De regreso a la cabina... O no.[XI]

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#Marina

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#Marina

¡Qué más da!

Después de pensarlo mucho, llego a la conclusión de que esa es mi cabina, y que nadie —mucho menos él— va a mantenerme en los pasillos como indigente. Así que me miro un poco al espejo y acomodo mi cabello, luego me cuelgo el bolso en mi hombro izquierdo y salgo con mi cara de triunfadora del baño.

Y con toda la naturalidad del mundo, recorro los dos vagones que nos separan para instalarme donde me corresponde.

Pero los planes son tan fáciles de romperse. Nunca es bueno pensar en voz alta.

—¿Me permite su boleto, por favor? —Dice de pronto una voz tras de mí.

Giro mi cuerpo y encaro a la débil voz que me habla.

—Claro— digo tan consciente de mi lugar. Un boleto es lo que me separa de ser igual a aquel sujeto. Un pequeño y arrugado trozo de papel, me eleva dos peldaños.

Sostengo mi bolso y abro su cierre con rapidez, suponiendo que este hombre no debe perder más su tiempo esperando mi boleto. Yo soy una pasajera, el otro un polizón.

Luego ocurre la desgracia.

—Señor, creo que he perdido mi boleto.



Todo comenzó en un trenWhere stories live. Discover now