10. 7 minutos en el paraíso.

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Capítulo diez.

15.00 pm. Día 6.

Me encontraba en casa. No era un lindo día para salir, llovía mucho y hacia frío. Como ayer, con la diferencia de que hoy Harry había salido a comer con su "amiga" y de que no había rastros de fiebre, ni vomito, ni desmayos esta vez. Solo un pequeño resfriado que podía soportar.

Seguía sin hablar con Jason.

Puede que se haya tomado el enojo muy en serio. En mi opinión, estaba exagerando un poco bastante la situación. Ayer no había contestado ninguna de mis llamadas.
Que no haya querido irme a casa no significa que deba estar enojado conmigo. Aunque estoy segura de que ese no ha sido su verdadero problema, si no el hecho de que "elegí", que en realidad no elegí, quedarme con Harry.
Desde que se vieron por primera vez es notable, a diez kilómetros de distancia, que no sienten demasiado agrado el uno por el otro. Y luego nos dicen a las mujeres...

Debería intentar llamarlo una vez más, al parecer soy yo la que tiene que ofrecer una disculpa. Por algo que no comprendo, pero en fin, me da igual.

—Charlie... —contesta.

—Jas. ¿Podemos vernos?

—Si, no soporto un día más sin verte.

—¿Quieres venir a mi casa?

—Estaré allí en unos minutos.

Tal como promete, el timbre suena tiempo después y me pongo de pie para abrir la puerta. Mi novio se encuentra detrás de ella.

—Perdón —dice

—No, tú perdóname.

—No has hecho nada malo.

—Sólo querías cuidarme.

—¿Ambos estamos perdonados?

—Así es —sonrío y me da un beso en los labios.

Hicimos lo que solemos hacer, ir hasta la plaza, dar algunas vueltas y sentarnos en un banco a conversar sobre cualquier cosa.
En cuanto comenzó a oscurecer, algo temprano gracias al invierno, Jason me acompañó a casa y se despidió.

Entro y descubro un Harry que no para de dar vueltas por todo el living como un desquiciado.

—¿Donde te habías metido?

—¿Estaba en la plaza...? —contesto, sin entender a qué viene la pregunta.

—¿Y no puedes llevar tu celular? Por si no lo sabes, es un aparato que apenas ocupa lugar en el bolsillo y sirve para comunicarse o avisar que no estás secuestrada.

—Lo he olvidado encima de la mesa.

—Lo noté. —rodeó los ojos.

—Bueno, estoy aquí. Sana y salva.

—Que lástima.

Pongo los ojos en blanco y le saco la lengua.

—Escucha, iré a comer a casa de Niall con algunos de mis amigos.

—Bien.

El comienza a caminar fuera del living, pero se detiene, da la vuelta y cierra los ojos, como si se estuviese arrepintiendo de lo que va a decir. Yo sonrío.

—¿Quieres venir?

—Estaba esperando que lo digas.

Tomo mi bolso y salgo detrás de él. No me fascinaba la idea de quedarme sola en casa durante la noche.

Las reglas de la casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora