Silencio

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La mujer estaba en la cabaña, mirando a través de la ventana. Estaba sola. Esperaba que él pronto regresara, pero sabía que no lo haría sino hasta después de unas horas. Su amigo había venido por él al anochecer y ambos habían salido como si sus vidas dependiesen de ello.

―¿Volverás pronto? ―Le había preguntado.

Él la estrechó contra su pecho.

―Tan pronto, que no te darás cuenta que me fui ―contestó él.

En verdad no deseaba irse porque, cada vez que lo hacía, experimentaba dolor físico; como un vacío en el corazón. Ella era lo más importante que había en su mundo y dejarla significaba perderla. No soportaba si era un día, una hora o un par de minutos; no quería alejarse de ella. Sentía que si lo hacía, no volvería a verla.

―Víctor, debemos salir ahora ―dijo su amigo, con urgencia. Y se dirigió a ella, con una gran sonrisa. No podía evitarlo; verla lo hacía sonreír, a pesar de que por dentro estaba triste; siempre triste―. No te preocupes, Bianca. Tu chico no puede permanecer alejado de ti por mucho tiempo. Te garantizo que vendrá corriendo a tus brazos en cuanto quede libre de mis garras.

―Cuento con eso, Oliver. ―Rió con picardía la dama.

Bianca abrazó a su esposo y la dio un tierno beso de despedida.

―¡Ey! ―exclamó el invitado, al ver que su amigo se había olvidado de su presencia por completo. Ni que se fuera para siempre; sólo eran un par de horas. Lo agarró del brazo, y lo arrastró hasta la puerta. Si no los separaba, jamás se irían. Tenían el mal habito de demostrar su amor constantemente―. Se nos hace tarde.

Y no era mentira. Les quedaban, como mucho, unos cinco minutos. Después, sería tarde.

―Aguafiestas ―refunfuñó Víctor y gritó, mientras se alejaba―: ¡Te amo, mi amor!

Ella lo despidió, lanzándole un beso invisible que él atrapó en el aire, esbozando una enorme sonrisa. Estaban enamorados y se la pasaban haciendo esa clase de tonterías. Irradiaban esa clase de felicidad envidiable; esa clase de felicidad que, cuando uno trata de recordarla, parece un sueño lejano... Un sueño maravilloso del que era imposible no despertar alguna vez.

Oliver suspiró y se agarró la cabeza.

―¿Qué haré con ustedes dos?

Los hombres se internaron en el bosque y desaparecieron.

Bianca no podía dormir. Se hizo un té y se asomó por la ventana.

―Un eclipse ―se dijo, al notar el extraño tono rojizo que había adquirido la luna.

Decidió salir, para admirarlo y tomar un poco de aire. No importaba que hiciera frío. Miró el reloj. Su esposo volvería en cualquier momento. Tal vez, podría esperarlo afuera. Él se alegraría de verla allí y la levantaría en el aire, como cada vez que se reencontraban.

Bebió un sorbo de té y, entonces, la taza se le resbaló de las manos y se hizo añicos contra el piso de madera del pórtico.

―Ésa era mi taza favorita ―se lamentó, inclinándose para recoger los pedazos.

Se cortó con uno de ellos, sin darse cuenta, y la sangre comenzó a gotear en el piso. No era una herida profunda, pero sangraba profusamente.

―Oh.

Entró a lavarse la mano, dejando la puerta abierta y un camino de gotas escarlata.

―¿Cómo puede sangrar tanto un corte tan pequeño? ―Se envolvió el dedo con un paño y se volvió hacia la entrada, para recoger la taza rota.

El miedo la paralizó.

Víctor le había dicho muchas veces que mantuviera la puerta cerrada durante las noches, porque había lobos en la zona. Pero ella nunca había visto ninguno. Pensó que solamente había tratado de asustarla. Había escuchado aullidos de vez en cuando; aunque éstos siempre eran distantes. Los lobos nunca se acercaban a donde había personas. Más bien, todo lo contrario; se alejaban de ellas. O... Eso había creído.

Su corazón se aceleró. Un enorme lobo negro estaba parado en la puerta, olfateando el piso, allí donde se hallaban los restos de la taza y donde ella se había lastimado. Estaba olfateando la sangre.

Bianca trató de tranquilizarse, pensando que el animal se marcharía al verla. No había motivos para entrar en pánico. Los lobos les temen a los humanos, pensó.

El lobo levantó la cabeza y la miró. Sus ojos brillaban como dos linternas.

Víctor volvería muy pronto. Tan pronto, que no se percataría de que había estado ausente...

El animal entró en la casa y ella comenzó a temblar.

No tardaría; se lo había prometido.

El lobo dejó entrever sus dientes y emitió un gruñido.

¿Dónde estaba él? ¿Dónde estaba Víctor? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?

El animal avanzó hacia ella.

Una lágrima se deslizó por su mejilla. Estaba sola. Su esposo no regresaría a tiempo para ayudarla. Estaba sola con ese lobo... Completamente sola...

Intentó correr; pero no logró dar más de dos pasos.

Gritó, desesperadamente, esperando que Víctor pudiese oírla; pero su grito se extinguió tan rápidamente como había surgido...

Luego, todo fue silencio.



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¡Hola, gente linda!

Quería comentarles que Noche de lobos es una historia que había publicado en Wattpad hace unos años. La quité con intenciones de corregirla y tuve una serie de problemas que me impidieron volver a subirla. Pero aquí está otra vez, para quienes querían volver a leerla, y para quienes todavía no la conocen.

Espero que la disfruten^^ ¡Se agradecen los comentarios (infinitamente)!


Noche de lobosWhere stories live. Discover now