Capítulo 11 (Parte 2)

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Con la constante poca fluidez que había en las carreteras de la gran ciudad, y más en un día festivo, llegaron al Hotel Shillmon después de una hora y tres cuartos. Jacob Hachstein se sentía preocupado por su compañera de al lado, que durante todo el trayecto tatarreaba alguna canción infantil y su cabeza balanceaba con las luces detrás de la ventanilla del coche.

Hubo una que le sacó una sonrisa. La cantaban los niños de primaria a la hora del recreo mientras jugaban, cuando ellos estaban en secundaria. Fue cuando repitió el año y Adelain estaba constantemente encima de él, pero cuando las primeras letras sonaron, se quedaba callada y escuchaba con calma las dulces voces. Recordó la triste sonrisa que le salía al escucharlo y los fuertes latidos de su adolescente corazón.

Un corazón robado por la tristeza de sus ojos oscuros.

Quiso hacer memoria, ¿cuando fue que comenzó a enamorarse de ella? Un día lo descubrió, pero todo empezó antes de que fuera consciente de sus sentimientos ¿Cuando fue? ¿En qué momento?

¿Y por qué seguía tan obsesionado con ella? Había hecho todo lo posible en alejar esos sentimientos, pero la distancia los volvió más fuertes, como si hubieran tomado vida propia. Estaba en otra ciudad y la veía en todas partes, en los ojos de las chicas con las que salía, en cada melena oscura y en sus sueños, como un enter sin cuerpo. Tenía la necesidad de volver a ver a la perfecta mujer que nublaba su juicio.

Y ahora, estando con ella no se sentía merecedor de su compañía. Se menospreciaba por ello. Adelain era mucha mujer para él, no era nada suyo. Él era un pervertido que ya tenía la suerte de ver a su diosa bajo su sombra.

Pero ya era muy tarde para dejarla escapar.

Se había planteado en cancelar el chantaje e irse de nuevo, pero aquella imagen en su habitación le perseguía sin descanso. Las rojizas cuerdas atada a su voluptuoso cuerpo, el sudor descendiendo por su bronceada piel, su pequeña boca entreabierta buscando aire y placer, y aquella postura de sumisión y provocación que le incitaba a tocarla.

Los latidos golpearon su pecho. La miró por el rabillo del ojo. Ya era demasiado tarde para dejarlo.

Quería más de ella. La quería a ella.

Aparcó el coche en el parking subterráneo y volteó la capota del coche para abrir su puerta y ayudarla a salir. La joven se sostuvo en sus manos y se apoyó en el coche.

-¿Puedes caminar? -preguntó el empresario.

Levemente asintió y volvió a tararear. Se comportaba como una feliz niña pequeña. Dio unos pasos y a punto se iba a caer si no fuera porque Jacob ya lo había previsto.

-¡Puedo sola! -se quejó Adelain golpeando con sus gelatinosos brazos al pecho de Jacob.

El joven hombre sonrió maliciosamente. Quería jugar un poco con ella.

-¿A sí? Veámoslo pues...

La soltó y Adelain dio unos pasos más en zig zag hasta que sus flaneadas piernas la dejaron en el suelo.

-¡No puedo! ¡Ayudaaaaaa! -su voz aguda volteada al hombre y con los brazos extendidos le recordaron a Jacob a un bebé que quería atención.

Preciosa y dulce. A Jacob le estaba volviendo loco verla tan vulnerable.

-Ya te llevo -se agachó y la cogió en brazos. El cuerpo de la mujer pesaba, pero al empresario no le importaba con tal de tenerla tan cerca de su cuerpo.

Fueron al ascensor y Jacob pulsó en la planta donde se hospedaba. Para utilizar todos los servicios del hotel, tenía que usar la tarjeta que le entregaron, por lo que aparte de llevar a Adelain, tenía otra cosa ocupando los juguetones dedos.

EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora