—Díganos lo que ve comandante. —Ordenó el teniente.
—No parece haber rastros de sobrevivientes señor, solo cuerpos con máscaras y el símbolo de ellos.
—Bien, ¿y hay señales de alguna arma nuclear?
—No señor, de hecho, no hay armas.
El mayor frunció sus cejas. Miró al resto sin expresiones, queriendo comunicar algo con tan solo la mirada.
—Repita lo que dijo.
—No hay armas, de hecho, nada además de los cuerpos.
Los hombres estaban confundidos, no tenía lógica lo que expresaba el coronel. Entonces, uno de los pilotos intentó comunicarse.
—T-Tenien-te —Se oía distorsionada su voz.
—Diga piloto Horne, lo escuchamos con interferencia.
—Un-… sil…ico se…-cerca —Trataba de comunicar el aviador.
—Hay mucha interferencia. —Mencioné al no poder resolver el problema de comunicación.
—Comandante, intente comunicarse con el piloto Horne. —Ordenó por el comunicador el teniente.
—Ya intentó comunicarse, pero perdí su señal.
El hombre comenzó a caminar unos pasos en círculos, parecía desesperado, alguien que no supiera que acciones tomar. Algunos del grupo intentaban comprender la situación, buscando respuestas que salían de su percepción. De pronto sucedió. De improvisto se cortó la comunicación. Fue un hecho que nos tomó desprevenidos. Le siguieron varias alarmas, que resonaban de los satélites. Se había detectado una nueva fuente de calor, que se destinaba a la posición del batallón.
—No puede ser… —Expresó el sargento.
—¡Intenten comunicarse ahora! ¡No hay tiempo! —Nos ordenó de manera desesperada el teniente.
Inmediatamente, nos apresuramos en prevenir una tragedia, realizábamos tecleos rápidos y torpes, aplicamos todo nuestro conocimiento, lo posible a nuestro alcance. Sin embargo, el misil cayó en el objetivo. Todos en la sala quedaron impactados por lo ocurrido, nadie pudo reaccionar, el satélite no mentía. Mostrándonos la realidad en su cruel forma, habían muerto.
El silencio volvió una vez más, sepulcral, a ser la protagonista. Espesa de una tensión indescriptible. Interrumpida en un ataque frustrado del teniente, quien lanzó una taza de cerámica contra una pared; asustando de manera sorpresiva a los presentes. Y me di cuenta, habían perdido.
Decidí abandonar la sala, necesitaba refrescarme, tomar aire. Me lavé la cara en uno de los baños públicos más cercanos que encontré. No lo podía creer. Me miraba en el reflejo del espejo, apoyándome en el cerámico del lavatorio. Otra vez ese recuerdo se hacía presente, cuando mataron a mi compañera de trabajo, un estúpido mal entendido de ellos y me quitaron lo que me quedaba de vida. Fallé en mi única tarea, y ahora lo he vuelto a hacer. Me veía, y todo se repetía, no pude evitarlo. Soy un fracaso, un inútil, un inservible, un bueno para nada, ¡un don nadie!
¡Toc, toc, toc!
Golpeaban a la puerta del baño, sequé mi cara con la sudadera, inhalé aire como si eso fuera suficiente para calmar este reflujo. Luego abrí la puerta. Solo para encontrarme con esa gata infumable de siempre, ¿no tenía un mejor momento para molestar? No puedo ni estar un rato a solas y ella viene y me sigue, estoy… cansado, harto.
—¿Qué quieres ahora? —Interrogué con fastidio.
—Nada. Solo vine porque te fuiste sin decir nada. —Expresó con un aire calmado, pero que, a la vez, mostraba preocupación.
—¿Y? No veo la razón por la que estes aquí —Agredí cansado de su actitud, evadía su mirada. Salí del baño. —¿Y puedes dejar de hacer eso? —Le pedí finalmente.
—¿Qué cosa?
—Me miras a cada rato, es incómodo y muy raro. —Me detuve explicando con un cosquilleo molesto que recorría mi espalda.
—¿Mirarte? —Preguntó como quien no supiera de lo que estaba hablando.
—¡No te hagas! ¡A cada rato clavabas tu mirada en mí! —Me exasperé levanté mi cabellera con mi mano, me estaba sacando de quicio su actitud.
—Es que… me preocupas. —Soltó insegura.
—¿Te preocupo? —Pregunté incrédulo, cerré mis garras cortas con fuerza. — Es lo más absurdo que te he oído decir.
—¿Absurdo? —Dijo inclinándose levemente hacia atrás, llevaba su mano al pecho de manera exagerada, quizá indignada. —¿Absurdo preocuparme de ti después de que te intentaras suicidar?
—¿De qué hablas? —No comprendía a lo que se refería, o no quería.
—¡Hablo de que ayer saliste corriendo de tu departamento en pijama y quedaste al borde de caer a gran altura! ¡Si no fuera por mí, estarías muerto hoy! —Alzó el tono agrediendo al mismo nivel.
—¿S-Suicidarme? ¿En serio? ¿Qué clase de excusa es esa? —Fingí demencia, no quería admitir la realidad.
—Dexter ¡no miento! ¡Tienes un problema en la cabeza! —Continuaba recriminándome. —Es grave.
—¡No!¡Tú eres la que tiene un problema! ¡No yo! —Me mentía a mí mismo, agarrándome la cabeza con ambas manos mientras me alejaba de ella.
—Dexter, por favor, déjame ayudarte. Esto me preocupa. —Continuaba acercándose hacia donde estaba parado, tocándome el hombro, ya en con un habla compasiva.
—¡Dije que me dejaras en paz! —Grité, sacado de mí, volteé a su lugar y aparté su mano de mis hombros con fuerza.
Inhalé agitado, mis dientes afilados. El silencio volvía a aparecer. Todo el ruido había sido callado. Ella estaba confundida, sin saber que hacer, miraba con ojos abiertos y asustados, con sus orejas caídas. Yo estaba perdido, no quería hablar, no quería hacer ni expresar nada. Estaba cansado, cansado de todo, de ver, de escuchar, de gritar… ella seguía hablando con una voz más calmada, más suave. Su voz era muy cercana, una lejanía del miedo y una toma de la acción, de la compasión; pero un pitido no me dejaba de molestar. Se hacía cada vez más y más audible. Como si algo se acercara… como si algo viniera con fuerza. La gata me miró expectante, viendo como cambiaba mi ser incapaz de reaccionar a uno alerta. Mis orejas giraban como antenas parabólicas, trataba de averiguar de donde provenía aquel sonido, y de qué se trataba. El ruido se convertía en el silbido de algo, de… un misil.
—Puta Madre… —Insulté en mi idioma natal, abriendo los ojos como platos.
Sin siquiera dejar que ella reaccionara, la alcé en brazos y corrí por el edificio buscando una zona segura de resguardo. La gente alrededor miraba confundida, pero mi mente solo se centraba en la supervivencia. La gata me pedía respuesta, pero no le estaba ofreciendo atención. Bajé hasta el primer piso, y posterior llegué hacia el subsuelo del Pentágono. Desgraciadamente, la bomba nos ganó. El impacto fue instantáneo, y todo se volvió oscuro para mis sentidos, privado del exterior, solo recordaba el grito asustado que dio Kira antes de la explosión al tropezar con el escalón.
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Programmer Code by DefsonicWTP
RandomUn lobo, con una vida monótona y amargada, se verá involucrado en una misión para salvar el destino de su mundo. Sin otra opción, envuelto en conspiracion y misterio, mientras ese viaje lo hace revolver en su pasado, en los traumas de su niñez y el...
Chapter-5 [Fail]
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