Capítulo 2.

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¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? Me desperté tirada en el suelo del baño. Oía a lo lejos la voz alarmada de mi padre llamándome. Me dolía muchísimo la cabeza. Me levanté, me arreglé el pelo como pude y salí al pasillo. No había ni rastro del chico que me había agarrado en el baño. Vi como mi padre corría hacia mí.

—¿Dónde has estado, mi niña? Me tenías preocupado. ¿Estás bien?

Me mordí el labio pensativa. Podría decirle la verdad y que montase un número al hospital, y seguramente me llevase al psicólogo por lo del fuego. Podría decirle que me había desmayado y entonces yo también ingresaría en el hospital. Podría decirle que estaba dando una vuelta con Alice para despejarme un poco.

—Eh... He estado con Alice. Necesitaba aire fresco.

Él asintió mudo.

—¿Quieres irte a casa? Yo cuidaré de mamá. Lo prometo. Vete y descansa un rato.

Asentí. Fui a despedirme de mi madre. Ella seguía igual, tumbada en la cama con un montón de cables. Le di un beso en la mejilla y me fui. Al salir del hospital cogí mi móvil y tecleé el número de Alice. Un pitido, dos, tres...

—¡Eh, Kate! ¿Dónde andas? Llevo sin saber nada de ti por lo menos... ¡Doce horas!

—Pues ahora vas a tener ración extra de Kate, ¿quieres quedar un rato? Y avisa a Daniel.

—Vale, por mí genial. Te veo dentro de media hora en tu casa.

Sonreí ante la exagerada de mi amiga y colgué. Genial. Ahora tenía que pensar como llegar a casa. Andando tardaré una media hora y... Y entonces le vi. El chico del baño. Esta vez no me miraba enfadado. Simplemente me observaba. Empecé a notar como me temblaba todo el cuerpo. Pero entonces parpadeé y ya no estaba allí. Me estoy volviendo loca por momentos. Entonces vi la parada de autobús. El próximo bus llegaba en cinco minutos. Por fin algo de suerte.

Un rato después estaba sentada en la parte de atrás del bus. "Bip-bip". Otro mensaje. Pero esta vez era de Daniel. "Eh, ¿dónde estás? Tu padre me ha dicho que si podía venir a recogerte y aquí no estás. ¿Es porque estás enfadada?". Puf, genial. Le contesté que viniera a mi casa, que es adonde yo iba. Preferí no mencionar que también venía Alice.

Cuando llegué a la parada, sólo faltaban diez minutos para ver a Alice, así que fui andando lo más deprisa que pude a casa. A medio camino noté una mano en mi espalda y me giré rápidamente, creyendo que era el chico de antes. Otra vez no, por favor.

—¡Eh, que no muerdo! — gritó Alice.

—Me has asustado, idiota — dije mientras abrazaba a mi amiga.

—Tranquila, aquí estoy yo para protegerte — contestó mientras me devolvía el abrazo.

Seguimos el camino hacia casa. Llegamos al edificio azul, que tenía la puerta abierta (como siempre), el ascensor averiado (como siempre) y no había nadie en mi casa (como siempre). Al entrar en el piso, Alice se desplomó en el sofá. Siempre me ha encantado eso de tener confianza con alguien y no tener que decirle cosas estúpidas como "Mi casa es tu casa". Fui a buscar algo para beber. Me debatía entre contarle lo ocurrido en el hospital a mi amiga o seguir actuando con normalidad.

—¿Eh, por qué tardas tanto? ¡Me voy a deshidratar!

—Ahora voy, pesada.

Alguien golpeó la puerta de entrada. Será Daniel.

—Eh, Alice, abre tú. Ahora voy para allá.

Mi amiga se levantó y abrió la puerta esperando, como yo, encontrar a Daniel.

—Genial, ya ha llegado el servicio. Puedes empezar por limpia... Eh, ¿quién eres tú? — pero no era Daniel.

Volví alarmada al salón. Y allí estaba otra vez, el chico del hospital.

—Oh, querida, siento no ser quien esperabas. Tu amiga tiene algo que quiero, ¿serías tan amable de dejarme pasar? — y antes de que a Alice le hubiese dado tiempo de contestar, el la apartó de un golpe que la hizo caer al suelo. — Tus truquitos de bruja novata no valen de mucho para mantenerme alejado. Eres más tonta de lo que creía. Me vistes a la salida del hospital, entré en el mismo bus que tú y aún así no hicistes nada.

Un escalofrío me recorrió la espalda. Corrí a buscar mi móvil para llamar a la policía, pero al intentar levantar los pies del suelo noté que no podía moverme. Intenté gritar, pero como la otra vez, me vi incapaz.

—Yo también me sé algunos truquitos — sonrío.

Alice estaba igual que yo. No podíamos movernos. No podíamos gritar. Estábamos totalmente a su merced.

—Esta vez me vas a dar todo lo que te pida, ¿verdad? — me susurró al oído.

Noté como la mirada alarmada de Alice se clavaba sobre nosotros.

—Bien, o me das lo que quiero o os mato a ti y a tu amiguita. ¿Cuál de las dos cosas prefieres?

Me agarró de la cadera con ambos brazos. Podía moverme, pero no podía escapar de él.

—Como te atrevas a gritar o a pedir ayuda tendré que hacerte daño.

—¡No sé qué quieres! ¿Qué te he hecho yo para que me hagas esto?

—Ay, ojalá hubieses sido tú quien me ha hecho algo. Ojalá... — dijo tristemente. Por primera vez vi algo parecido a humanidad en él. Pero tan pronto como apareció, volvió a perderse.

Luché para librarme de él. Pero el seguía apretando cada vez con más fuerza. Intenté recordar lo que había pasado en el hospital. Estaba con él en el baño, el me apretaba de las muñecas y luego... Fuego. ¿Fuego? Lo único que recordaba después era levantarme sobre el suelo del baño.

—Si quieres que lo hagamos por las malas, por las malas lo haremos.

Volví a estar inmóvi. Me soltó y vi aterrorizada como se dirigía a Alice. Ella estaba aún más asustada que yo. Se inclinó hacia ella, con algo que parecía una sonrisa.

Entonces la puerta se abrió de golpe. ¿Daniel?

Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora