El sueño de Alicia

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Sam abrió lentamente los ojos, la luz de una farola entraba por la ventana de su habitación formando extraños dibujos en la pared. Sam intentó levantarse de la cama, pero practicamente no podía moverse, todos sus músculos dolían y no pudo emitir un aullido de dolor.

-Descansa pequeña, pronto se te pasará.

-¿Papá?- Sam movió los ojos buscando a su padre y el apareció sentándose a su lado en la cama.- Ian me ha contado lo que has hecho, no ha estado bien, podías haber muerto.

-Estoy bien.- dijo vagamente, también le dolía abrir la boca, genial.

-¡No, no lo estás! ¡No eres un Dios completo Sam, no puedes ir cambiando Licaóns en personas, casi mueres!- Mike le estaba gritando, jamás le había gritado, pero estaba muerto de miedo, por un momento pensó que Sam iba a morir, su pequeña, su vida.

Mike estaba en en salón con John, ninguno hablaba, ambos estaban demasiados preocupados por sus hijos y por los que les podía ocurrir. El silencio reinaba en la habitación hasta que un enorme trueno retumbó en la sala rompiendo los ventanales y tirando libros y estanterías. Ian apareció con Sam en brazos, la chica no se movia. Mike miró a Ian sin comprender, pero el muchacho no se había fijado en él, ni en nadie de la habitación, sus ojos llenos de pánico solo se centraban en Sam.

La tumbó en el suelo y con las manos le rasgó la ropa de combate que llevaba dejando expuesto su pecho, de alguna manera el sujetador había logrado sobrevivir. Ian se frotó las manos y las puso en el lado izquierdo de su pecho, justo donde estaba el corazón. Mike estaba paralizado, todo aquello parecía pasar a cámara lenta, Ian apretaba sus manos contra el pecho de Sam y le aplicaba descargas eléctricas. El corazón de Sam se había detenido.

-Sam por favor, no me dejes, no quiero perderte a ti también.- La descargas que aplicaba Ian habrían incinerado a cualquier persona en menos de un segundo, pero Sam no era cualquier persona. Los ojos de Ian estaban llenos de lágrimas pero no cesaba de intentar revivir a la chica.- Perdóname por esto Sam, pero no pienso dejarte morir.- Ian se contó las venas con una de sus uñas y la sangre empezó a salir a borbotones de manera tremendamente escandalosa. Ian se llenó su boca de su propia sangre hasta que su herida se cerró y entonces se inclinó, abrió la boca de Sam y con un beso traspasó toda su sangre a la chica, con una pequeña descarga hizó que el cuerpo de Sam tragara y después volvió a su pecho para aplicarle una última descarga. Su corazón reaccionó esta vez, la chica cogió una bocanada de aire pero no abrió los ojos. Ian la levantó del suelo y la apretó contra su pecho, las lágrimas corrían por sus mejillas mientras se mecia con la chica en brazos.

-¿Ian?- Mike estaba a su lado, pero no estaba seguro de como había llegado ahí.

-Esta bien, esta viva, esta viva, esta bien...- Ian no cesaba de repetir eso, pero Mike sabía que no se los decía a él, Ian se lo repetía a si mismo para intentar calmarse. Ninguno de los presentes en aquella habitación se habían dado cuenta de todo el público que había mirándolos desde la puerta sin comprender.

Ian besaba una y otra vez el pelo de la chica mientra repetía- Perdóname, perdóname,perdóname...

Drake entró en la habitación empujando a todos los que estaban en la puerta, Joe intentaba dar explicaciones a las millones de preguntas que le estaban haciendo, todos habían dado por hecho de que los Licaóns habían intentado matar a Sam y todos se querían preparar para darles caza. Joe gritaba tanto intentando apaciguarles mientras les explicaba que sabía que a la mañana siguiente no podría hablar,

Drake quería arrodillarse al lado de Sam, pero al ver la imagen que tenía delante simplemente no pudo. Había oido leyendas, lo había estudiado en sus libros, pero aquello le resultaba casi imposible. Ian tenía agarrada a Sam contra su pecho, mientras él no paraba de pedirle que le perdonase y le daba besos en su rubio cabello. Pero lo que impactaba a Drake era ver a un Dios llorando, sus lágrimas parecían de plata y estaban creando un rio que atravesaba la casa, flores crecían alrededor de los dos dioses y la flora empezaba a invadir aquella habitación reclamándola como suya.

El cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora