𝑪𝒂𝒑. 𝟒𝟖 𝑬𝒍 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒐 𝒅𝒊𝒂 𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆

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—Buenos días, familias, amigos, estudiantes —comenzó, y su voz llenó el aire con solemnidad—. Hoy no solo celebramos a los graduados de este año. Celebramos su coraje, su perseverancia y el futuro que tienen por delante. A pesar de todo lo que esta ciudad ha enfrentado... están aquí. De pie. Listos.

Me alejé un poco, discretamente, dejando el grupo en un murmullo emocionado. Saqué mi teléfono una vez más. Marqué su número con los dedos temblorosos.

Uno.

Dos.

Tres tonos.

Y luego... lo mismo.

—El buzón de voz del número que llama está lleno...

Apreté los labios y maldije en voz baja.

—¿De verdad, Klaus? ¿Después de prometerme que estarías aquí...?

Lo guardé con un suspiro, bajando la vista hacia mi birrete como si ahí pudiera encontrar una excusa. Se lo había dado todo. Solo necesitaba que apareciera.

Me giré al escuchar mi nombre en la fila. Respiré hondo. Era el momento.

Me uní al grupo, con el aplomo de quien ha dominado huracanes más grandes que una decepción. Me senté entre Stefan y Bonnie, justo cuando el alcalde comenzaba a nombrarnos uno por uno.

Sonreí.

Por mí.
Por mis hermanos.

——————🖤 ♾ 🩸 🩸 ♾ 🖤——————

El cielo estaba tan azul que dolía mirarlo. El viento apenas movía los birretes alineados sobre nuestras cabezas mientras los nombres eran llamados uno por uno, llenando el aire con aplausos y sonrisas orgullosas. Desde mi sitio entre Bonnie y Matt, podía escuchar el temblor contenido en la voz del alcalde mientras hablaba.

—Y no es por favoritismo —dijo, dejando que la emoción le templara las palabras—, pero en especial me enorgullece la siguiente... mi hermosa hija, Bonnie Bennett.

Los aplausos estallaron, cálidos y genuinos. Bonnie se levantó despacio, visiblemente emocionada, y caminó hacia el escenario con una sonrisa tímida y los ojos brillando de lágrimas contenidas. Caroline le aplaudía como si acabara de ganar un premio Nobel. Matt le hizo un gesto con la cabeza. Elena la abrazó al pasar. Yo solo la miré, sonriendo, sintiendo esa punzada dulce y aguda que deja el orgullo cuando va acompañado de un adiós silencioso.

Uno a uno, fueron subiendo todos. Matt, algo nervioso, tropezó en uno de los escalones. Elena le lanzó un beso en el aire cuando lo nombraron, y Caroline caminó con la espalda más recta que nunca, como si aquello fuera una pasarela. Todos teníamos una historia con esa grada, y era nuestro turno de cerrarla.

—¡Stefan Salvatore!

Levanté la cabeza de inmediato. Mi sonrisa fue instantánea, innegociable, casi infantil. Me puse de pie antes de que nadie más y aplaudí como si el mundo dependiera de ello. Ver a Stefan caminar hacia el escenario, con ese andar sereno y la expresión tranquila en el rostro, me llenó el pecho de un orgullo que solo quienes lo conocen desde siempre pueden entender.

Lo vi girarse al llegar arriba, su mirada encontrándome entre la multitud. Sonreía de ese modo que sólo usaba cuando estaba sinceramente feliz. Me hizo un pequeño gesto con la cabeza y yo le respondí, sintiendo que mis ojos se llenaban de una emoción limpia y temblorosa. Era mi hermano. Y lo habíamos logrado.

—Y finalmente —dijo el alcalde—, Hera Salvatore.

El mundo pareció ralentizarse. Todo se volvió sonido blanco.

𝑴𝒊𝒍 𝒂𝒏̃𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒓𝒕𝒆Where stories live. Discover now