuera la misión. Esa era la principal razón por la cual él estaba dispuesto a emprender la búsqueda por cuenta propia, pero eso implicaba el dejar a la ciudad y sus amigos en manos de la loca de Cordelia y su séquito. Sí, las cosas se ponían cada vez mejor.

Sus pies aterrizaron con un sonido sordo cuando se posaron en la arena húmeda. Miró alrededor mientras se frotaba las sienes con las puntas de los dedos, estaba comenzando a dolerle la cabeza; las desventajas de tener un cuerpo humano. Era imposible saber dónde terminarías una vez que abandonaras aquel lugar pero últimamente siempre terminaba cerca de la playa. No tenía idea de si era cosa suya o de la voz, pero a decir verdad le importaba poco, tenía demasiadas cosas en las que pensar como para preocuparse en qué tanto sus pensamientos influenciaban a aquella habitación. Miró en rededor, tratando de comprobar que no había nadie cerca para verlo aparecer mágicamente de la nada. A estas alturas ya debería de haberse acostumbrado al hecho de que cualquier cosa fuera de lo normal pasaba inadvertida para los humanos, sin importar lo estruendosa o violenta que fuera. Sus mentes estaban diseñadas para olvidar todo lo que tenía que ver con ellos.

Sin embargo pudo notar la presencia de alguien en la cercanía, sentada en una roca a unos cuantos metros de donde él se encontraba. El cabello verde hondeando al viento. Una sonrisa casi invisible apareció en su rostro mientras se encaminaba hacia donde se encontraba, aún no entendía muy bien qué era lo que pasaba entre ellos. Él era alguien que había vivido, muerto y renacido para cumplir su deber. Cualquier cosa fuera de eso le resultaba distante o hasta extraña, las respuestas de manera obvia revoloteaban en las orillas de su conciencia, pero aun así estaban fuera de su alcance. Metió las manos en los bolsillos del pantalón.

—¿Cómo sabias que estaba aquí? —preguntó con verdadera curiosidad.

Ella se sorprendió al ver a James en aquel lugar, fue una sorpresa bastante agradable. Harriet sonrió y lo miró acercarse, a pesar de la pequeña sonrisa del chico, se dio cuenta de que sus hombros estaban tensos, seguramente había estado con la Corte.

—No lo sabía, señor James—dijo Harriet, con una sonrisa en la cara, al tiempo que se bajaba de un salto de la roca y se le acercaba. A su lado, parecía ridículamente pequeña, James era alguien bastante alto, y parecía de esas personas que podían pasar fácilmente por modelos o algo por el estilo, y ella era más bien una pequeña hobbit, sonrió divertida al pensar en eso—. Sólo me aburrí y decidí pasear un rato, Doug me dejó plantada para ir a la tienda de comics, y Naya estaba practicando, así que... — Harriet hizo un gesto con las manos, como diciendo "así que aquí estoy".

El sonido del mar siempre la había relajado; bueno, al menos desde que se mudó a San Francisco, ya que en su antigua vida en Chicago jamás lo había conocido. Le gustaban los susurros que provocaba con cada ola, y también los dibujos que dejaba en la arena cuando se retiraba; le traía tranquilidad, cosa que todo el mundo consideraba imposible para ella. Sí, era una pequeña hiperactiva adicta a la azúcar, pero también podía estarse tranquila de vez en cuando. Siempre que buscaba relajarse un poco, ahí es a donde iba, a sentarse en las rocas cerca de la playa para contemplar el mar y el Golden Gate.

James trató de ocultar el dejo de decepción que le dejó el enterarse que Harriet no estaba ahí por él, pera después recordarse a sí mismo que aquello no tenía sentido. No existía razón para que se preocupara de las cosas que Harriet hacía o dejaba de hacer. Sí bien no le parecía buena idea que anduviera sola a esas horas, con las cosas como estaban, claro que se sentiría igual si se enteraba que cualquiera de sus compañeros estaban fuera a las tantas, así era él, se preocupaba por todos porque si se lo preguntaban, él era el responsable de ellos.

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