Muy, MUY mal día.

1K 48 10
                                    

Supongo que mi mala suerte no podía empeorar.

Antes de empezar, creo que lo mejor es que me presente. Soy Kira Anderson, de Nueva York, y sí (los voy a spoilear), soy una semidiosa bastante... la palabra sería desastrosa pero la voy a reemplazar por peculiar. Bueno, en realidad todo comenzó de una forma bastante normal para un semidiós, ya saben, casi muero y todo eso, pero luego de eso las cosas se complicaron.

Pero ya llegaremos a eso. Comencemos con cómo mi mal día se transformó en uno peor.

Eran las 14:30 y yo estaba saliendo del colegio. No había sido el mejor día de escuela, para empezar el profesor de álgebra había decidido que era una buena idea tomarnos un examen sorpresa y honestamente si me sacaba un tres me iba a alegra, lo siento pero nunca fui muy buena alumna. Luego, una chica completamente desconocida había tropezado y toda su bandeja de comida había ido a parar a mi ropa. En ese momento olía a una combinación de puré de papas, tocino y gaseosa. Hermoso.

Igualmente, tenía esperanzas. Dos amigas se iban a reunir conmigo en Starbucks. No las veía hacía unas semanas, ya que se habían cambiado de instituto. Esperaba que por lo menos eso me mejorara el ánimo.

Mientras caminaba encontré otro pedazo de tocino en mis jeans. Resoplé y lo tiré en un cesto de basura. Estaba por seguir caminando, pero encontré otro trozo en el bolsillo de mi campera, así que me detuve y me dediqué a sacar todo el tocino y puré que pudiera tener encima.

Estaba en eso cuando alguien me abrazó por la espalda. Me sobresalté e intenté quitarme a la persona de encima, la verdad es que pensaba que era un ladrón o algo por el estilo. Pero me detuve cuando el supuesto atacante habló:

—¡Kira! — reconocí la voz de Becky.

Sonreí.

—Hola Beck.

—Ugh. —dijo ella, mientras se apartaba de mí.

Me di la vuelta para mirarla. Fruncía la nariz y me miraba con el ceño fruncido.

—Dios, ¿por qué hueles así? —sacudió la cabeza y sus rulos castaños siguieron el movimiento— Pareces sacada de un basurero.

Suspiré y le quité de la camiseta un poco de puré que debía haber ido a parar allí cuando me abrazó.

—Es el almuerzo de una chica que no miró por dónde caminaba.

Beck rió y comenzó a hablar sobre su nuevo instituto. Nos encontramos con Laura en la puerta de Starbucks, donde estaba contestando unos mensajes de sus padres.

Me hicieron ir a comprar los cafés a mí, por haberlas hecho esperar, así que me dirigí a la fila.

-Dos capuccinos y un frapuccino de chocolate, por favor. Ah, grandes- Le dije al chico del mostrador.

—¿Nombre?

—Kira.

El chico me miró con una expresión extraña, pero supuse que era por el olor que despedía. El resto de las personas en la fila tampoco me habían mirado muy amablemente.

Me moví hacia el otro lado del mostrador para esperar a que dijeran mi nombre. Por suerte había poca gente, por lo que la chica que servía no tardó en mencionarme. Rápidamente tomé mi frapuccino y esperé los de mis amigas.

Un chico de muletas se me acercó.

—¿Eres Kira? — preguntó. El muchacho me miraba como si me hubiera estado esperando. Llevaba un gorro de colores, tenía el cabello castaño rojizo rizado y un poco de barba. Aparentaba mi edad, 16, o tal vez un poco más.

La hija de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora