Chapter-6 [Past]

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La luz del sol abarcaba todo el cielo azul del mediodía junto a trazas casi perceptibles de nubes que adornaban y acompañaban en la soledad. Las calles de la ciudad eran calmas y sin obstrucciones que generaran embotellamientos. Pues una patrulla vigilaba, ante cualquier acto que perjudicara el orden de la ley que ellos defendían. Dentro del vehículo se divisaban a dos canes: una loba alta, de ojos marrones y trabajada en cuerpo, quien descansaba orgullosa en el asiento del acompañante. Y el conductor, un lobo joven que recién había obtenido su licencia de conducir. Aún persistía su tembloroso tacto al volante, pero no era un problema. Ambos vestían de uniforme policial, armados ante cualquier circunstancia. En su recorrido, charlaban de temas diversos, alguna broma, algún chisme, o críticas al gobierno de turno; temas característicos de ellos. Otras veces trataban temas más secretos que guardaban entre ellos, eran confidentes, amigos de toda la vida se podría decir.
 
—El otro día, me tocó de guardia con este chico medio pelirrojo que no me acuerdo cómo se llamaba…
—¿Esteban? —Respondió su compañero.
—Sí, ese mismo… y bueno, nos había tocado hacer de guardia en un hospital en el turno de noche. Es un turno muy aburrido sinceramente, pero tranquilo, de eso no me puedo quejar. En fin, estábamos ahí como estatuas mientras charlábamos de cualquier tontera, lo normal digamos. —Cruzó sus brazos, reposando su espalda acomodada contra el respaldar. —Entonces nos interrumpe una ambulancia que frena de golpe, casi atravesaba la pared por la velocidad a la que iba. Ante todo, creímos que era el apuro y que había una persona muriendo. Resulta, que bajan los paramédicos apurados haciendo lo suyo, traían un hombre en una camilla que necesitaba una operación urgente. 
—Ah… ¿Y? —Soltó el lobo queriendo que continuara. 
—Cuando le finalizan la cirugía, el médico se acerca y nos cuenta que dentro del hombre tenía treinta kilos de droga en todo el abdomen.
—¡¿Treinta kilos?! —Expresó sorprendido el joven.
—¡Sí! Y cuando el tipo despertó y vio que lo habían operado, intentó escapar. Lo vimos encima, fíjate lo estúpido que fue. Bueno, después lo detuvimos e hicimos el papelerío, por eso… 

La conversación fue interrumpida por un alboroto en la avenida principal. Personas, con carteles políticos de todos los colores y banderas del país con frases determinantes, militaban las calles obstruyendo el tráfico. Posteriormente, la radio de la patrulla dio un comunicado, solicitando la presencia de todas las fuerzas disponibles para calmar la situación.

—Otra manifestación… —Gruñó la fémina —Este será un día interminable… — Rezongó en el lugar tirando su cabeza contra el respaldar superior del asiento.
—¿Pero la semana pasada no hubo ya una marcha? —Cuestionó haciendo memoria.
—Sí… pero sabes cómo son esta gente, no les basta con tan solo un poco. Necesitan siempre más.
—Entonces, ¿qué hacemos? ¿Dejo la patrulla acá o vamos y los atropellamos? 
—Suena tentadora la oferta, pero nos terminaría perjudicando. —Sonreía con satisfacción mientras fantaseaba aquella idea.

Ambos lobos ya estaban fuera del móvil policial, se encontrarían con el resto de gendarmes quienes se esforzaban en retener a las personas culpables de estragos en el orden público. Recibieron escudos y cascos protectores a la vez que se ubicaban en la línea de retención. Los gritos, las protestas, los empujones y la degradación era algo cotidiano de aquellos grupos sin ética ni moral.
Recibían insultos, escupidas y golpes, resistían cualquier amenaza de muerte y repudio. De la nada, una bomba de humo cayó detrás de ellos tomando al lobo por sorpresa, lo que causó su repentina bajada de guardia. Los protestantes no desaprovecharon la oportunidad de romper el muro que los mantenía presos de su indecencia. Todo se volvió un descontrol, algunos activos habían sido atacados y despojados de sus armas reglamentarias. El tiroteo comenzó a diestra y siniestra, la guerra surgía mientras el cielo se tornaba gris del humo y del fuego.

El lobo se resguardaba como pudiera, al mismo tiempo con la misión de encontrar a su compañera de turno o a algún otro policía que se ocultaba en aquella niebla artificial. Caminaba con cautela y repelía algunos de los ataques enemigos, llamando a la loba.

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