Chapter-2 [Unknown]

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Comenzaba a divagar en mi mente con preguntas que no llevaban a ningún lado.
Aún desconocía el motivo de mi “secuestro”. Para ser sincero, creí que me buscaban para una sentencia, pero ahora no tiene pinta que aquello siga por dicho camino. Apoyé los codos en mis rodillas y reposé mi cabeza en mis manos observando el suelo liso.

Salí de mis pensamientos cuando escuché los pasos retumbantes de una persona acercándose a la puerta, levanté la vista en reacción, finalmente, un hombre entró. Vestía una prenda militar, era un oficial… ¿o teniente? No estaba seguro realmente. Su mirada se cruzó con la mía, observándome detalladamente, quizá buscaba una imperfección en mi rostro. Con él traía una libreta o archivo. Se denotaba en los pliegues de su sien los años que llevaba consigo y las canas en su cabellera en un peinado que intentaba cubrir su aparente calva. Con una voz algo ronca, habló, solo que en inglés.

—Buenos Días, tu debes de ser Dexter Fernandez. ¿Estoy en lo cierto?
—Eh… Si… —Respondí incrédulo, rascando una de mis orejas desorientado. —Soy el teniente Samuel Brown de la infantería de los Estados Unidos de América. — Extendió su brazo en un saludo formal.

Mi cerebro hizo cortocircuito, no me encontraba presente, pero enfrente me veía. No lograba entender o explicarme el por qué yo, un lobo cualquiera, estaba siendo recibido por un teniente del ejército de los Estados Unidos. ¿Hasta qué punto mi cerebro soportará información que cuesta procesar? De todas maneras, respondí al saludo después de un pequeño retardo, aún estaba perdido. ¡Dios! No entiendo nada…

—Ahora necesito que me siga. —Continuó el teniente —Lo llevaré con el Sargento Sharper. Seguro tendrá dudas con respecto a su llegada y todo lo que hemos hecho para traerlo hasta aquí. —Comentaba mientras reacomodaba su gorra militar saliendo de la habitación.

Seguí los pasos del hombre, afuera de la habitación blanca, encontrándome con un pasillo de aire hospitalario. Brown caminaba a un ritmo sereno pero firme, lo seguía a su par mientras colocaba mis manos dentro del bolsillo del buzo. Mi mente descansaba en paz, aunque manteniendo un hilo de intriga que descolocaba de sitio. La simple idea de saber lo que acontecía me era agradable, sin embargo, interpretaba que esto involucraba temas que seguramente tengan alguna relación con mi pasado; en varias ocasiones intenté demostrar lo contrario, pero lo único que él logró fue prohibirme volver a mi tierra. Nunca entendí cómo pudo culparme, ni encontrar pruebas que avalaran sus acusaciones, bueno, eso capaz lo puedo deducir. A lo que quiero llegar, todo esto… ¿tendrá que ver con ello? No… es un tema insignificante comparado con la involucración del gobierno estadounidense. Entonces, ¿con qué? Fruncí el ceño en fastidio, cada pregunta o duda me comenzaba a pasar factura y un agudo dolor de cabeza aparecía oscilante. Estaba harto ya de esta agonía.

Frenamos al frente de una puerta, el mayor me indicó que entrara. Al acceder, observé a un hombre de igual de edad o semejante al teniente que me condujo hasta este cuarto. El hombre se levantó de su asiento mientras nos acercábamos a su escritorio. El teniente saludó de manera formal al Sargento, luego recibió mi apretón de manos. 

—Un lobo… creí que serías uno de nuestra especie… un humano... —Mencionó disconforme el hombre.
—Bueno, yo tampoco creí que me raptarían y me traerían al frente de alguien que cuestiona por apariencias. —Respondí indiferente.

El teniente me miró sorprendido, por su parte, el sargento largó una breve risa seca.

—Me agrada. Lamento si mi comentario le disgustó. —Se sentó en el sillón del escritorio. —En fin, seguro se pregunta por qué se encuentra aquí. Generalmente trabajamos en secreto cuando necesitamos a un externo, pero estoy seguro que vio en las noticias cómo el mundo cae a pedazos mientras el terror está siendo esparcido. 
—Estoy al tanto, pero no comprendo su accionar. —Insistí. 
—A eso voy. —Entrelazaba sus manos al mismo tiempo que se acomodaba en el escritorio. —Usted ha sido elegido para ser parte de nosotros. Hemos analizado sus archivos y creemos que es capaz para esta misión, según nuestros datos, está más que preparado para enfrentar esta crisis.
—Disculpe. —Volví a interrumpir. —Conozco, por el momento, el tema ese de la “Rebelión” y esa interferencia, pero lo que yo no entiendo es: por qué yo he sido electo, ¿acaso sus hombres no son capaces de afrontar esta crisis? Sinceramente no comprendo. Además, díganme, ¿por qué yo? No soy el único con mis habilidades en programación y tampoco creería que soy el mejor, debe de haber personas mejor calificadas, es lo que deduzco. 

Un silencio se presenció en la oficina, el más anciano miró de reojo al teniente y luego volvió su vista a mí. Su gesto expresaba cierto disgusto o frustración.

—Veo que es alguien testarudo, señor Dexter. Mire, seré directo, si usted acepta le haremos algún favor, quizás… no sé, una pensión, dinero, arreglos de cuentas, queda a su disposición. —Continuó el anciano al otro lado del escritorio. —Pero, si desea abstenerse, usted será condenado a cárcel perpetua en nuestro territorio y razones no nos faltan, ya tiene una orden de arresto. —El hombre frente a mí dejó un expediente sobre la mesa, logré denotar mi nombre completo en él. —Has sido procesado y deberías estar pudriéndote en la cárcel, pero por extraña razón te deportaron de tu país. Quizás llevarte a la penitenciaria más cercana en este instante seria lo justo para alguien como usted, ¿no cree teniente? — El hombre se volvió al teniente mientras este afirmaba. —Entonces… usted decide, si cooperar o le busquemos el mejor encierro en donde no vuelvas a ver la luz del sol. —Sonrió. —Claro, sin presiones.

Salí de la oficina, escoltado por dos reclutas que servían de guardia en el lugar junto al teniente Brown, afuera del edificio pude percibir la luz de la luna y la oscuridad de la noche, el exterior era amplio y vacío, pero iluminado por las farolas que rodeaban los senderos y el edificio. Me subieron a un vehículo sin siquiera poder indagar, todo fue instantáneo que no pude reaccionar. 
El viaje inició atravesando el leve tráfico de la ciudad, y tuvo su fin al llegar al destino del que me habían comentado. Me alojarían en un hotel hasta que completara lo que me impondrían como tarea. Dentro del hotel, sería guiado por el teniente hasta la puerta de las tantas habitaciones del edificio, ambos entramos y mi vista fue la única que resaltaba en sorpresa. El mobiliario era idéntico al que tengo en Madrid, ¿o tenía?, todo estaba en su lugar: mis libros, mis computadoras, los muebles, todo estaba ordenado de la misma forma, quizá hasta milimétricamente asegurado. El teniente llamó mi atención, se despidió, pero antes mencionó que el mismo vehículo, el cual me trajo, me vendría a buscar a las seis de la mañana. 
La puerta fue cerrada y yo volvía a la soledad, recorrí con la mirada nuevamente mis alrededores que mantenía mi incomprensión y que seguía matando mis neuronas. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Realmente necesitaba tiempo, desde que me dijeron que tengo que trabajar para el Pentágono mi mente paso a otro plano. No pensaba con claridad las cosas, ni siquiera entendería, aunque me lo explicaran incontables veces. Quizá un baño y recostarme calmen esta especie de migraña, solo espero que sea un terrible mal sueño.

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