14. Harry divertido.

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Capítulo catorce.

13.00 pm. Día 10.

Atravesamos la puerta del instituto, el día volvía a estar nublado y bajo en temperatura. Pero no me molestaba este clima. Todo lo contrario.
Louise vendría a casa. Ally tenía otros planes esta tarde, así que no contábamos con ella hoy.
El coche de Harry me esperaba fuera. Esto se me estaba haciendo costumbre.

—Hola, Harry —saludó amigablemente mi amiga.

—Hola, Louise —sonrió.

—¿Como estás?

—Muy bien, ¿Y tú?

—Bien, gracias.

Cuando llegamos a mi casa, comimos y sacamos nuestra tarea. De literatura, nuevamente. Aunque no me quejaba, siempre había sido mi asignatura favorita.

—¿Que es lo que tienen que hacer está vez?

—Buscar citas que nos gusten —contestó Louise.

El toma mi hoja y la lee.

—¡Hey! ¿Que crees qué haces?

—"Se separaron. Ella tomó el camino de la izquierda. El, el de la derecha. Pero se olvidaron de algo. El mundo, es redondo."

—Es buena, ¿cómo no se me ocurrió? —habla mi amiga consigo misma mientras golpea su frente en busca de inspiración.

Le quité la hoja a Harry y seguí escribiendo.

Pasamos buena parte de la tarde hablando en mi cuarto y riéndonos de fotos graciosas que la gente colgaba en Twitter.

Tanta conversación me había secado la garganta, bajé a la cocina en busca de algo para beber. Saqué la jarra de jugo de la nevera y me estiré todo lo que mi pequeño cuerpo me permitía para llegar a los vasos, aunque eso parecía no ser suficiente. ¿A quién se le ocurre guardarlos en un tapete inalcanzable?
Harry apareció por la puerta y no tardo ni un sólo segundo en burlarse de mi. Le enseñé el dedo del medio y se acercó a ayudarme.
Puso una de sus manos en mi cintura y se estiró para alcanzarlo, apoyando su cuerpo sobre el mío.

—L-lo siento.

—Ahm, gracias por el vaso —aclaré mi garganta.

—Podrías decirle a tu novio que deje de hacerte marcas en el cuello, ¿No crees? —sonrió.

Por instinto me llevé la mano al lugar, la bandita había desaparecido.

—Ya no es mi novio. Y no es lo que piensas, solo...me golpeé, si.

—Charlie.

Charlie, Charlie, Charlie. No era bueno cuando mi apodo salía de sus labios.

—¿Si?

—¿Vamos a seguir fingiendo que no sabemos lo que pasó?

Era sumamente consciente de que mi cara se transfiguró en ese momento. Pero mi mueca de horror no se aproximaba nada a lo que estaba sintiendo por dentro.

—¿De qué hablas?

—La otra noche, en la casa de Niall.

—¿Qué con eso?

—¿Podrías actuar de forma madura alguna vez?

—Bien —me rendí— ¿Acaso el asunto te preocupa o al besarme te has enamorado de mi?

—No.

—Entonces olvídalo.

—Quería asegurarme de qué pensabas igual. No significo nada para mi.

Las reglas de la casaWhere stories live. Discover now