Parte 2. Yo no quería esto.

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Narra Leo

Por fin estábamos en el piso alquilado que llevábamos tantísimo tiempo esperando para mudarnos. Tan sólo lo habíamos visto en fotos y a decir verdad era muchísimo mejor de lo que me esperaba. Un salón pequeñito pero con unos ventanales enormes que hacían que se viera muchísimo más grande, en el salón había una cocina abierta en la esquina superior derecha, con las encimeras y cajones de color... ¿Rojo ferrari? Sí, creo que eso fue lo que dijo Jade, no sé, nunca he sido muy buena para estas cosas cuando se trata de colores... Jade te podría dar hasta una definición exacta del color en cuestión.
"Ese es el coche de mi padre ¿Lo ves? El marrón ceniza."
"No, mi mochila es la rosa algodón de azúcar, no Leo... Esa es salmón..."
"Me encantan tus pantalones azul cielo, aunque... ¿Porqué no te pruebas los azul agua? ¡No! Eso es azul marino."
" Leo... ¿Tu color favorito es morado no? Pero... ¿Morado, magenta, lila, violeta, púrpura...?"

Pero bueno, le quiero igual, creo que estas cosas al fin y al cabo hacen que seamos tan amigas.

Al final del salón había una televisión ni muy pequeña, ni muy grande, con un sofá negro en frente, muy grande, por lo menos dos personas cabían tumbadas ahí.
Al lado de donde estaba la cocina rojo ferrari había una puerta que daba lugar al pasillo, el suelo del pasillo tenía una moqueta blanca, al igual que nuestros cuartos, recuerdo lo que pensé la primera vez que lo vi.

"Y ahora... ¿Cómo leches practico?"

Porque sí, había una cosa que Jade no sabía, bueno, sí lo sabía pero no concretamente.
De pequeñas ambas empezamos haciendo baile contemporáneo, con ocho añitos o algo así, yo me salí a la primera semana, porque no me gustaba nada y me metí al conservatorio a tocar guitarra eléctrica y Jade siguió bailando.
Un día de camino al conservatorio, con unos nueve años, vi a unos chavales hacer una especie de volteretas y piruetas y cosas de ese tipo mientras se movían al ritmo de la música. Me fascinó completamente.
Recuerdo perfectamente lo que les dije.
"¿Qué hacéis?"
"Bailamos."
"Pero... Eso no es bailar..."
"Claro que lo es. ¿Has oído hablar del break dance?"
"No... Pero me gusta mucho lo que hacéis, me tengo que ir al conservatorio..."
"Mira, si quieres cuando salgas del conservatorio te enseñamos algunas cosillas."

Y así, dos veces a la semana, después del conservatorio, dejaba la guitarra en un lado y me ponía a bailar break con mis "amigos de la calle" o así se hacían llamar, nunca me gustó mucho ese nombre, pero terminé aceptándolo.

Y así hasta el día de hoy, antes solía hablarle mucho a Jade sobre el break y todo eso, pero como ella comenzó a aprender por si misma el contemporáneo y no paraba de hablarme de ello pues poco a poco dejé de hablarle del break dance y le hablaba muchísimo más del conservatorio, así que creo que ella acabó pensando que yo el break dance lo había dejado.

Aunque no era así.

Tenía pensado que cuando llegase aquí practicaría en mi cuarto un poco a hurtadillas, pero con la moqueta eso no iba a ser posible, además de que ahora que Jade iba a la academia estaría todo el tiempo practicando en el salón, así nunca podría yo practicar.

Llevábamos ya un mes aquí y cada día que pasaba yo odiaba más y más aquel conservatorio ¿Cómo puede ser que acabe odiando algo por lo que llevo luchando toda mi vida? Mi objetivo principal en la vida era llegar hasta aquí, o al menos eso creía, al menos hasta que escuché a Jade hablar de la academia de baile.
Todas las tardes cuando íbamos a comer a casa me contaba lo que había hecho aquel día, con quien había estado, las actividades que habían hecho, lo fantásticos que eran los profesores. Y yo sólo pensaba en aquel antro en el que me había metido ¿Porqué la gente en el conservatorio era tan seria y los profesores tan malhumorados? Se supone que la música te hace feliz, a mí hasta ahora era lo que más feliz me había hecho siempre en el mundo.
Pero las cosas cambian.

Harta de estar escuchando a Jade todo el día hablando de la academia se me ocurrió presentarme un viernes por la tarde para ver cómo era aquello. Verdaderamente no me extrañaba que Jade estuviera hablando de ello todo el santo día ¡Qué sitio! ¡Por favor! ¡Qué maravilla!
Si antes no tenía muy claro si me quería quedar en el conservatorio ahora lo tenía más que claro.

- Quiero venir aquí.- Susurré para mis adentros.

Fui por toda la academia preguntando a todo el mundo dónde estaba el director de este centro, quería hablar con él.

Entre pregunta y pregunta acabé frente las puertas del despacho A de la planta número 3.

No muy segura de lo que iba a decirle al director me di cuenta de que había un baño justo al lado de las puertas y entré para refrescarme un poco. Entré en el baño y me miré al espejo, tenía el pelo alborotado y rizado, como a mí me gustaba, nada que ver con en pelo de Jade, que era del mismo color que el mío pero largo y liso. Mis ojos se veían como amarillos, odiaba cuando son así, me repetía a mi misma, a ver, ojos, o sois marrones o verdes, pero no os mezcléis que el color amarillo ese es horrible, parezco un gato. Cuando de pequeña le solía hablar de mis ojos a mi padre el me decía que no dijera esas cosas, que es un color miel muy bonito ¡Color MIEL! ¿¡Aquí todo el mundo sabía de colores menos yo!? Parece que sí. Llevaba unos pantalones de chandal sueltos y una camiseta corta negra, que dejaba el vientre al descubierto, el negro hacía que mi piel pálida no se viera tan blanca como de costumbre, no era muy apropiado para ir a hablar con el director, pero es que no tenía ropa de otro tipo.
Me lavé la cara y salí del baño, una vez más me paré frente a las puertas, pero esta vez llamé decidida.
Era un despacho inmensamente grande con una mesa al final, detrás de la mesa había una silla en la que se encontraba sentada una señora.
- ¿Eres tú la directora? - Pareció poner cara de mosqueo y creo que sabía porqué, normalmente soy muy desenvuelta y activa, tanto que a veces resultaba de mala educación.
- Perdone señorita, pero a mí tráteme de usted, siéntese por favor.
Me senté en una de las dos sillas que había frente a su mesa e intenté ser lo más educada posible.
- Mire, mi nombre es Leo Palacios.- intenté saludarle dando un apretón de manos, dejé mi mano extendida en frente suya durante unos segundos mientras ella me miraba con cara de "dime ya lo que me tengas que decir, escoria humana." Al ver que no iba a aceptar mi mano la retiré, puse cara de disculpa y continué hablando. -Esto... Estudio en el conservatorio mayor y no me gusta.
- Creo que ya sé por dónde van los tiros.
- ¿Podría unirme a tu... Digo, perdón, a su academia? - Hablar de usted se me da de pena.
- Mire señorita Leo... En esta escuela no puede entrar cualquiera ¿Entiendes? Aquí sólo entran los mejores bailarines de España, personas con talento ¿Me oyes? La pregunta es ¿Tienes tú el talento que hace falta? Además, no tenemos plazas.
- Hagamos un trato, yo le demuestro lo que sé hacer y, si le sorprendo, usted creará una plaza para mí en esta escuela.
Se lo pensó unos segundos, quizás había sido algo precipitado.
- Trato hecho.- Válgame Dios.

Cogí mi móvil y puse una una canción con la que tenía una coreografía de acompañamiento que había preparado hace menos de un año para bailarla en casa de unos amigos, espero que eso valga.

http://youtu.be/ekqNq_WuATs imaginad algo así.

Terminé la coreografía y me miró a los ojos unos segundos.
- Estás dentro.

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HOLAAAA yo soy Ana y seré la que narre a Leo, ya me conocéis, muchos besos!!! No sé cuándo subirá Cris el siguiente capítulo pero habrá mucho salseo!!

Y darle a fav.

Porque sí.


Quien baila, otorga.On viuen les histories. Descobreix ara