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<Capitulo 16>

Pov Lumi

El reloj marcaba casi la una de la mañana cuando escuché la puerta principal cerrarse con un suave clic. Me quedé quieta, envuelta en la manta, con el corazón latiéndome como si hubiera hecho algo prohibido. Bueno... sí, lo había hecho.

Malachi dormía en mi habitación, completamente rendido. Su respiración era tranquila, y verlo así solo me revolvía más el estómago. No sabía si reír, llorar o esconderme debajo de la cama. Estaba incómoda, moviéndome lentamente en el sofá, intentando encontrar una posición que no hiciera que mi cuerpo gritara. Me dolía tanto, era una punzada sorda y constante que me hacía pensar que quizás algo se había roto.

—Lumi —susurró una voz desde el pasillo.

Me sobresalté. Liamani.

—Estoy aquí —dije, apenas audible, mientras me quejaba un poco al intentar reacomodarme.

Ella asomó la cabeza por la puerta, con su expresión curiosa y medio cómplice. Tenía el cabello suelto, un brillo en los ojos que solo da la diversión nocturna. Pero cuando me vio sentada en el sofá, envuelta en la manta, y notó mi rigidez, su sonrisa cambió.

—¿Qué pasa? Tienes una cara de que hiciste travesura, y caminas como si te hubiera atropellado un camión.

Yo tragué saliva. No podía ni mirarla directamente.

—Li... tengo que decirte algo.

Ella se acercó y se sentó a mi lado, cruzando las piernas, expectante.

—Ok... ahora sí me asustaste. ¿Qué hiciste?

Respiré hondo, mordiéndome el labio.

—Malachi y yo... estamos intentando ser algo —dije al fin, la voz apenas un susurro.

—¿"Intentando"? —repitió, abriendo los ojos con dramatismo—. ¡Ahhh! ¡Yo lo sabía! Bueno, no lo sabía-sabía, pero... lo sospechaba. —Se tapó la boca fingiendo sorpresa—. Ok. Sigue, sigue.

Yo apreté la manta contra mí, el rostro encendido. Me mordí el labio, el dolor punzante en la parte baja de mi abdomen me recordó la razón de mi incomodidad.

—Y... —me detuve, buscando las palabras—. Hoy... tuvimos sexo.

El silencio fue tan corto como un parpadeo.
Liamani abrió la boca en forma de "O", y luego soltó un chillido ahogado.

—¿Quéééé? ¡Lumi! —dijo, pero sin tono de juicio, más bien mezcla de emoción, preocupación y un poco de "te lo dije"—. Oh, Dios mío... espera... ¿y él?

—Está dormido —contesté rápido—. En mi cuarto.

Ella se quedó viéndome, con una sonrisa entre divertida y comprensiva.

—Ok... wow. Respira. —Puso una mano sobre mi rodilla—. Y siéntate bien, que me estás preocupando con esa cara de torturada. ¿Estás bien, de verdad?

Yo dudé un segundo.

—Sí... o sea, sí, pero... ¡Dios, me duele mucho, Li! No sabía que dolía así. Siento que no voy a poder caminar mañana.

Ella suavizó la expresión, bajando el tono de voz.

—Es normal, Lumi. Es tu primera vez. El cuerpo necesita tiempo, y la cabeza también. Tuviste un desgarro, es normal. Pero si fue con cariño, si él te cuidó, eso es lo que cuenta.

Asentí despacio, las lágrimas amenazando con salir sin razón.

—Sí... fue muy lindo. Me habló bonito, fue paciente. Pero igual tengo miedo de lo que siga después, de si hice bien o no.