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Chapter-5 [Fail]

Ya eran las diez y media de la mañana. Todas las personas importantes se agolpaban en la sala de monitoreo, quienes ocupaban un lugar en el ambiente abundante en incertidumbre. Llevaban el seguimiento del escuadrón del ejército enviado a la misión. Nosotros trabajábamos en filtrar las señales y evitar que la comunicación entre los soldados y nosotros fuera interceptada. No se nos permitía errores que comprometieran la misión.

—Comandante Flanger, ¿nos recibe? —Habló el teniente Brown a través de un micrófono.

—Perfectamente señor —Respondió desde el comunicador el líder del batallón.

—¿Cómo está todo allá? —Volvió a preguntar el teniente.

—Si le soy sincero, con este clima podremos cocinar nuestra propia comida. — Alardeó en broma. —Al parecer, no se les ocurrió un mejor lugar para esconderse. Es un desierto y su base es la única estructura más grande en kilómetros.

—Bueno, quizá sea gente que le guste tomar el sol al aire libre. —Continuó la broma el teniente.

—Hoy en día la gente hace lo que quiere.

—En fin. Dentro de veinte minutos nuestros hackers interrumpirán las señales. Esperarán nuestra señal, y aprovecharán para atacar. Lanzarán una oleada de bombardeos, y luego, entrarán y capturarán sobrevivientes si los hay. 

—A la orden, señor.

—Seguiremos en contacto. —Concluyó, para luego dirigirse a nosotros. —Veinte minutos.

Todos nos veíamos expectantes al reloj, observantes de la gran pantalla.  Mostraba imágenes de satélites en tiempo real del centro del continente oceánico. Mientras tanto, centraba mi visión en la pantalla de la computadora; analizaba y verificaba que todas las herramientas que necesitara estuvieran presentes. Sin embargo, no podía obviar la mirada penetrante de la gata, era obsesivamente irascible. No sé qué le pasaba. Tal vez está molesta por lo que le dije ayer… Aunque no sé por qué le mentí, digo, cantaba muy bien, bastante bien. Esa voz irritable se había vuelto en la entonación de un ángel durante el concierto. No lo niego, es un hecho. 

Ya faltaba un minuto para las once de la mañana. El aire abundaba en la intriga, la incertidumbre. Cada uno mantenía la vista clavada en las pantallas, o en varias. El jefe del departamento, el sargento, el teniente, los encargados administrativos y otros mandos del ejército estadounidense. Todos en la sala preparados para lo que se venía. El ambiente era denso en el suspenso, quizá miedo y la duda también. El tic tac del reloj acompañaba aquel vacío de palabras. Siendo el silencio tal, que podría escuchar a un alfiler caer de un escritorio. Esa espera interminable, entre lo deducible y lo inevitable, llegó a su fin.

Eran las once, instantáneamente comenzamos con nuestro trabajo, detección, decodificación e interferencia en las señales de la nueva transmisión. Era simultanea la tarea distribuida en tan solo dos personas. Ir y volver por las ventanas, al menos consideraron actualizar las computadoras, de lo contrario sería una tarea interminable. 

Luego de unos minutos logramos cancelar la transmisión, a la vez adquiriendo el paso en sus servidores, rápidamente comenzamos a colapsarlos, dejándolos inactivos y sin posibilidad para que puedan seguir con su agenda. Le informamos al teniente que terminamos nuestra parte. El mayor miró con frialdad las imágenes del satélite. 

—Comandante, ya tiene luz verde. —Comunicó hacia el líder del escuadrón.

—Recibido.

Las imágenes captadas por los satélites sobre el continente oceánico mostraban las primeras fuentes de calor. Misiles que caerían en la base de la organización. Impactaban y destruían todo a su paso, un total de veinte misiles lanzados por cazas. Cada uno daba en el blanco. Una vez totalmente bombardeado, el batallón realizó la tarea de exploración de la zona que ya amenazaba con ser consumida por el fuego de los impactos.