Veinticuatro🌻

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-No me puedo creer que esto siga intacto. -dijo Jesús mirando una pequeña tienda que estaba enfrente nuestra, se refería a que los estantes seguían llenos de cosas, souvenirs del pueblo, postales, aquel sitio era verdaderamente hermoso en su tiempo. -Mira esto, -agarró una de las postales que estaban de exposición en la puerta con su mano. -Villa Santana.

-Un nombre de lo más... -fruncí el ceño pensando.

-Raro. -terminó mi frase.

-Pero tiene esencia, por lo menos a mi me gusta. -sonreí.

-Eso es porque eres rara, Maya. -rió mirándome y yo le di un pequeño empujoncito, él solo levantó las palmas en señal de inocencia. -¿Quieres seguir investigando? -se acercó a la puerta y consiguió abrirla de solo un tirón.

-Bueno, tampoco es que tenga muchas opciones. -di un paso al frente. -Además, ya hemos llegado hasta aquí, estaría feo no entrar.

Entramos a la tienda y de verdad que no entendíamos como nadie había venido para robar aquellas cosas, o por lo menos para investigar lo que pasó con este sitio. ¿A nadie le parecía raro? Un pueblo como aquel, abandonado, dejando todo atrás. Bueno, de una cosa estaba segura, y era que yo no lo iba a dejar pasar tan fácilmente.

-Jesús... -le llamé, el solo emitió un sonido para decirme que prosiguiera, pero siguió mirando las cosas del lugar. -Y si... ¿aquí pasó algo más grave de lo que imaginamos? -solté un suspiro suave. -Yo no me quiero quedar con la intriga de saber qué pasó aquí.

-¿Y qué propones...? -me miró. -Aquí no hay nada que nos indique los hechos. Simplemente dejaron todo atrás y se fueron. Tampoco es que sea adivino, Maya. -rió.

-Vamos. -dije encaminándome hacia afuera de la tienda.

-¿A dónde? -siguió mis pasos.

-A la biblioteca en busca de registros. ¿A dónde si no?

-No he pisado la biblioteca en todo el curso, ¿crees que lo voy a hacer ahora?

-Bueno, si no quieres venir no vengas, pero al menos acércame hasta allí. -llegamos a donde estaba la moto y cogí uno de los cascos.

-Joder, Maya. -soltó un suspiro. -No me creo que vaya a pasar la cita con la chica que me gusta en la biblioteca...

Sonreí un poco. -Te lo compensaré, lo prometo.

-¿Cómo es que no aparece ni en los mapas? -cerré otro libro más y eché un suspiro profundo. -Algo tiene que haber, no han podido borrarla sin más...

-Maya ya hemos mirado en un montón de libros, y en ninguno pone nada de Villa Santana, yo creo que es mejor que nos vayamos a casa. Vamos, te llevaré. -se levantó de su silla.

-No, Jesús, no te rindas tan fácilmente. Seguro que encontramos algo... -cogí otro ejemplar de la pila de libros que teníamos encima de la mesa.

Por lo que se sabe, yo era una persona muy persistente. Si algo se me metía entre ceja y ceja había que hacerlo, como si tuviera que estar allí toda la noche. Supongo que eso lo saqué de mi madre, ella es tan cabezota como yo, incluso más. Calum sin embargo era el polo opuesto, pasaba de todo y de todos, no le importaba nada ni lo más mínimo, en algunas ocasiones querría ser así.

Jesús suspiró profundamente y se volvió a sentar, pero esta vez mirando el móvil. Creo que se estaba arrepintiendo de todo lo que había conseguido con Bieber. Es más, yo creo que si le pudiera dejar de gustar en ese momento, aceptaría al instante.

Las horas pasaban, ya eran las once de la noche. Mi madre había llamado varias veces, tuve que decirle que estábamos cenando y que habían tardado en traernos la comida, una excusa típica. Jesús se había quedado dormido en la silla, la verdad es que me sentía muy culpable, había arruinado nuestra cita nada.

Cansada de todo y de todos, cerré otro de los cuatrocientos libros que habíamos cogido y lo aparté al montón de los que ya había leído, dejando que por entre las hojas se saliera un recorte de periódico.

-Mierda... -maldije por lo bajo, no quería despertar a Jesús. Cogí el recorte, era una foto, de una inauguración. -Espera... ¿esa no es...? -la tienda de souvenirs, no podía creerlo, por fin había encontrado algo. -Inauguración de la primera tienda en Villa Santana... -leí el pie de foto. -Dios mío... ¡Jesús! -me giré hacia el moreno sacudiéndolo.

-¡Dios! -despertó sobresaltado. -¿¡Qué cojones, Maya!?

-¡Mira! -le mostré el recorte y él lo observó con los ojos entrecerrados, podría jurar que aún seguía dormido.

-Eureka, has encontrado algo... ¿Nos podemos ir?

-¿A quién se te parece? -dije señalando a un chico de unos 25 años en la foto. Él lo miró por unos segundos.

-No puedes estar hablando enserio... -rió.

-Se parece muchísimo al profesor de naturales.

-Con todo el respeto que te tengo, Maya, no creo que sea el profesor de naturales.

-Bueno, lo sabremos cuando se lo preguntemos. -me levanté de la silla con el recorte en la mano y salí de la biblioteca con los pasos de Jesús tras de mi.

-¿Es que vas a preguntarle?

-Por supuesto que si. -le miré. -Soy una persona muy cabezota, Jesús, necesito saber la verdad.

-Yo creo que no deberíamos meternos donde no nos llaman...

-No tienes porqué acompañarme, puedo hacerlo yo sola.

-Maya. -cogió mis manos. -Me gusta mucho salir contigo, pero creo que estás loca -rió.

-Bonita forma de decirlo la verdad. -reí con él.

-Vámonos a casa, por favor, espera al lunes y descubrimos dónde vive. -se le notaba muy cansado.

-Está bien... esperaré al lunes si el señor lo quiere.

-Bien. -sonrió.

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