Invisible

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CAPÍTULO 4

Luego de unas largas horas llegué a mi destino: Cancún. Con cansancio y los huesos entumecidos bajé del avión. En Guadalajara me había encargado de hacer mi reservación en un hotel costoso. Ahí se iban mis ahorros de toda la vida.

«Porque, ¿Qué importancia tenía el dinero cuando ya no había tiempo que perder?»

Encontré el hotel con dificultad, pero apenas puse un pie dentro y un chico corpulento se encargo de ayudarme con mis maletas. Le agradecí y sonreí amablemente. Después, me acerqué a la recepción.

—Hola, disculpa, ayer hice mi reservación—le dije amablemente a la chica que debía ser la recepcionista.

Pasaron los minutos y nada. La chica no se percataba de mi existencia, seguía hablando por teléfono.

—¿Hola?—agité mis manos frente a ella—. Estoy aquí, ¿No me escuchaste? O espera..., ¿Soy invisible?—pregunté con sarcasmo antes de escuchar como alguien se reía a mi lado.

Giré la vista y me encontré con el dueño de una bonita sonrisa. Además, el chico poseía un par de hermosos ojos azules y cabello desaliñado de color pelirrojo. Sin contar que sus facciones finas lo hacían lucir completamente adorable.

—Créeme, no lo eres. Puedo verte perfectamente—respondió el chico mostrando una sonrisa que lo hizo lucir aún más adorable que hace unos segundos.

—¡Que alivio!—toqué mi pecho dramáticamente para hacerlo reír—. Ya empezaba a preocuparme, pero por lo que puedo ver creo que para ella sí lo soy—fruncí los labios y él volvió a reír.

—Creo que está en medio de una llamada muy importante—me informó al mismo tiempo en se que encogía de hombros.

—¿Llevas mucho tiempo aquí?—pregunté llena de curiosidad.

—Tal vez... es decir, llevo quince minutos aquí y en el hotel, como cincuenta—me informó sin borrar esa sonrisa de su rostro.

«¿Acaso nunca se cansaba de sonreír?»

—Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarles?—nos preguntó la recepcionista, quien daba por finalizada su llamada y nos regalaba un poco de su atención. Era bonita, parecía de unos veinte o veintiún años, su cabello era castaño claro, sus ojos grises y las tenues pecas que rodeaban sus pómulos me hicieron recordar a mi hermana.

Estaba a punto de perderme en mis pensamientos, cuando la voz del pelirrojo me trajo de vuelta al presente.

—Primero las damas—me indicó haciendo un ademán con la mano.

—Oh, no te preocupes. Tú llegaste primero, así que puedo esperar—sonreí tímidamente.

—Bueno, yo sólo quería informarle que estamos conformes con lo que pedimos—fruncí el ceño al escucharlo.

«¿Había esperado quince minutos sólo para decirle a la recepcionista que estaban conformes con lo que pidieron?»

 —Adiós, chica invisible

—Adiós—respondí elevando ligeramente las comisuras de mis labios. Él por su parte esbozó una sonrisa ladeada y desapareció de mi vista en cuanto se subió al ascensor.

Por un momento, el chico se me hizo conocido. Su rostro era familiar, pero no le dí importancia; al menos no tanta. La chica me dio la llave de mi habitación y me indicó donde estaba ubicada. Noté lo espaciosa que era en cuanto entre y al encontrar la cama me arrojé sobre ella.

Secrets | CD9Donde viven las historias. Descúbrelo ahora