Salimos del concierto, el cual había finalizado. Ambos caminábamos mientras comíamos unos hot dogs, no lo traduzco porque no me gusta como suena. Kira no dejaba de hablar de sí, sobre lo emocionante que le resultaba, y todo su monólogo aburrido. Solo pensaba en sacarme esta mugre que tenía de ropa mientras pensaba como mi vida cambió en tan solo tres días.

—Estar al lado de ellos, era como estar en el paraíso, había tantas canciones ¡Dios! Hubiera cantado Believer. —Rodé mis ojos mientras trataba de que el aderezo no me manchara, más de lo que ya estaba. —Lo único de malo era que no podía escucharme por todo el ruido y… Dexter ¿estás bien? —Me miró confundida, paró su habla.
—Sí, me encuentro bien. —Le contesté con molestia, dando mi último mordisco. —Ah… digo, porque te ves impaciente.

Suspiré en pesadez, me detuve en seco al frente de ella, la mirada fulminante y el agotamiento mental por las nubes.

—¡Obvio que lo estoy! ¡No sabes lo que me has hecho sufrir este día! ¡Eres insoportable! Primero me obligas a ir contigo, luego me muerdes, me robas las llaves del departamento sin entender cómo lo has hecho ¡Tuve que arrastrarme y evitar lo más posible de que no me pisaran y hasta caí en un lago de cerveza! Y espero que solo sea eso. —Inhalé y exhalé con fuerza. —¡Mírame! Estoy empapado, sucio, y tu sigues en tu mundo. —Expresé agitado, manteniendo mi seriedad, el enojo. —¿Sabes? Cantaste pésimo, no, ¡horrible! Ellos seguramente te alentaron por lastima, ahora deben de estar riéndose de ti por la idiota que me has demostrado que sueles ser. —Agredí ya totalmente sacado de lugar. —Ahora, devuélveme mis llaves, si no es tanta molestia. —Extendí mi mano frívolo, sin remordimiento ni culpa.

La chica quedó perpleja, su sonrisa se esfumó como el vapor, le había herido sus sentimientos, pero no me importaba. Es increíble la cólera que me generaba, había llegado a mi límite de tolerancia con esa mujer. Insistí nuevamente hasta que se decidió en meter su mano a su bolsillo, sacó, con pocas ganas, las llaves. Extendió su mano sin verme a los ojos mientras soltaba las llaves en la palma de mi mano. Devolviéndome, con una tranquilidad satisfactoria, aquello por lo que luché en recuperar. Me recompuse y tomé la iniciativa para irme. Sin embargo, me detuve a unos metros, una sensación extraña de dolor que me removía el pecho y no dejaba continuar. Giré mi vista hacia la felina. Observé que aún se encontraba estática, inmóvil, sosteniendo el hot dog. Miraba al suelo mientras se sentaba en una orilla de la calle mientras su cola se enroscaba en su cintura. Sacudí mi cabeza procurando sacarme de mis pensamientos aquello, continué con mi camino, sin importarme si la dejaba sola en medio de la calle. Después de todo, se lo merecía.

Pasada la media hora, había logrado llegar al hotel donde el gobierno nos reubicó. Subí por el ascensor hasta mi habitación. Necesitaba urgentemente asearme, quitarme este pegote, la mugre que se acumulaba y apelmazaba mi pelaje gris. 
Al paso de unos minutos, salí de la ducha, pasé cerca de una ventana que daba al exterior, una noche nublada se distinguía. Consideraba salir a la azotea y admirar el cielo por un tiempo, sin embargo, no sería factible. Caminé hasta mi recámara en búsqueda de ropa del tipo pijama y luego me recosté, una vez apagara todas las luces. Resumí el día en una pérdida de tiempo entre idas y vueltas sin sentido, y la locura de esa gata. Mis parpados pesaban y cerraban cada vez más, el sueño era presente finalmente, quien conciliara y diera la paciencia que he perdido. Pero un recuerdo vago volvía nuevamente, en pesadilla… 



Era de noche, una noche transparente, la luz de la luna iluminaba como el sol en su ausencia. Era fría, pero nunca solitaria, siempre acompañada de aquellas del pasado. Un niño y su madre se encontraban sentados en el techo de su hogar, tomaban helado y charlaban en la tranquilidad del silencio y de la compañía. El niño, un pequeño asombrado del cielo, aun tratando de que su postre no se cayera ni esparciera sobre la gélida superficie del techo. Y la madre, una mujer calmada y pacífica; una estudiada en la astronomía, una persona que no dudaba en explicarle a su hijo y contestar sus preguntas.

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