Chapter-2 [Unknown]

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La tarde era solitaria en nubes, acompañada de un sutil amarillo que mezclaba los colores del cielo en naranjas y fucsias, y dibujaban un paisaje ejemplar donde la luz se atenuaba y el sol se manifestaba en el ocaso. El rugido del motor de la nave alarmaría a los operarios mientras la pista del aeropuerto comenzaba a barrer a quienes estorbaran en ella. Aún era consciente del hecho que estaban por llevarme a un lugar que desconocía. Pareciera incierto el motivo por el cual estoy aquí, en este lugar, sentado en uno de los asientos de este jet privado. El aire imperturbable de la insipiencia; no demostraba alguna hostilidad que me inquietara o que perturbara la comodidad. Las decoraciones sutiles en detalles delicados y estéticos que asemejaban a los de un hotel cinco estrellas. No había muchas personas en el avión; si nos contabilizaban, obtendrían alrededor de cinco personas. Claro, esto según mi observación y teniendo en cuenta que existiera un piloto y un copiloto en la cabina.

El hombre de traje azul frente a mí había desahuciado su tiempo en su móvil, deslizando y pulsando en él con gran fascinación, quien mantenía una expresión que confundía y apartaba la situación con lo que realmente sucedía; parecía disfrutar del suspenso que generaba. Esto me obligaba a divagar en supuestas soluciones a mis incógnitas, aunque claras no eran. Decidí cuestionar al hombre de traje azul, debería obtener algún argumento que explique el motivo por el cual perdía mi tiempo de lectura en este avión y del por qué me habían secuestrado.

—Disculpe. 
—¿Sí? —Respondió sin despegar su vista de la pantalla del celular.
—Hasta ahora, no me han dicho, siquiera, el motivo por el que estoy aquí o qué hago aquí.
—¿Hay algún inconveniente? —Indagó despreocupado sin levantar la vista.
—Sí, ¿puede decirme el motivo de por qué estoy aquí?
—Claro.

En ese preciso instante, seríamos interrumpidos por el mozo de esmoquin negro. Traía consigo una botella de vino tinto junto a dos copas de vidrio tendidas en una bandeja plateada. Delicadamente fue reposando las copas y el vino en la mesa ratona que actuaba de intermediario entre el hombre de traje azul y yo. Aún me veía impaciente por saber el significado de todo esto, porque debía haberlo.  

—¿Y? 
—¿Qué cosa? —Cuestionó como si hubiera olvidado la charla.
—¿Me va a responder? —Insistí nuevamente. Ya comenzaba a irritarme; asimismo mantuve mi compostura.

El mozo comenzó a servir el vino tinto en las copas de vidrio. Sin embargo, mi vista era clavada en el sujeto; en su sonrisa que parecía ocultar una verdad de la cual no podía contar. No se inmutaba en responderme. Quizá esperaría a que el mismo mozo se marchara. No sé. No estaba seguro, ni siquiera, de lo que creía realmente. Tampoco me importaba el futuro en sí; había sucumbido en el oscuro destino para el cual fui electo a participar, tal vez como un conejillo de indias cual trata de resolver un laberinto y siempre topándose con un callejón sin salida, donde recibe sufrimiento por incongruencias de la misma vida que uno no podía evitar. 
Hace tiempo había leído un artículo en donde se buscaba responder si nuestras vidas eran una simple simulación, como si de un videojuego se tratara y cada uno fuéramos un personaje no jugable, —o NPC por sus siglas en inglés— a la vez que un ente superior actuaba de jugador e interactuaba con nosotros, manipulándonos cual piezas de ajedrez, quien nos enfrentaba a distintas adversidades en disfrute del “juego”. En su momento no le di importancia; sin embargo, he empezado considerarlo como una posibilidad aquella parafernalia de sin sentidos éticos. De todas formas, no iba a ponerme a pensar y a perder la cordura en teorías conspiranoicas que solo buscan un pedestal de fama y locura para los aficionados de la ficción. Suspiré.
Miré por la ventanilla una última vez, presencié cómo el exterior se movía y bajaba indicando que despegábamos y tomábamos vuelo. Aún mantenía la incomprensión, ubicado en el mismo casillero de inicio, esperando una señal, un indicio, un determinante. Observaba con detenimiento aquel recipiente de cristal que contenía ese fermento de uvas, desglosaba capa por capa su estructura, en búsqueda de algo, una respuesta, quizá un valor que olvidaba en los arrays; quizás la verdad detrás de mi incomprensión en las cosas, en la realidad, en el tiempo interminable de la espera constante.
Cogí la copa para verla más de cerca. Acerqué mi nariz a la copa absorto; me era increíble cómo un fruto podía convertirse en una bebida fina sofisticada a causa del producto de su descomposición. Tan común, tan codiciado, tan delicado. 

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