Y allí desató la locura de ambos chicos que gritaban con la emoción acumulada por el retorno del muchacho.

Luego de un plácido momento hablando e invadidos por el cansancio, dieron por terminada la conversación que ambos guardaban. Apagó el portátil y la guardó en su bolso, donde también echó un poco de ropa como acostumbraba hacer siempre por precaución.

Se levantó de la cama buscando entre sus maletas un pantalón y una camiseta holgada para poder descansar, se cambió rápidamente. Inconscientemente miró por la ventana, donde pudo percatarse que un hombre alto miraba hacia esa dirección. La luz de la luna no le daba completamente al rostro, pero si llegaba a iluminar esa perfecta sonrisa ladeada para luego irse lentamente y perdiéndose en el oscuro de la noche. Cerró las cortinas y se tiró en su cama, "eso fue algo raro, ¿será un acosador?" pensó pero luego se golpeó la cabeza por pensar tal estupidez. Acobijándose lo mejor que pudo se hundió en un profundo sueño.

A la mañana siguiente fue despertado por una linda señorita.

-Buenos días joven Xiao-le dedicó una leve reverencia al somnoliento chico que se encontraba frente a e ella.-Su padre lo está esperando en el comedor.

-¿Qué hora es?-dijo al momento en que se frotaba los ojos con suma delicadeza.

-Exactamente son las ocho y su padre tiene muchos pendientes hoy, así que le agradecería si se cambiara lo más rápido y baje pronto.-dijo saliendo por la puerta.

"Que delicada" dijo entre sus adentros causándole mucha risa. Le pareció poco delicado el trato de aquella señorita, pero lo entendió ya que su padre es un hombre muy ocupado y deben de mantenerle los horarios lo más perfecto posible.

Dio un brinquito a su cama con rumbo al cuarto de baño dentro de su recámara. Se aseó y se vistió poniéndose una camisa blanca, unas converse rojas con un pantalón negro ceñido que amoldaba sus delgadas y perfectas piernas.

Bajó al comedor. Pudo presenciar al gran presidente de Corea sentado y frente a él pequeños platos, tazas, comida en bandejas y tantas cosas de las que se extrañaba. Su padre al verlo bajar se levantó saludando a su pequeño, Luhan.

-Buenos días padre.

-Buenos días Lu. ¿Qué tal dormiste? -ambos se acomodaron en sus respectos asientos, esperando a que les trajeran la comida para luego repartirla en sus platos.
-Genial, como hace diez años.

-Me alegro mucho. Lamento levantarte tan temprano.

-No te preocupes, si no me levantabas era capaz de levantarme la próxima semana.

Ambos rieron al unísono.

-Cierto, eres muy dormilón.

Así continuó el desayuno, Luhan compartió su deseo de vivir solo y luego de tanta insistencia su padre aceptó. Era hora del postre, comieron buñuelos, su hijo acababa de venir por lo que mandó a traer su favorito. Tanto padre e hijo compartían los mismos gustos, inclusive cuando era su cumpleaños era como si se estuvieran regalando algo para ellos mismos.

Luhan trataba de que el desayuno lo más cómodo y parecido hace diez años atrás, que su padre se diera cuenta de que él no había cambiado que seguía siendo el mismo niño de antes solo que más maduro y alto.

El desayuno iba de lo mejor hasta que aquella señorita que lo despertó, llamó a su padre con asunto urgente acerca de unos ataques norcoreanos. El Señor Xiao se disculpó con su hijo y siguió a la señorita. Estaba nuevamente solo, aún no había terminado su desayuno pero tampoco quiso comer, así que se levantó de la mesa llevando su plato a la cocina y ayudando a la señora de limpieza.

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