C.3: COCAINE

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Cuando el timbre de su casa sonó, Maia seguía demasiado absorta en memorizar la Ley de Cohesión Sanitara. Descolgó el telefonillo y la voz emocionada de Heidi le recibió al otro lado. Con toda la rapidez de la que fue capaz, se quitó el pijama a mitad de camino de su habitación para dejar caer sobre ella un vestido sencillo blanco y su chaqueta de cuero roja. Se calzó las zapatillas de camino a la puerta dónde descolgó el bolso que había preparado y se soltó el pelo de la coleta de caballo que llevaba.

Por supuesto, Heidi se sintió decepcionada al verla de aquella manera tan simple y poco cuidada.

-Menos mal que por lo menos te has puesto vestido.-gruñó la rubia que parecía recién salida de una portada de Vogue.

Maia le sonrió y se encogió de hombros.

-Pensaba que solo tenía que acompañarte.-respondió.

-Por supuesto que sí, pero no hace falta que vayas como si te importa un comino esa fiesta.-le cuestionó enfadada, caminando sobre unos tacones de quince centímetros hasta el maletero de su pequeño Renault Coupe blanco.

-Heidi, me importa un comino esa fiesta.

La rubia decidió, inteligentemente, que era mejor ignorarla, y se acercó de nuevo a la castaña portando una gigantesca bolsa de deporte. Maia miró la bolsa con desconfianza, sintiendo la necesidad de cruzar los dedos índice haciendo una cruz como si fuera el mismísimo demonio. Cuando vio lo que había dentro, lo único que quería era irse corriendo.

-¿Es normal llevar cuatro pares de zapatos en el coche?-preguntó asombrada.

Heidi rio.

-Mamá siempre dice que nunca sabes cuándo puedes encontrar el amor de tu vida.-comentó.-Y para esos momentos tienes que estar preparada. Ponte estos, te hacen juego con la chaqueta que, por cierto, me gusta. Aunque si te hubieras recogido el pelo y maquillado un poco luciría mucho más.

-Gracias, supongo.-dijo sarcásticamente.-Pero no pienso ponerme esas máquinas de tortura en mis pies.

Heidi frunció el ceño, enfadada y empujando los tacones contra su pecho.

-Póntelos.-le ordenó con frialdad. Maia tragó saliva.-Te perdono el peinado y la falta de algo que oculte ese par de ojeras porque... ya me gustaría a mí presumir de piel como tú. Pero esto tienes que ponértelo. ¡No te van a dejar entrar con esas zapatillas! Y no pienso quedarme fuera.

Maia resopló y los cogió. Claro. Aquella noche no iban al karaoke de Aida, ni siquiera al Shine. Iban a un lugar en el que seguramente tuvieran que decir su nombre para entrar, en el que habría una cola de dos horas y media y en el que si no vestías de Tucci, te negarían la entrada.

Pensar todo aquello le abrumó y le asustó. ¿Qué iba a hacer allí mientras Heidi la necesitara? Solo era capaz de imaginarse escondida en los baños esperando que su compañera le otorgara la libertad para volver a su casa y a la comodidad de su cama.

-Vamos, me los pondré en el coche.-aceptó al final.-No alarguemos más esta agonía.

Heidi puso los ojos en blanco pero sonrió, subiéndose al coche de un saltito y esperándola arrancando el motor. Maia suspiró observando los tacones y acariciando la puntera.

-¡Será una gran noche, Maia!-gritó y puso a todo volumen la radio.

-Si, sobre todo porque será larga.-murmuró y, con cuidado, se calzó los tacones.


Mientras intentaba no tropezar con algún bordillo, Maia siguió con rapidez a Heidi que ya había llegado al principio de la cola y hablaba con un hombre de seguridad con una carpeta y papeles. Cuando la castaña se colocó a su lado, el gorila le miró de arriba abajo y sonrió con arrogancia. Maia se sintió más pequeña de lo que era al ser escudriñada de esa manera.

MERAKI (MARCO REUS FF)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon