20. Niñernovio.

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Capítulo veinte.

07.00 am. Día 15.

Me levanto de la cama y sin muchas ganas me coloco el uniforme del instituto.
Guardo los libros en mi mochila antes de entrar en el baño, dónde peino mi cabello para luego recogerlo en una cola de caballo, lavo mi cara y cepillo mis dientes. Me maquillo un poco, con lo básico, para esconder mi cara de muerta.
Bajo las escaleras y me encuentro con la situación que evidentemente esperaba encontrarme: Harry no estaba allí.
Instantáneamente apreté mi mandíbula conservando las ganas que tenía de golpearme a mi misma por aferrarme tanto a él en tan poco tiempo. ¿Pero que podÍa hacer? No es que yo lo haya elegido de todos modos.

Ayer Harry salió con sus amigos, quería ir pero el insistió en que hoy tenía clases y aunque era verdad, no creía que fuese a dejarme sola aquí.
Me prometió que volvería temprano y me dormí esperándolo en el sofá.
Me desperté a mitad de la noche para darme cuenta que aún no había llegado así que decidí subir a mi habitación con cierta resignación. El no volvería a hacerme compañía como lo dijo.
Ni tampoco lo hizo esta mañana.
Me llevé una tostada a la boca mientras revisaba mi celular en caso de tener alguna noticia de su paradero. Aunque no estaba segura de querer saber dónde durmió.

¿Cómo se supone que vaya a la escuela ahora? Son unas veinte cuadras. Las caminaría si tuviese ganas, y no las tengo.

Intentaré llamarlo sólo una vez.

—Hola —se escuchó del otro lado.

Mala idea. Esa no es la voz de Harry, ni de ninguno de sus amigos, ni de un hombre.

—¿E-esta Harry?

—Oh, ¿eres Charlie, verdad? Lo siento, el aún está dormido. ¿Quieres que le diga algo cuando despierte?

Corté. Y sentí mis ojos llenarse de lagrimas. Idiota, idiota, idiota. Eso es lo que era por tragarme su cuentito de que conmigo era diferente.
Salgo de la casa y le pido a mi vecino, Lucio, que me lleve al colegio. El era amigo de la familia y su hija iba a un instituto cercano al mío. Entonces, siempre que mis padres estaban ocupados o tenían que irse un rato antes de casa, el lo hacia por ellos. También mis padres lo hacían con su hija.
Me despedí de ambos con una sonrisa antes de bajarme y dirigirme hacia la puerta de entrada.

Mi celular comenzó a sonar. Miro la pantalla y leo el nombre Louise. Una parte de mí suspira aliviada de que no sea el, otra esperaba que lo sea.

—¿Si?

—¿Estás bien?

—Claro, ¿qué pasó?

—Quería preguntarte si quieres que te pasemos a buscar con Ally más tarde, si no tienes planes con tu niñenovio —rieron.

—Si, pero...¿Por qué llamas para decirme esto? Nos veremos en unos minutos, amiga.

—Mi amor, se nota que ese chico te trae loca. No tenemos clases. ¿Harry no te dijo? Está anotado como tu tutor, por lo que lo deben haber llamado hace rato. Murió la profesora de química de ultimo año y se suspendieron todas las actividades de hoy.

—Oh, bueno no, digamos que no me he cruzado con él —traté de sonar casual.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Salió ayer en la noche y aún no lo he visto.

—Que idiota. Si quieres te llamo luego, nos contarás todo en la tarde.

—Si, claro. Adiós, las quiero.

—Adiós, nosotras a ti.

Bajé los pocos escalones que había subido, estaba tan distraída que no me percaté de que no había absolutamente nadie a excepción de mi. Estaba más que claro que algo había sucedido.
Siento las ruedas de un coche rechinar y detenerse frente a mi. Sigo caminando al oír que alguien se baja.

Las reglas de la casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora