Tan fría que quemaba.

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Cuando creía que la tormenta ya había acabado, el cielo volvió a cerrarse. Aquel arco iris que habia observado durante días, desapareció. El sol dejo de brillar, las golondrinas se marcharon y los cuervos se posaron sobre mi ventana. Me quede allí sentada durante horas. Observando como cada vez la oscuridad se hacía más inmensa, como los cuervos iban y venían. Me quede allí, inmóvil. Intentando tragar aquel enorme nudo que parecía enredarse con mis cuerdas vocales. Me quede allí, inmóvil, mientras mi mente conspiraba contra mí misma. Mientras sentía como mis venas se congelaban. Mi corazón, mi destrozado corazón se había encogido de tal manera, que parecía una simple piedra. Sentía un cañón disparando espinas a mi espalda. Como si me hubiesen clavado mil agujas en la espalda. Me dolía, claro que me dolía, pero me sentía tan vacía, tan fría, que en una milésima de segundo, mi cuerpo neutralizó todo el dolor. Estaba cansada de que nadie me cubriera las espaldas, de caminar sola. Me sentía tan sumamente inútil, que empecé a seguir a mi propia sombra. Me sentía como ese árbol en el bosque que cae sin que nadie la vea. Pensaba que lo peor era sentirse triste, pero no. Sentirse vacía es mucho más doloroso, es como sentir un cuchillo clavado en medio de tu esternón. Sentirme vacía, me llevo a ser tan fría, que hasta yo mismo tiritaba.

Ligamentos destrozadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora