Capítulo 5

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Meg miraba al encargado consternada, abriendo más sus grandes ojos azules. Su boca intentaba articular alguna palabra sin conseguirlo a la vez que sus manos subían y luego caían inertes.

De pronto todo se hizo evidente. Había acosado a Mary Jane y había dado en el clavo. Mary Jane Pruitt necesitaba desesperadamente ese trabajo.

Por eso se comportaba de manera tan rara desde hacía unos días. Había conseguido acorralarla y ahora se vengaba de ella sabiendo que no montaría ninguna escena que pudiese comprometer la situación de su amiga.

Él tuvo la certeza de que ella había entendido. Su placer no habría sido total de ser lo contrario. Su venganza era completa.

—Aquí tienes tu finiquito, cámbiate y desaparece. No quiero verte más por aquí, ni como clienta. ¿Entendido? —remató levantándose, dando por finalizado el encuentro y tendiéndole un sobre.

Meg, que había estado de pie todo ese tiempo, dio un paso hacia él muy recta, callada, indignada y presa de una inmensa rabia contenida. Se acercó mirándolo fijamente a los ojos y alargó la mano izquierda para coger el sobre que le presentaba con la derecha. Lo cogió pero él lo retuvo fuertemente, jugando con su poder. Seguía mirándolo fijamente, sus ojos fulminando, él aguantaba satisfecho y seguro de sí mismo. El encargado volvió a llevar el sobre hacia él con un pequeño tirón para reforzar su victoria, exhibiendo una sonrisa cínica y frunciendo de placer sus ojos saltones, aumentando su protuberancia.

Meg no pudo más, tiró de golpe el sobre hacia ella a la vez que le propinaba un fuerte puñetazo en el huevo duro izquierdo. La cara del encargado seguida del resto del cuerpo fue a aterrizar contra la mesa abarrotada de albaranes y facturas sin clasificar, esparciendo estrepitosamente todo por el suelo, pantalla y teclado incluidos.

Meg sacudió su mano. Le dolía, el golpe había sido tremendo. Era su primer puñetazo, no lo había hecho del todo mal, pensó.

Se acercó al hombre que intentaba liberarse de los cables del ordenador y levantarse gimiendo mientras se sujetaba la cara.

—Me has dejado tuerto, te voy a demandar, vas a ir a la carc...

Meg se agachó, apartó la pantalla y levantó de nuevo el puño, él se revolvió protegiéndose el rostro.

—¡Escúchame bien, pedazo de mierda, voy a mandar a mis amigos a por ti, prepárate!

Y se dirigió a la puerta. Antes de salir se volvió hacia él. Estaba levantándose. Ya tenía el hematoma invadiendo el lado izquierdo de la cara, el ojo parecía la punta de una berenjena al horno.

—Otra cosa, aquí todos te llamamos "Ojos de Huevo", aunque ahora no sé si habrá que cambiarlo.

Cerró la puerta con cuidado y educación al salir.


Y Azul - La extraña historia de Meg SandersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora