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Con cada paso que daban para poder llegar a la elegante casa Kim, la mujer se preguntaba el porqué de la actitud de su pequeño niño. JongIn no daba paso sin que su cabeza volteara, parecía un pequeño robot descompuesto que a cada nada giraba su cabeza. Se preguntaba también por el que podría estar maquinando la pequeña cabecita; porque su niño está extraño, extraño en un sentido diferente al habitual.

La casa Kim siempre ha sido esbelta y llena de elegancia, no hay casa o estructura arquitectónica que se le compare. La casa Kim se podía ver a una calle de las demás, era muy grande, como castillo para un príncipe. Era costumbre, que inclusive tenía horario programado cada semana para poder mantenerse completamente limpia, cada dos días a la semana, los empleados se encargan de embellecer aún más el gran castillo. Ese día, JongIn entró saludando uno a uno a los empleados que simplemente le devolvían el saludo con una inclinación de cabeza. Le dolía que no hubieran cálidos recibimientos o un simple 'Buenas tardes' afectivo. Sólo tenía las palabras de su mamá, palabras que no le alcanzaban, pero las tenía.


En las tardes su madre mayormente disponía su tiempo en el estudio o no sabe en qué, pero está lejos de él. Es así que siempre, al llegar a casa, corre como potrillo alborotado por todo el salón. Pone sus brazos atrás y corre, corre como si no hubiera mañana. Imagina que es un campo abierto y debe escapar como el correcaminos, después, su mamá le llamaría para poder almorzar y luego todo sería mejor. Así que, esa tarde, cuando su mamá abrió la gran puerta de madera, se dispuso a correr. Dejó su mochila tirada en el suelo y sin limpiar las suelas de sus zapatos corrió. Su nana reía al ver tan siquiera un ápice de alegría en su niño, pero de repente una mano en el hombro del pequeño detuvo su andar. El agarre era fuerte y un poco doloroso, en la mano intrusa un anillo de diamantes se lucía junto a unas uñas rojas recién hechas porque el brillo era diferente y el olor a barniz escocía la nariz del pequeño.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó

-Só-sólo, sólo-

-Só-só-sólo, ¿ni hablar puedes? ¡Mira lo que le hiciste a mi alfombra! - utilizó más fuerza en su mano para hacer énfasis en su enfado. Valgan verdades, esa alfombra estaba a simple vista más que impecable. No había rastro de barro, pero para la señora todo estaba mal.

-Lo siento...- susurró más que triste.

-Tus lo siento no van a limpiar nuevamente la alfombra. Y ahora debo mandar a hacer todo de nuevo. -miró a la que había cuidado de ella cuando pequeña- ¡Hey! llévate a esta cosa por la puerta de servicio y ya ves si come no no. Manda a cualquier persona a que limpie esto. - Salió de la habitación con humo por la cabeza.

-Ven aquí pequeño- soltó con cariño. Tomó la pequeña manito y le guió hacia afuera.Su mano seguía siendo fría.

En la mente de JongIn, el correcaminos se había roto una patita y por eso decidió tomar un descanso hasta que llegó el coyote y le lastimó. Mientras caminaba por el césped recién podado, los trabajadores sólo le veían con esa tonta mirada de siempre. Lástima.

Al entrar por la puerta de servicio pudo ver cómo los cocineros trabajaban con el máximo apuro, quiso sentarse en la barra y almorzar, pero uno de los asistentes de cocina le gritó haciendo que se asustara y su mamá le llamara la atención al ayudante. De mala gana le dejaron comer en una esquina apartada, donde no estorbara tanto. El apetito se había ido y las miradas de molestia le rondaban por doquier, a cada momento los cocineros murmuraban 'ese niño estorba, ¿no debería estar ensuciándose con lodo o algo?' los comentarios se referían a cuán molesta era su presencia y por qué no, a cuán molesta era su existencia. Le gustaría salir y poder ensuciarse, corretear sin descanso y reír sin parar, pero no podía ensuciarse porque su ropa era costosa y a su madre le molestaría su falta de educación. No podría corretear porque debería estar estudiando antes y reír, pues, no sabe cómo es eso.

GoodbyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora