Naya hizo lo que cualquier persona haría en una situación similar, se quedó mirando a la chica con cabello multicolor como si hablara un idioma extranjero, a pesar de que podía entenderla a la perfección, pero es que hablaba endiabladamente rápido, era como un pajarillo, y por alguna extraña razón, Naya sintió la necesidad de lanzársele encima. Comenzó a vestirse; ¿aquello iba en serio? Cuando la voz le soltó aquel discurso sobre lo difícil que sería su vida, sobre ser el ejemplo y trabajar para el bien, lo que menos se imaginó era que terminaría atrapada en un departamento con red inalámbrica y probablemente con cable. Sumémosle a esto, estar atrapada en el lugar con una chica que parecía haber ingerido demasiada azúcar para su pequeño cuerpo. Acababa de ponerse la sudadera, cuando el "maldito hobbit", como ella se había referido a sí misma, se dio la vuelta, sin esperar su respuesta. Al parecer no entendía la definición de privacidad.

—¿Y bien?, ¿qué eres?, ¿dónde está tu marca? — preguntó Harriet mientras la inspeccionaba, la chica tenía suerte, su marca no estaba a la vista como la de ella, en pleno cuello. —Vamos, dime, no debe de estar tan escondida, a menos claro, que esté en las partes nobles, pero si es así puedo vivir sin verla.

—¿Qué soy? —preguntó Naya, negando con la cabeza. Se sorprendió un poco al escuchar su propia voz, era más profunda y mucho menos aniñada que su voz de toda la vida. Pero no tenía idea de qué era una marca, o de cómo había acabado ahí. La lista de cosas que no sabía era tan larga que la mareaba. ¿Dónde estaba?, ¿quién era esta persona?, ¿qué era una marca?—. Soy una chica, genio. —Se dejó caer pesadamente sobre el sillón más cercano, en un intento por alejarse de ella, sin embargo, esta no se dio por vencida y siguió inspeccionando sus piernas, apartando el cabello para verle el cuello, incluso intentando despojarla de su sudadera, que curiosamente, ella se la había dado para que la usara hace menos de dos minutos—. Y, ¿podrías ser tan amable de sacarme las manos de encima de una buena vez?

—Okay, lo siento— dijo Harriet, apartando sus manos rápidamente, algo en la voz de la chica le sonó amenazante, y como no sabía exactamente qué era, prefirió no arriesgarse a averiguarlo por las malas. Sin embargo, notó la expresión consternada de la castaña bajo su ceño fruncido—. La maldita voz tampoco te explicó nada, ¿verdad? Cómo la odio, James me dijo que iba a dejar de ser tan perra, pero al parecer sigue igual. Me llamo Harriet, por cierto, y de seguro tienes muchas dudas, ¿por qué no esperas aquí mientras yo hago chocolate caliente o lo que sea?

Harriet corrió dando saltitos hasta la cocina; desde su lugar Naya escuchaba el estruendo de trastos chocando entre sí, y porcelana estrellándose contra el piso. ¿Qué rayos estaba haciendo allá dentro? Podía oírla musitar rápidamente, pero no alcanzaba a entender lo que decía, estaba segura que antes de dormir esta chica debía golpearse con un bate de beisbol para quedarse quieta.

Le costó un poco el descifrar todo lo que le había dicho, sin embargo, algo hizo clic en su mente: la voz. Se volvió hacia el escándalo y habló lo suficientemente algo como para que la escuchara.

—¿Has estado en ese lugar, con la perra, digo, la voz?

Harriet sonrió cuando la escuchó, bien, iba por buen camino, ella había tardado varias horas en asimilarlo todo, e incluso se había desmayado, pero esa era otra historia.

—¿Con la voz? Claro, todos hemos pasado por ahí. En serio que es hartante, yo incluso intenté asestarle unos cuantos puñetazos, pero era como pegarle al aire. Demasiado desesperante para mi gusto — se estremeció como si un escalofrío le hubiera recorrido la espalda, a modo de broma.

—Y yo que me comenzaba a sentir especial. Supongo que solo soy una más de los montones de personas que pasan por ese horrible lugar— encarnó una ceja, divertida—. ¿Intentaste darle puñetazos?, ¿de verdad?

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