3. Despedida.

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Capítulo tres.

11:40 am.

Me despierto con un dolor de cuello terrible. Cuando llegué de la boda esta mañana estaba muy cansada como para subir a mi habitación, por lo que me quede dormida en el sofá. De una manera muy incómoda.
Woody, que está sentado a mi lado, me lame la cara.

—Diugh, quítate —le ordeno.

Me pongo de pie y me dirijo al baño.
Luego camino hacia la cocina en busca de algo para comer. Sirvo un poco de jugo en uno de los vasos y tomo mis galletas preferidas.
En cuanto mi trasero toca nuevamente el sofá mi teléfono suena, interrumpiendo el momento de paz. Me levanto de mala gana y busco el aparato que no deja de hacer ruido.

—¿Ajá? —contesto mientras trago el trozo de galleta que estaba masticando.

—Cielo, pasaremos por casa en unos minutos a recoger nuestras cosas. Es la quinta vez que te llamo dormilona. No tenemos llaves así que ni se te ocurra volverte a dormir. Adiós.

Mi mamá.

Miro el reloj del teléfono, aún es muy temprano, maldita sea. Enciendo la tv para entretenerme con algo y no quedarme dormida.

El timbre suena, camino hacia la puerta y la abro.

—Deberías preguntar quién es. —dice papá.

—¿Quién eres? —niega con la cabeza.

Al terminar la fiesta, habían tenido su "noche de bodas" y por eso es que ninguno durmió aquí. Sinceramente, no quiero ponerme a pensar en lo que significa la "noche de bodas" en un cuarto de hotel. De solo imaginarlo me entran ganas de vomitar.

Mi padre sube para tomar las maletas y mi madre se sienta en el living junto a mi.

—Es una casa muy grande para que te quedes sola, ¿estarás bien?

—Si, mamá. Sabes que puedo cuidarme.

—¿No tendrás miedo? Recuerda cerrar todas las puertas por la noche, con llave y coloca las trabas también. No salgas al patio sola si es tarde.

Lo dice de tal manera que produce un escalofrío en todo mi cuerpo. Ya no estoy tan segura de que sea la mejor idea, pero me las arreglaré para buscar compañía durante su ausencia.

—Si, mamá.

Cuando todas las valijas y bolsos se hallan en la entrada de mi casa llega la hora de despedirnos.

—Adiós, hija. Cuídate mucho —me da un fuerte abrazo, que correspondo al instante.

—Adiós, mamá.

—Pórtate bien. Te amo. —dice ahora mi padre.

—Si, pá. Y yo a ti.

—Debemos apurarnos o llegaremos tarde al aeropuerto.

—Adiós. ¡Diviértanse y tomen muchas fotos!

Ambos me sonríen y salen de casa, escucho la puerta cerrarse y suelto un suspiro. Al fin sola. Sola en casa. Por veinte días.
Woody recarga su cuerpo contra el mío y me mira.

—Vamos a dormir, amigo.

Y como si me entendiese, camina detrás de mi en dirección a las escaleras y subimos juntos hasta mi cuarto. Me recuesto en mi cama y el, rápidamente, imita mi acción apoyando su cabeza en mi abdomen.

Las reglas de la casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora