XV - ADN Alienígena

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— Vamos a viajar a otro planeta y salvar a una niña y tal vez a toda la población. Creo que disfrutarás descubriendo otros mundos.

— Si tengo una opción, quiero ir a casa.

— Vamos, Sánchez. En ninguna clase de cosmología aprenderás tanto como en este viaje.

— ¡Está bien! Lo haré, pero necesito decírselo a mi madre. Ella va a enloquecer y parecerse a Lorena.

— Creo que mejor no.

— ¿Por qué?

— Hay algunos tipos de Planet Vida queriendo arrestarnos. Cuando regresemos, han prometido regresar para esta fecha y nadie sentirá nuestro regreso.

— No necesitaba esto. Ahora también habrá viajes en el tiempo.

— Te lo explicaremos todo durante el viaje, Sánchez. Zara dijo después de volver a su forma humana.

— Madre mia... espero estar tomando la decisión correcta.

Nicolas le contó toda la historia a su amigo y observado por él, entrenaba todos los tipos de lucha diariamente por la mañana. Aunque tuviese las teorías en su mente, necesitaba también que su cuerpo adquiriese preparación física, además de armonizar su entrenamiento para aprender a dominar su energía interior.

A partir de los ejercicios iniciales, en pocos días ya mostraba un buen desempeño y conseguía practicar sus enseñanzas junto a su maestro.

Después de mucha práctica Tíbor le llamó para luchar en el tatami improvisado en el almacén. No consiguiendo resistir a la invitación, fue a luchar. Era hora de testar a su alumno. Sánchez e los otros se quedaron mirando luchar a los dos.

El profesor le asestó algunos golpes, pero el chico empezó a darse cuenta de que sabía que lugares alcanzar en el cuerpo del adversario. Por eso no titubeó, atacó. Tíbor era muy bueno con las piernas y brazos, tanto en el ataque como en la defensa. La lucha estaba difícil y Nícolas pensaba en cómo podría derribarle.

Sin pestañear, sujetó los brazos de su maestro y, tomando impulso de su fuerza, calzó los pies de su oponente tirándole al suelo. Enseguida, saltó encima de él para inmovilizarle y le abrazó el cuello para hacerle una llave. De este modo, consiguió finalizar el golpe.

Fue cuando Tíbor le palmeó la pierna tres veces, desistiendo de la lucha. Nícolas entonces pidió disculpas y le dio la mano para levantarle.

— Nícolas, aprendes rápido y estás usando tanto la derecha como las llaves con mucha facilidad... ¡Muy bien! — Dijo el maestro admirado.

El chico agradeció, con el cuerpo un poco dolorido. A fin de cuentas, Tíbor era mucho más grande que él.

En la segunda etapa del entrenamiento, Tíbor decidió llevar al joven a un lugar desierto para que entrenasen en ambientes adversos usando los mejores armamentos que poseían. A partir de ese día, los dos se teletransportaban a un lugar desierto en el Gran Cañón, estado de Arizona. Aún hacían el entrenamiento del gimnasio y también iban al desierto todos los días. Sánchez los acompañó y también aprendió a lanzar algunos golpes.

Tíbor le enseñó cómo usar las armas. Había una lanza que se formaba a partir de una especie de bastón que se desdoblaba soltando dos puntas de rayos laser. Disponían también de la pistola laser y un anillo de ondas sonoras que era usado para desequilibrar al oponente. Un lanzador de rayos cósmicos hacía una perforación grande en sus blancos. Eran armas muy poderosas.

La esencia del entrenamiento de Tíbor era mostrarle al chico que lo más importante dentro del aprendizaje del arte del combate era mantener el honor, el carácter y el altruismo.

Los Hijos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora