𝘾𝙤𝙣𝙛í𝙖 𝙚𝙣 𝙢í.

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Pasó al rededor de media hora hasta que Daryl volvió a recuperar todos sus sentidos y fue capaz de articular alguna palabra. Aaron lo ayudó en todo momento a ponerse en pie y le trajo ropa nueva para ponerse, más cómoda que la que había llevado puesta todos aquellos días. Después le desconectó la vía de su mano derecha para luego curarle la herida que le había provocado aquella.

Había perdido ya la cuenta de todas las veces que le había preguntado dónde se encontraba Rick, pero al menos Aaron no parecía molestarle contestarle una y otra vez lo mismo. 

— Por centésima vez, ahora te llevo con él. — Dijo Aaron seguidamente de una corta risa y Daryl simplemente asintió con la cabeza, pensando que sería mejor confiar en aquel hombre.

Aaron no parecía mala persona, Daryl siempre había sabido clasificar a las personas con tan solo estar un par de minutos con ellas y Aaron, por su suerte, podía ser cualquier cosa, pero malo no era. Por su parte, al Alexandrino tampoco se le daba nada mal conocer a las personas aún y haber estado poco tiempo con ellas, y recibía las mismas vibraciones hacia él; Daryl no le parecía malo. Quería saber qué clase de relación tenían el hombre que tenía sujetado por un brazo para evitar que cayera y el caminante que estaba en la habitación de al lado, tenía curiosidad por saber su historia, pero al igual que Daryl parecía buen chico, también parecía alguien desconfiado hasta la médula.

Nada más salir de la habitación, se podían escuchar los fuertes gruñidos de Rick resonar por todo el pasillo. En todo el tiempo en el que llevaban de aquella manera, Daryl había aprendido a distinguir los diferentes tonos de gruñidos que Rick hacía dependiendo de su estado de ánimo, era lo más cerca a lo que estaban de comunicarse y entenderse, y los que ahora sonaban no le hacían ninguna gracia. 

Al entrar, había un grupo de varias personas rodeando lo que debería ser Rick, aunque no lo sabía muy bien porque el grupo le impedía verlo. Después de un par de segundos de estar ahí dentro, los gruñidos de Rick fueron cesando y pronto se volvieron leves gimoteos, como si estuviera pidiendo a gritos que lo desataran, pero esta vez de una forma más pacífica.
Cuando todos se dieron cuenta de como el tono de voz del caminante había cambiado de golpe, se giraron en dirección a la puerta, donde Aaron y Daryl estaban de pie.

— Interesante... — Dijo una mujer mayor bajita cuando relacionó el cambió de actitud del caminante con la aparición del chico con el que había llegado a la comunidad.

— Desátalo. — Dijo Daryl con tono serio al ver como tenían a Rick atado de manos y pies y con un pañuelo entre los dientes, el cual no sabía como habían conseguido ponerle, sabiendo lo agresivo que podía llegar a ponerse Rick al estar cerca de humanos que no fueran él. Todos los del grupo miraron a la mujer, esperando una señal para acatar sus órdenes. La mujer los miró de vuelta y asintió levemente con la cabeza para que lo desataran como le había pedido Daryl. No muy seguros, dos de los hombres que allí se encontraban, desataron al caminante de todas las cuerdas que llevaba alrededor de su cuerpo y le quitaron el pañuelo en un rápido movimiento por miedo de que los pudiera atacar.

Antes de que nadie se diera cuenta, el caminante ya estaba en pie y corrió con una rapidez admirable, aún y ser un medio muerto, hacia Daryl. Apartó con mala gana el brazo de Aaron con el que estaba sujetando el de Daryl y rodeó el cuerpo de este con ambos brazos, estrujándolo con fuerza contra su propio cuerpo y alejándolo un poco de las demás personas que había en la habitación de forma sobreprotectora. Daryl dejó que el caminante se acercara todo lo que él quisiera ante las miradas atónitas de los Alexandrinos. Podía escuchar los murmullos de sorpresa de algunos de ellos, pero no podía escuchar qué era lo que decían, ya que tenía a Rick justo al lado de su oído haciendo aquel ruidito de felicidad que hacía cada vez que Daryl le mostraba un poco de afecto o le dejaba hacer lo que quería. Había bautizado aquellos ruidos como "gruñidos de felicidad" porque al fin y al cabo, seguían siendo gruñidos.

Un cuento torcido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora