[EDITADO: 05-09-2015] 8

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   A las once salimos hacia la cafetería de la comisaria como hacía frío llevaba ropa de abrigo y una bufanda.

   La chica llegó poco después de que entráramos nosotros. Tenía el pelo negro y brillaba bajo el sol de una manera increíble. De cuerpo era delgada pero tenía curvas, mediría más o menos uno sesenta y cinco y se movía con gracia. Llevaba puesta una cazadora de esquiar, pantalones negros de snowboard y unas botas de nieve blancas con remaches negros. La muchacha levantó un brazo y Wolf hizo lo mismo, la vi sonreír.

Sus dientes eran blancos pero los tenía un poco mal alineados.

—Wolfgang ¿verdad?

—Sí, el mismo que viste y calza.

Le estrechó la mano cual marinero a Wolf, por poco se la parte en dos. De cerca era más guapa todavía, sus ojos eran azul claro y su nariz era perfecta, los labios finos y muy atractivos.

—¿Tomamos un café? —Le preguntó Wolf cual gentleman.

—Claro.

El acento de la chica me enamoró nada más oírlo.

—¿Hace cuanto que vives aquí? —Le sonsacó Wolf, no quería ir al grano.

—Llegué hace cuatro meses, encontré un trabajo de lo mío.

—¿Lo tuyo? —Preguntó Tom y ella le miró con una ceja levantada— ¡Huy! Perdón. Tom O'Hara.

—Marizza —sonrió—. Soy decoradora de interiores, ahora seguramente tendré más trabajo. Tendría que haber pensado y estudiado a dónde venía antes de emigrar.

—Es un buen consejo —comentó Wolf.

—Pero yo no lo seguí y de pronto me vi en Nochebuena durmiendo en la calle.

—¿Y lo dice una italiana? Vosotros tenéis el Vesubio.

—Soy de Milán y algún terremoto he vivido. Pero no eran ni la mitad de este.

¡Qué grata sorpresa! Una mujer de Milán agradable.

—¿En dónde os resguardasteis? —Le pregunté.

—El nueve nos cogió cuando regresábamos a Little Italy, el conductor del autobús abandonó el barco y un chico rubio nos gritó que fuéramos al refugio. Corrimos como pudimos, creo que estaba por ahí.

Señaló a dónde estaba el polideportivo, recordé la chica que lloraba y a la que calmé. Como estaba todo a oscuras no la pude ver con claridad pero sabía que era ella.

—Tú estabas en el refugio ¿verdad? —Le dijo a Tom.

—No, yo llegué hace tres meses.

—Yo si, soy Glenn.

—Es verdad, recuerdo que dormías contra la pared y el perro ¿que tal está?

—Muy bien.

Según ella no tenía ni zorra idea de lo que hacía su hermano en aquella casa, nos contó que se había ido de Milán por él ya que andaba con malas compañías, «cosas de drogas», expresó con una sonrisa mal disimulada.

—Resumiendo, no sabías que hacía tu hermano ahí ¿no?

—Exactamente, no tengo ni idea —miró el reloj—. Bueno, ha sido una velada agradable, tengo que ir al hospital a ver cómo está Seth, si queréis algo ya sabéis mi número.

—Claro, ciao bella.

Ciao —rió mientras se iba caminando.

Cuando la chica se fue, el móvil de Wolf sonó.

[4] Las memorias de Leprechaun © {EN PAUSA}Where stories live. Discover now